sábado, 29 de octubre de 2016

Fe en la Verdad

“Profesando ser sabios, se hicieron necios”. Esta cita bíblica tomada de Romanos 1, 22, habla de la necesidad de hacerse humildes ante los interminables misterios de la vida y de la creación, y no pretender decir que el universo se creó solo como sostiene Stephen Hawking, en su libro "El gran diseño". Como bien se señala en la película "La teoría del todo", el prominente cosmólogo decía a su primera novia que él no creía en un "dictador celestial", así como el biólogo Richard Dawkins sostenía que le preocupa de la religión "es que les enseña a las personas a estar satisfechas con no comprender”. Pues bien, ¿qué tiene que ver Romanos, con Hawking y Dawkins? La respuesta es que ambos decidieron adoptar el pensamiento racionalista para despotricar contra la religión, especialmente al cristianismo, al que acusan de oscurantista e intolerante. La epístola de San Pablo ayuda a ilustrar la actitud de quienes, dejándose llevar por la tentación de la soberbia, endiosan a la ciencia, sin importarles las interrogantes acerca del por qué estamos en este mundo, qué hay después de la muerte, qué sentido tiene ser bueno o malo, etc. Similar actitud adopta el abogado Alfredo Bullard en su última columna de El Comercio titulada "Fe en la ignorancia".
En una columna anterior critiqué las posturas de mi colega contra el cardenal Juan Luis CIpriani, pero ahora, en el artículo mencionado lo único que podía hacer para mostrar su desacuerdo con la Iglesia sobre el entierro de las cenizas de los difuntos, tuvo el descaro de decir que "las creencias religiosas son fruto finalmente de la ignorancia". El problema es que empaquetó a todas las religiones dándoles ese calificativo, como diciendo que los que no creen en ninguna de ellas, son seres inteligentes, superados, racionales, tolerantes, virtuosos y santos; por no decir dioses. Claro, es la misma actitud de los comunistas, que persistían en proclamar que las religiones eran "fenómenos supersticiosos", basados en el dogma marxista de que "la religión es el opio del pueblo". Yo personalmente me sentiría halagado, viendo hoy cómo están sumergidas las masas con su tecno-dependencia a los smartphones, las tablets, las redes sociales, youtube, etc., pues no pueden concebir la vida sin sus dispositivos móviles (los actuales opios), especialmente cuando caminan por las calles con sus ternitos, mochilitas, audífonos y demás. ¡Cómo se siente la tentación de meterles una zancadilla para que miren a los ojos a los transeúntes cuando caminan!
Casualmente encontré una página web (https://logos77.wordpress.com/2010/10/14/profesando-ser-sabios-se-hicieron-necios-romanos-122/) una fábula que destapa la actitud del soberbio ante su nulo poder frente a Dios y dice así: "Un día se reunió un grupo de científicos, y tomaron la decisión de que el hombre había progresado mucho, y que no había ya más necesidad de Dios. De modo que escogieron a uno de ellos para que fuese y le dijese que ya no querían saber nada de Él. Este científico llegó ante Dios, y le dijo: «Dios, hemos decidido que ya no te necesitamos más. Hemos llegado al punto en que podemos clonar a personas, trasplantar órganos y manipular la vida como queremos mediante ingeniería genética. Y ahora la ciencia ha encontrado la forma de crear vida a partir de materias primas. En otras palabras, podemos hacer lo que Tú hiciste al principio.». «¿De veras? ¿Me puedes enseñar como lo haces?», le dijo Dios con paciencia y bondad. Y el científico se inclinó sobre el suelo y empezó a moldear el barro. Dios lo miró y le dijo: «¡No, no, no! Esto no vale. ¡Hazte tu propio barro!».
Increíble, ¿verdad? Para inventar cosas o desarrollar soluciones a problemas, el hombre no saca cosas de la nada, sino que se inspira en la naturaleza para aplicar sus conocimientos y experiencia en lo proyectado en su mente y así crear lo que hoy utilizamos: aviones (hermanos Wright), pararrayos (Benjamin Franklin), andenerías (cultura inca), etc. o se basa en descubrimientos para desarrollar productos como la pólvora (pirotécnicos), penicilina (antibióticos), electricidad (bomba de luz), etc. Algo tan elemental como eso se aprende desde tierna edad y no se hace alarde de pretender saberlo todo, como si hubiéramos estado en cada rincón del universo. Lo que la ciencia no puede enseñarnos es a descifrar los misterios de la vida y de la muerte, lo que hay más allá de esos hechos y las consecuencias exactas de nuestras decisiones, correctas o equivocadas. Después de todo, no importa cuánto sepamos, en qué universidad estudiamos, cuánta plata ganemos o cuántos privilegios tengamos; somos seres finitos, mortales y defectuosos a quienes les cae de perillas el dicho divino "polvo eres y en polvo te convertirás", como se dice en cada miércoles de ceniza.
Aquí es donde vamos a comentar, pues como nos descomponemos hasta volvernos nada, la repercusión de nuestras decisiones se da en nuestros descendientes y en quienes nos rodean, incluyendo en la naturaleza. Tenemos un alma inmortal que no se puede ver y que siempre tiene nostalgia de infinito, algo que sólo la religión te ayuda para poder alcanzar a quien conoce las respuestas para saciar ese anhelo. Para quienes somos católicos, la muerte es sólo el inicio de la vida definitiva, es decir, de cosechar lo que sembramos en esta vida. Nuestros cuerpos reflejan la forma cómo hemos vivido y también son parte de la creación de Dios. Incluso de nuestros restos mortales podemos disponer que otras personas puedan utilizar sus diferentes partes para donarlas a quienes las necesitan. Eso dice mucho de qué tan unida está un alma a Dios, de tal forma que la hace noble.
Desafortunadamente, como Stephen Hawking, hay quienes confunden la creación con el creador (como si una pintura se hubiera hecho sola) y disponen que sus restos se "unan" a la creación esparciendo sus cenizas por doquier, o guardándolas en un rincón de la casa o utilizándolas para hacer joyas y así llevar siempre al ser amado o sentir su compañía siempre. ¡Perdón! El ser amado está muerto y punto. Su alma está fuera de esta vida y, al igual que ella, sus restos también merecen ser respetados. Y de eso siempre ha enseñado la Iglesia al privilegiar la inhumación para la posterior resurrección cuando llegue el Juicio Final. En su instrucción Piam et Constantem el Papa Pablo VI, en 1963 ratificó esta enseñanza sin oponerse a la cremación. Ahora el Papa Francisco, con su instrucción complementaria Ad resurgendum cum Christo enseña lo que se deben hacer con los restos incinerados para los fieles católicos, pues ante los abusos de los restos de difuntos, tuvo que cumplir su deber de enseñar y corregir al que yerra, en pleno Año de la Misericordia.
Los que se dicen católicos por el sólo hecho de estar bautizados que no pretendan criticar a la Iglesia invocando la laicidad del Estado o la libertad de conciencia, o que esparciendo las cenizas, "el alma estará por todas partes", ignorando lo que Cristo enseña acerca de enterrar a los muertos. Algunos dirán que en el Evangelio de Mateo 25, se encuentran la mayoría de las obras de misericordia corporales, pero no la de enterrar a los muertos. Sin embargo, en Mateo 27, 57 encontramos varias características de esta obra. José de Arimatea le da un sepulcro a Jesús. Nicodemo compra la mirra y el áloe. Las mujeres lo ungen con cariño y respeto. Se fueron a sus casas apesadumbrados. El sábado lo recordaron con tristeza. Y el domingo salen “muy de mañana” porque deseaban terminar de perfumar el cuerpo de Jesús. Ahora podemos pensar en tantos cuerpos que quedan sin sepultura. Las guerras, los abandonados, los asesinados y desaparecidos, los bebés abortados… A veces hay oportunidad de enterrarlos. Pero otras veces no. Es entonces cuando podemos rezar por ellos y con amor. En el Evangelio de Juan 11, Jesús va a visitar a las hermanas de Lázaro. Lo primero que hizo fue consolarlas. Después va al sepulcro, llora y reza al Padre por su amigo. Jesús es el modelo de esta obra de misericordia. Sufre con los familiares, los consuela… Otros iban por curiosidad, otros para buscar motivos para acusarlo, pero pocos realmente estaban para confortar. Así pues, esta obra va mucho más a fondo de lo que se puede pensar, y para cumplirla podemos ver a Jesús.
Recordemos que, si bien lo más importante son las oraciones por los fallecidos, no es superficial darles una sepultura digna en la medida de las posibilidades. Los que sepultaron a Jesús, lo hicieron con dignidad, a pesar de las prisas. No hubo grandes pompas pero sí dignidad. ¿Por qué, entonces, para el cristiano es importante una sepultura digna? Hay muchos motivos pero éste es uno de los más sólidos: “Somos templos del Espíritu Santo” (1Cor. 6,19). No podemos dejar tirado algo que tiene un valor inmenso. Es verdad que ya no está el alma en el cuerpo, pero un día llegará la resurrección de la carne para unirse al alma nuevamente a él. Por eso, quienes en nombre de la economía (como Bullard), la libertad, el medio ambiente o la bronca basada en el rencor o en heridas emocionales no sanadas, pretendan cuestionar a la Iglesia, entérense que hay abundantes fundamentos morales, filosóficos, teológico-doctrinales y bíblicos, para preferir el entierro, sin descartar la cremación (y posterior colocación en un columbario) de los fieles difuntos, pues la resurrección está prometida por Jesús, quien nunca miente, se muda o caduca. Así que cada uno obre, siendo consecuente con la fe que dice profesar.

sábado, 15 de octubre de 2016

Capitulación no consumada

La foto de Juan Manuel Santos estrechando la mano del terrorista Timochenko rodeado del secretario general de la ONU y presidentes de Estado, incluido Kuczynski, todos vestidos de blanco, pasará a la historia de la política mundial no por los esfuerzos de "paz" que dicen haberse plasmado en el acuerdo firmado en Cartagena de Indias el mes pasado, sino como una burda expresión de la capitulación de una nación democrática ante un grupo terrorista que durante más de 50 años ha secuestrado, violado y matado a miles de colombianos inocentes y traficado con drogas en nombre de su "revolución social" que buscaba llegar al poder por la vía de la lucha armada, y transformar a Colombia en otra Cuba, como también intentó -sin éxito- Salvador Allende en Chile. Más parecían actores de un anuncio televisivo del detergente Ariel, sólo que los aviones militares sobrevolando y emitiendo humos con los colores de la bandera colombiana nos hicieron ver que no estábamos ante un comercial.
Bromas aparte, lo cierto es que ese pseudo-acuerdo de paz no garantizaba la verdadera paz entre colombianos, pues era infame en su contenido: le daba un montón de privilegios a las FARC, entre curules en el Parlamento, canal de televisión, radios y vastas extensiones del territorio para seguir con su negocio de la droga y seguir inoculando su virus comunista a las siguientes generaciones de colombianos, sin dejar de mencionar la ideología de género. ¿Qué clase de acuerdo es ese? Un presidente tirando la toalla ante las pretensiones de un grupo de criminales que se presentan apadrinados por la dictadura de los hermanos Castro tras haber negociado en La Habana (no podía ser un mejor lugar para ellos, pues es su paraíso aunque nunca querrán vivir en él dadas sus permanentes carencias económicas y democráticas, aunque ellos la tendrían fácil con sus prebendas y acuerdos con su amadísimo Fidel).
¿Qué se viene después de esto? Otra negociación del acuerdo, porque una facción de las FARC no está dispuesta a aceptar ese acuerdo y no piensan renunciar a las armas ni a su negocio del narcotráfico. La verdad, siento pena por Santos, sobre todo porque el Comité Nobel Noruego, que decidió darle el Premio Nobel de la Paz, parece que no sabe que en todo acuerdo siempre hay como mínimo dos partes. Los ejemplos son evidentes: Henry Kissinger y Le Duc Tho en 1973, Menachem Begin y Anwar Al-Sadat en 1978; y Nelson Mandela y Frederik Willem De Klerk en 1991. ¿Qué pasó con el premio a Timochenko? Supongo que por ser un terruco aun en actividad, y dadas sus últimas declaraciones de no abandonar su captura violenta del poder político colombiano, no le dieron el galardón. El Comité no quiere seguir hundiendo al cada vez más desprestigiado galardón, especialmente desde que se nominó a los dictadores y genocidas Adolf Hitler y Joseph Stalin en 1939. Por supuesto, Mahatma Gandhi, el apóstol de la no-violencia y mayor merecedor de ese premio en toda la historia, no lo ganó nunca porque el Comité, en una decisión cobardona, dijo que no quería enfurecer al león inglés tras la independencia de India. ¿Objetividad en la premiación? Juzguen ustedes.
He conocido parte de Colombia y confieso que puedo confirmar el lema publicitario que dice "el riesgo es que te quieras quedar". Como peruano, siento un gran cariño por nuestros amables vecinos del noreste, por su vallenato, por sus arequipes, por su bandeja paisa, por su café, por sus guapas mujeres, por su herencia cultural y religiosa, por su empuje económico, por su fortaleza en medio de medio siglo de guerra, y especialmente por la calidez y alegría de su gente, aun en medio de un conflicto guerrillero no del todo finalizado. Los peruanos hemos vivido la violencia comunista durante los años 80 y 90 y conocemos bien lo que significa el dolor y el miedo, pero también la indignación y la protesta ciudadana que nos movió a luchar por la derrota de Sendero y el MRTA, con el apoyo y compromiso de nuestras autoridades. Así que, sin bien, la lucha y las estrategias antisubversivas se desarrollaron de diferente modo, Perú ha logrado salir adelante y no seguir siendo lo que fue en 1980, tras el retorno a la democracia. Colombia, con su tradición democrática y sus riquezas y oportunidades tiene un potencial enorme para ser un país líder en la política y en la economía latinoamericana.
