"A mí me parece que (a los niños) hay que enseñarles la libertad de la sexualidad y cómo protegerse, si para protegerse les tienes que enseñar que existe el sexo anal, que por cierto, lamento que su experiencia sexual sea tan aburrida (de los entrevistados), pero el sexo anal no es sólo entre homosexuales. Entonces que les enseñen cosas a los chicos, cosas que no creo que la información les haga daño... Voy a tomarme un café y ustedes siguen hablando de mis tetas". Parece que con esas palabras, Patricia Del Río, la diva de RPP, quiere protagonizar la secuela de la película "La teta asustada". Fácil sus padrinos mediáticos la promueven para que Claudia Llosa la contrate. ¿Será más bonita que Magaly Solier? No sé. Juzguen ustedes.
Tras leer su última columna en El Comercio intentando justificar su deplorable actuación ante los invitados argentinos Nicolás Márquez y Agustín Laje en Ampliación de Noticias, el 19 de abril de 2017, es increíble el nivel de cinismo que exhibe esta agresiva defensora de la ideología de género escudándose en el supuesto “odio” a las mujeres, a la minoría LGTBI y a quienes deciden hacer lo que quieran con sus cuerpos. Ya no hay careta que valga. El artículo estaba escrito para justificar su actitud virulenta ante la presentación del best-seller “El libro negro de la nueva izquierda”. Por supuesto, éste enfurece a los progres y es motivo de ataques viscerales en los medios y de intentos de desacreditación (hasta ahora) infructuosos hacia sus autores. No vamos a hablar de la ideología de género, pues ya tratamos con detenimiento ese tema al empezar este año, aparte de que hay bastante bibliografía que estudia el tema y que aún no es tan difundida en nuestro medio. El tema aquí es la doble vara.
Muchos conocemos la postura de esta periodista (con fama de caviarona) ante los temas de género: su agresividad, su defensa de las causas “progres”, la imposición de sus opiniones al momento de entrevistar, como si fuera una fiel discípula de César Hildebrandt y Alfonso Tealdo. Provocar a invitados aludiendo a su nacionalidad, su aspecto físico y hasta sexual es una clara muestra de periodismo de estercolero. Estoy seguro que ella jamás llamaría al cardenal Juan Luis Cipriani, porque si lo tuviera en vivo, el rating subiría y ella se regocijaría atacándolo y tildándolo de fanático, homofóbico, misógino, ultraconservador, hipócrita, asesino, fujimorista, etc. ¿Alguien dijo odio? Nada por aquí, nada por allá. Pero el arzobispo de Lima no es tonto para someterse a un linchamiento político de su persona ante las cámaras ni tampoco para ser víctima de un delito contra el honor personal.
Lo que sí llama la atención es esto: a Phillip Butters lo despidieron de Radio Capital el mes pasado por defender abiertamente la marcha #ConMisHijosNoTeMetas del 4 de abril y pregonar la defensa de la familia ante la imposición progresiva de la ideología de género en la sociedad a través del Currículo Escolar 2017, elaborado durante la gestión del ex ministro Jaime Saavedra y defendido por la actual ministra Marilú Martens. Un periodista que tenía un asunto personal contra Butters se acercó a él inmediatamente después de que éste terminó su alocución en el estrado de la Plaza San Martín y ello originó una discusión acalorada entre ambos. Cuarto Poder exhibió dicho incidente provocado para así lograr convencer a los directivos de Radio Capital de sacarlo de dicha emisora; cosa que lograron. Butters después explicó lo que había generado esa animadversión de René Gastelumendi contra él (por lo que lo llamó “Mermelumendi”) y cómo organismos del gobierno presionaron para despedirlo por hacer esa denuncia de la currícula. En otras palabras, el periodista fue víctima de una provocación preparada para ser "expectorado" porque incomodaba al gobierno "de lujo".
Si el polarizador Butters hubiera entrevistado en RPP a la ministra Martens o a las congresistas Marisa Glave o Indira Huillca y se hubiera retirado en plena entrevista dándoles una palmada en el hombro, con toda seguridad sus detractores hubieran chillado durante días, La República y Diario Uno estarían diariamente dándole con palo en sus portadas y los pulpines estarían haciendo un plantón exigiendo su expulsión del programa. Pero como Del Río está en el Grupo El Comercio (y su hermana también) tienen sus paladines en las redes sociales y en la dirección de este conglomerado mediático para permanecer ahí y seguir provocando impunemente a quienes no comparten su pensamiento. ¡Es decir! Como Butters no promueve el pensamiento único progre, debe irse, pero como Del Río sí lo hace, no pasa nada. ¿Alguien mencionó la imparcialidad periodística y el derecho a la libre expresión? ¡No se oye, padre!
Claro, tampoco faltarán los cristianófobos que se solidarizarán con Patricia (especialmente en el cómodo anonimato de las redes sociales) buscando la bronca a los curas, a las Iglesias, a los providas y hasta a la Bruja del 71, de conspirar para privar de su derecho a expresarse a esta "comunicadora de la diversidad". Después de todo, el café con el que volvió al set de transmisión era imprescindible para que no se le seque la garganta (incluso cuando vociferaba caminando, como bien se aprecia en el video). Hasta los argumentos más hilarantes y descabellados son bienvenidos cuando se trata de descalificar al disidente. Lo cierto es que las actitudes hablan por sí solas y el hecho de los entrevistados aceptaran tomarse una foto con los periodistas y con la misma Del Río es un gesto educado que dice mucho de la capacidad de diálogo demostrada por ellos (ver http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/respuesta-patricia-rio-laje-y-n-marquez-noticia-1985543).
Lo recomendable antes de entrevistar a alguien es empaparse del tema a tratar y revisar la obra en la que se desempeña el entrevistado para poder desarrollar un diálogo alturado y respetuoso. Permanecer firme en las opiniones está bien, pero fundamentarlas es necesario a fin de que el intercambio de ideas sea enriquecedor para ambas partes. Descalificar y provocar haciendo un espectáculo cercano al striptease y no disculparse ante tamaña falta de respeto a los entrevistados es abiertamente contrario al artículo 1° del Código Ético de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión de la que RPP forma parte. Dicho artículo señala que la radio y la televisión deben de contribuir al respeto de los derechos humanos, libertad de expresión y opinión y pluralismo informativo. Esperemos que la doble moral en este caso no prospere. Eso sí: hay que agradecerle a Del Río por hacerle cherry a este libro, pues ahora se venderá como pan caliente. Si aún así se pica, ¡a llorar Al Río!