Antes de la Navidad, me dio por conocer el Lugar de la Memoria, Museo de la Memoria, Centro de la Memoria, Auditorio de la Memoria, Casa de la Memoria y no sé qué memoria más, pues al final caí en el olvido debido a que descubrí que su nombre es más pomposo y copiado de la política del actual gobierno: "Lugar de la Memoria, la tolerancia y la inclusión social". Estuve leyendo hartos comentarios, columnas y noticias sobre su construcción, su inauguración y el discurso que dio Humala en presencia del "garante" Mario Vargas, el secretario de la Presidencia de Alemania, David Gill, el magistrado de la CIDH Diego García-Sayán y otros representantes de la izquierda política nacional, con la bendición del sacerdote Luis Bambarén. Porque como dicen, es mejor informarse bien de un tema antes de opinar. Así que decidí visitar el susodicho lugar con el fin de tener una opinión objetiva y equilibrada.
Lo primero que vi es el letrero del lugar, hecho con cemento y decorado con cientos de huellas de manos, Entré y me hice un recorrido a pie durante casi dos horas dentro del complejo con el fin de hacer un viaje en el tiempo. Al comienzo veía ecuanimidad a la hora de mostrar, a través de imágenes, testimonios grabados, muestras artísticas, noticias periodísticas de la época, explicaciones y efectos personales de las víctimas, el "conflicto armado interno" que se vivió durante los años 1980 a 2000. Se atribuye a Sendero Luminoso la principal responsabilidad de las masacres de peruanos, sobre todo en la sierra y en la selva. Algunas historias son para llorar, debido a su crudeza y minuciosidad. Con eso, se les da voz para que su dolor sea siempre recordado, porque como dice la mismísima página web de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), “un país que olvida su historia está condenado a repetirla”.
Sin embargo, conforme iba avanzando en el recorrido empecé a sentir cierto sesgo a la hora de presentar los hechos, de tal forma empezó a darme mala espina por lo que podría ver más adelante. Mis temores se vieron confirmados cuando, con perspicacia, vi la óptica ideológica de quienes financiaron la exposición y de cómo se iba a reduciendo, progresivamente, la objetividad a la hora de presentar la responsabilidad de las fuerzas del orden en su misión de combatir a los terroristas. Y digo, con perspicacia, porque cuando la construcción de un complejo donde se exhibe contenidos no exentos de polémica, es necesario tener una visión despojada de cualquier prejuicio o simpatía hacia un bando u otro. Un mal ejemplo es el santuario Yasukuni, ubicado en Tokio, donde se venera la memoria de los soldados japoneses en la guerra contra China, entre ellos, catorce criminales de guerra, ya confirmados como tales.
Es cierto que aparecen testimonios e historias sobre los evidentes excesos en que los militares incurrieron a la hora de perseguir y destruir todo rastro de Sendero y del MRTA, especialmente la matanza de Putis en 1984, que es una mancha en el honor de las fuerzas armadas. Se explica la falta de una política y desarrollo de una labor de inteligencia más organizada y minuciosa, por parte de los gobiernos de esos años, y eso da a entender cómo al no tener información militar fidedigna, el enfrentar a un enemigo invisible en una guerra no convencional y el no hablar el quechua y otros idiomas de la sierra y la selva, las fuerzas del orden actuaron con el empleo de la fuerza, provocando hechos vergonzosos que se evidencian con el descubrimiento de fosas comunes en la sierra y la destrucción de documentos oficiales. No obstante, hay preguntas que el LUM evita responder:
• ¿Dónde están los testimonios de los cientos de militares discapacitados (física y mentalmente), de las familias de los policías y jueces asesinados o amenazados de muerte?
• ¿Por qué no se colocó que el hoy finado Javier Diez Canseco, en su condición de congresista, pidió la legalización del MRTA justo después de la toma de rehenes en la residencia del embajador japonés?
• ¿Por qué los miembros de la CVR no entrevistaron a todos los ex rehenes sobrevivientes de Sendero y del MRTA, y menos a los comandos de la operación Chavín de Huántar?
• ¿Por qué no se exhibió una cronología del fraudulento caso Leonor La Rosa?
• ¿Por qué sólo se colocaron unos cinco ejemplares del libro del general Otto Guibovich "En defensa de la verdad", y una foto gigante del caído sargento segundo Francli Cepoa Pisco?