Mario Vargas Llosa dijo que si fuera colombiano votaría por el SÍ. Ingrid Betancourt dijo que las FARC merecen el premio Nobel de la Paz. Santos dijo que votar por el NO significaría votar por la guerra y no por la paz. ¿Cuál de las tres frases es la más desafortunada? Supongo que por la emoción del momento y por el ansia de lograr la paz (en el papel, por supuesto), por el triunfo cantado del SI en las encuestas y por la concesión del Nobel, Santos y sus simpatizantes políticos y periodísticos caviares, colombianos y extranjeros (peruanos incluidos), creyeron que esta treta urdida en La Habana, capital del comunismo latinoamericano, sería la solución infalible y definitiva para todos sus compatriotas. Como si nuestros vecinos fueran idiotas en su gran mayoría y se creyeran el cuento de que las FARC entregarían las armas, renunciarían al negocio del narcoterrorismo, devolverían todo el dinero robado y obtenido con el pago de rescates a sus víctimas, se someterían a la justicia penal de los tribunales civiles y que liberarían a todos y cada uno de los rehenes que aún mantienen en cautiverio.
Con el triunfo del NO, aunque sea por más de 50 mil votos y con la participación de sólo el 36% de la población de votantes, Colombia ha dado una lección de dignidad al mundo, pues un país que conoce la guerra y el fanatismo ideológico, definitivamente quiere la paz, pero a costa de defender la vida, la libertad y los derechos más elementales de la población, especialmente la más empobrecida y sufriente por las atrocidades cometidas por esta jauría de miserables que se quieren seguir presentando ante la comunidad internacional como "gente que quiere la paz". Lo siento, queridos angelitos, pero la República de Colombia no se deja manejar como títere de intereses argolleros y menos de asesinos en nombre de una religión ideológica abiertamente caduca. Los colombianos demostraron que van a tener la paz que tanto anhelan y merecen, pero haciéndose respetar como pueblo que conoce bien la reconciliación gracias a su fe católica tan difundida y al esfuerzo de millones de personas que diariamente luchan por sacar adelante a sus familias con esfuerzo y nobleza y no chantajeando y secuestrando por doquier, para después "acordar" conchudamente la paz con un pacto ignominioso que les regala privilegios a todos los que traicionaron los ideales de un país hermoso y pleno de valores humanos, culturales y espirituales y que cautiva por la alegría de su gente. Ahora a no bajar la guardia y a seguir informándose por medios creíbles para que la paz sea una realidad y no una farsa. Cuenten con nuestro apoyo, queridos vecinos. Como dice mi polo que me coloqué en Palmira para acompañarlos la primera vez que estuve allá durante su fiesta nacional, el 20 de julio, NO MÁS SECUESTROS, NO MÁS MENTIRAS, NO MÁS MUERTE, NO MÁS FARC.¡QUE VIVA COLOMBIA!
A continuación, posibles reacciones de diferentes personajes después del fallido proceso de capitulación: - Timochenko: "No me darán el Nobel, pero ya tenemos arrinconado a este huevón, jeje". - Comité Nobel Noruego: "Es demasiado rochoso darle el premio a Timochenko. Mejor que se conforme con la foto junto a Santos y los mandatarios extranjeros". - Santos: "¡Joder! ¡Ganó el NO!, ... pero al menos tengo mis 900 mil dólares gracias al Nobel de la Paz. ¡Qué rico! ¡Ahora sí pasaré a la historia! Sólo tengo que esperar un par de meses y me los darán los noruegos". - Diario The New York Times: "La culpa de todo la tiene Uribe". - Uribe: "Gracias a Dios, estoy vivo para ver este triunfo". - Hugo Chávez (hablando por medio de un pajaritico chiquitico): "¡A nuestros hermanos colombianos les gusta vivir en guerra! ¿Cómo es posible que haya ganado el NO? ¡Voy a convocar a una cumbre del ALBA de inmediato para que les dé sentido común...! ¡Uy no, me olvidé que ya me morí!" - Nicolás Maduro: "El comandante (Chávez) me dijo que rompa relaciones con la hermana nación de Colombia, pero que siga apoyando a nuestros valientes hermanos de las FARC, que, como Jesucristo, son los fieles, revolucionarios y pacíficos servidores de los pobres y desposeídos". - Raúl Castro: "Estos colochos nos cagaron el plan. Bueno, igual la revolución continuará". - Ban-Ki Moon (in english): "¡Uy carajo! ¡Ganó el NO! Felizmente ya me quito del cargo de Secretario General". - Mario Vargas Llosa: "¡Colombia eligió la guerra y no la paz! ¡Qué ciegos y cacasenos son!". - PPK: "...".