En este año que está por concluir, llama la atención el estreno de un documental como "Rehenes", del uruguayo Federico Lemos, quien estuvo en el lugar de los hechos como un joven corresponsal. La crítica fue prácticamente unánime en calificar de aceptable su película, porque alegan su inevitable formato periodístico y su ausencia de objetividad. Creo que son críticas ridículas que no desmerecen los méritos de un trabajo que ayuda a meterse en el pellejo de quienes cubrieron la toma y el rescate de los 72 rehenes de la Residencia del embajador japonés en Lima en 1997, de los que sufrieron el calvario y lloran a sus muertos, independientemente de las simpatías o antipatías hacia el gobierno del entonces presidente Alberto Fujimori.
Valiosos son los testimonios de los entonces rehenes Francisco Tudela (canciller de la República) y Luis Giampietri (vice almirante), nunca recogidos por la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Recomiendo leer de Giampietri su libro "Rehén por siempre", pero considero que el más valioso es el testimonio del entonces obispo de Ayacucho, Juan Luis Cipriani por su labor humanitaria de mediación durante la crisis (su testimonio completo se puede leer al detalle en "Doy fe"). Se muestran otros testimonios interesantes como los del hoy congresista Marco Miyashiro y la entonces reportera Claudia Cisneros.
Mención aparte merece el lado más polémico de la película: los testimonios de los familiares y simpatizantes de los terroristas del MRTA, especialmente del ex convicto Peter Cárdenas. Resulta interesante escuchar su deseo de querer cambiar el mundo por la fuerza de las armas y bajo la bandera de la "revolución" al estilo cubano. También la posición de la abogada Gloria Cano en lo referido a la ejecución extrajudicial del camarada "Tito", lo que fue motivo de un juicio que fue ganado ante la CIDH, sin que ello implicase el mellar el honor ni negar la labor heroica del resto de los comandos.
Escuchar esto es importante como parte de un trabajo audiovisual que trata de ser lo más imparcial posible. José Ugaz, por ejemplo, dice que Alberto Fujimori pudo haberse convertido en uno de los mejores presidentes de nuestra historia, pero que los escándalos de corrupción generados por la red de su asesor Montesinos, y los atropellos a los derechos humanos cometidos durante su régimen, siempre generarán polarización. Con eso saca la conclusión de que hubo maldad de ambos lados. Una afirmación que es cierta, pero sólo en parte, pues la película no hace ninguna mención de los gobiernos de Fernando Belaúnde y Alan García, época donde se cometió la mayor parte de las atrocidades de los subversivos y la respuesta de nuestras fuerzas armadas huérfanas de una elaborada labor de inteligencia, debido al surgimiento de un enemigo invisible y sanguinario.
Consecuentemente, el escuchar el dolor de los familiares de los terroristas es comprensible, pero lo que es inaceptable es intentar justificar las acciones terroristas en nombre de la justicia social, pues la maldad contra el prójimo no lleva hacia ningún bien (Cipriani dixit). Así como los abusos gubernamentales son condenables, el atentar contra la población para ganar una causa política y el posible canje de rehenes para conseguir la paz y un triunfo "moral" frente a un gobierno de mano dura exigido por la población es aún mayor, pues la historia del marxismo es mucho más extensa en el tiempo y cuenta con un historial de sangre y terror sin parangón en todo el mundo (100 millones de muertos y sigue la cuenta).
Eso sí, me temo que la parte final del reconocimiento presidencial a los comandos en Palacio de Gobierno, por parte del presidente Pedro Pablo Kuczynski, es un poco adelantada y en este tiempo genera inevitables comentarios, burlas y risas, debido a la posible vacancia del actual mandatario por parte del Congreso. En todo caso, la historia se encargará de colocar a cada personaje en el lugar correspondiente en base a sus acciones, especialmente a los asesinos y a quienes los apoyaron (y apoyan) intelectual, política y periodísticamente (el mejor ejemplo es la primera plana del diario La República "El túnel sí existe"), pues es un rasgo típico de los comunistas no pedir perdón jamás. El victimizarse parece que siempre los ayuda.
Lo más emocionante fue ver la escena final de la secuencia de la operación Chavín de Huántar: uno de los soldados se trepa en la cornisa de la azotea de la residencia, arranca la bandera del MRTA y la arroja hacia atrás con rabia poniéndose inmediatamente negra la pantalla. Eso provocó el fuerte aplauso de casi todos los espectadores de la sala, especialmente de quienes recordamos bien la tensión vivida en aquellos días de angustia y solidaridad de toda una nación hacia con los 72 rehenes y la heroicidad de los dos comandos que ofrendaron su vida por la libertad de esas personas.
Finalmente, el documental bajo comentario debería haber mencionado la ejemplar decisión del sacerdote Juan Julio Witch, quien decidió quedarse a sostener espiritualmente a los rehenes, no obstante la libertad que le había concedido el cabecilla emerretista, Néstor Cerpa. Ello se puede apreciar en su libro "Rehén voluntario" (co-escrito con el periodista Luis Rey de Castro). Probablemente el interactuar con sus captores durante 126 días y el saber de sus muertes le generaría un comprensible dolor por ver frustrado su deseo de llegar a una salida pacífica, al igual que al obispo Cipriani. Pese a todo lo anterior, "Rehenes" es una película de innegable interés y puede ayudar a generar un proceso de reconciliación que ojalá quede demostrado a lo largo del tiempo.
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