• ¿Por qué el informe de la CVR no incluyó la labor que realizó Cipriani, el entonces arzobispo de Ayacucho, en esa castigada región y más bien incluyó en su informe la sesgada opinión de un congresista aprista por Ayacucho (se puede ver el siguiente enlace: http://diariocorreo.pe/politica/cvr-no-escucho-a-cipriani-ronderos-y-sacerd-83540/)?
• ¿Por qué no se menciona la liberación del terrorista Carlos Inchaustegui en 2014, quien escondió y protegió a Abimael Guzmán, mientras Sendero cometía los más cruentos y sanguinarios crímenes?
• ¿Por qué no se incluye la trayectoria política e ideológica de los ex comisionados de la CVR, especialmente de Carlos Tapia (ex miembro del MIR) y de Diego García-Sayán (ex miembro de Vanguardia Revolucionaria)?
• ¿Por qué no se incluyó el nacimiento del Movadef y del Fudepp como estrategias del "presidente Gonzalo" si la muestra abarca, en la práctica, hasta el año 2015?
• ¿Por qué no se explicó el por qué de la ideología comunista, de sus creadores en el siglo XIX, sus perpetradores políticos en el país a lo largo de la siguiente centuria y sus radicales objetivos sociales, políticos y económicos y sobre los 100 millones de muertos que provocó en todo el planeta?
• Si se busca la reconciliación y la tolerancia, ¿por qué no se construyó una capilla propia de un cementerio general, para que todos los credos oren por las víctimas y por los maltratados de hoy?; y siguen las preguntas...
Muchos de los visitantes eran jóvenes que no vivieron esa sangrienta época de nuestra historia (vi que más estaban preocupados de sus selfies y whatsappeos), y turistas extranjeros que estaban acompañados por peruanos que les explicaban en sus respectivos idiomas lo que cada muestra exhibía. Al final saldrían pensando que éste es un país de salvajes (pero claro, si no viven acá). Pero algo tan elemental en un museo como colocar las explicaciones en inglés al lado del español no se ha efectuado ni se ve en ningún lado (ni siquiera los letreros "Exit" o "Restrooms" por si alguien se siente mal del estómago al contemplar crudezas visuales o literarias). También resulta sospechosa la colocación, por duplicado, de una gigantesca foto del muro de la desigualdad entre Las Casuarinas (Surco) y San Juan de Miraflores. Algunos dirán que es una forma de criticar la discriminación entre ricos y pobres, entre mestizos y blancos, entre cultos e incultos, entre flacos y gordos, etc. Otros dirán que eso lo único que fomenta es el odio de clases y el eterno resentimiento, como motor de las "revoluciones" y las injusticias que de ellas se derivan.
Los "puentes" entre peruanos no se pueden construir exhibiendo nuestra historia desde una óptica oficial, sino dando voz a todas las partes involucradas en el conflicto. En respuesta, las fuerzas armadas, para reivindicarse moral, mediática y políticamente, podrían erigir un museo para reconocer la labor heroica de sus miembros y repudiar los excesos y crímenes que otros cometieron. Después de todo, a nadie en su sano juicio, se le ocurriría condenar a los soldados que pelearon en la Guerra del Pacífico. El Estado peruano tiene que reforzar su defensa legal ante las cortes internacionales para no dar una imagen de genuflexión política ante las simpatías de sus magistrados.
Así que, terminé mi visita, desengañado por la falta de perspectiva del tiempo que se necesita para exhibir material como éste, la carencia de rigor sociológico y el notorio tinte político de lo que se muestra en este museo. Lo único bonito que se puede contemplar es la puesta de sol que se ve en la azotea al terminar el recorrido y la exhibición gratuita de películas, como "Magallanes", que ayuda a conocer más el cine peruano. Para terminar recomiendo leer "El trigo y la cizaña" de Federico Prieto, "El octavo ensayo" de Aldo Mariátegui, "Rehén voluntario" de Juan Julio Witch S.J. y Luis Rey de Castro, "El poder invisible" de Alfonso Baella Tuesta y "Rehén por siempre" de Luis Giampietri. A ver si así se logra equilibrar la balanza de la justicia, conocer la óptica de las víctimas y el evitar comprar en la farmacia un "Memorex". Después de todo el "excluidos los que excluyen" que expresó García-Sayán en la inauguración de este museo no responde necesariamente a esa premisa. Como yapa, el siguiente audio-video ayuda a entender la tendencia política de los hacedores del LUM: