Al igual que
el año pasado, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas se vio inundada
de mensajes "progres" e indirectos contra las políticas de Donald
Trump, especialmente por parte del guionista y realizador Spike Lee y su
película "El infiltrado del KKKlan"; sólo que esta vez fue menos
notorio y sus organizadores se inclinaron por una premiación más
"amigable". Esto último podría interpretarse a raíz del
reconocimiento a "Green book: una amistad sin fronteras" como mejor
película. De todas las competidoras, no es precisamente la más lograda, pero sí
la que más empatía despierta con la gente: la relación laboral (y
posteriormente amical) entre un ítalo-americano y un negro culto en los años
60, la época de los choques raciales en Estados Unidos.
En el mes del amor y la amistad,
explotado hasta el cansancio, sobre todo por quienes hacen negocios por la
fiesta de San Valentín, era propicio el estreno de semejante producción
dirigida por Peter Farrely (hermano de Bobby, con quien co-dirigió "Loco
por Mary", "Irene y yo... y mi otro yo", entre otras comedias de
humor grueso) quien debuta en solitario llevando a la pantalla la historia
verídica de Tony Vallelonga y Don Shirley (excelentemente interpretados por
Viggo "Aragorn" Mortensen y Mahershala Alí) y cuyo tema central gira
en torno a la superación de las diferencias y al logro de la pacífica
convivencia.
Fuente: Revista Semana |
Pero, antes de centrarnos en la película, hay que hacer la respectiva crítica a la Academia: tras el tsunami de corrección política neomarxista que inundó la ceremonia el año pasado (ver más detalles en el artículo https://pandeazucarperu.blogspot.com/2018/03/lady-oscar.html), la poderosa industria del cine de Hollywood no logra atraer a las masas con sus discursos pacifistas, tolerantes y de "equidad de género". ¿A qué se debe eso? Pues, que la gente empieza a sentirlo como algo forzado, repetitivo, evidente y donde todo es maquillaje, sonrisas v desfiles de ostentosos vestidos y joyas por parte de ricos y famosos. Es decir, se olvidan los escándalos de Harvey Weinstein, Kevin Spacey, Bryan Singer, etc. y todo sigue igual: a seguir ganando mucho dinero con producciones de superhéroes, comedias románticas almibaradas o dramas lacrimógenos.
El servicio del streaming, con toda
su variedad de series, películas y documentales, muchas de ellas, de gran
calidad, ha hecho que el público pierda, poco a poco, la fascinación por las
grandes producciones de Hollywood, que ahora, dicho sea de paso, escasean, y
pocas se convierten en grandes clásicos que inspiren no sólo las emociones,
sino también el espíritu. Las películas logradas en estos últimos diez años por
la gran industria suelen convertirse, a lo mucho, en pequeños clásicos o filmes
de culto, incluso en películas de propaganda para ciertos sectores políticos de
consumidores.
Sin embargo, el gran público, pese a
seguir acudiendo a los multi-cines, se inclina cada vez más por el inmediatismo
en el consumo de películas, gracias a los dispositivos electrónicos que están
al alcance de la mano (tablets, laptops, iPhones, etc.) con los que, inclusive,
se pueden filmar películas. La era digital ha transformado nuestros hábitos de
consumo y eso también golpea a Hollywood, la cual, al igual que en los años 50
patentó el Cinemascope mostrando infinidad de péplums, ahora hace lo mismo con los
personajes del Universo Marvel o de DC Cómics. En otras palabras, es una
industria obligada a adaptarse a dichos cambios de consumo.
No obstante, dichos cambios se
reflejan también en la manera como se presenta la ceremonia del Oscar: este año
ya no hubo animador (muchas veces los chistes eran malos y sólo risibles para
el público gringo), los discursos de los ganadores no concitan interés, hay que
someterse al discurso del pensamiento único para que te dejen chambear ahí, y
así sucesivamente, año tras año lo mismo. Eso explica la progresiva disminución
de la audiencia por esta ceremonia, que sólo sirve de motivo para reunirse entre
amigos aficionados al cine y comiendo algún piqueo o comida enviada por
delivery (por si acaso, esto no es ninguna alusión personal).
En respuesta, la Academia anunció que
piensa crear una nueva categoría para volver a captar audiencia: la de
"Mejor película popular". ¿Eso significa que la de Mejor película es
"no popular"? ¿Para ojos refinados o exigentes? ¿Para críticos
aburridos y arrogantes? Probablemente todas las preguntas tengan respuestas
afirmativas, pero lo cierto es que la industria hará lo que sea para conservar
su negocio y se seguirá premiando a sí misma, volviéndose un escaparate de sus
estrellas elegantemente vestidas, incluyendo hombres con atuendos poco varoniles, pero excluyendo en el camino, a muchas producciones independientes o
extranjeras de gran interés por no tener el suficiente patrocinio o por no
ajustarse a su agenda política, pues, como afirmaba el dictador soviético
Lenin, el cine es un eficaz aparato de propaganda.
Terminamos elogiando la premiación de
"Green book: una amistad sin fronteras" y su valioso mensaje a favor
del respeto por el prójimo, pese a sus diferencias, y especialmente por el don
de la amistad nacido entre el "Doc" Shirley y el rústico Tony
"Lip" (inicialmente "Valle"). Los momentos de humor y drama
son de gran calado humano y nos ayudan a sentir identificación con ambos
personajes, sus logros, sus frustraciones y sus ilusiones. Es una lección para saber
aprender el uno del otro y para sostenerse mutuamente en momentos de crisis,
soledad y dolor, sobre todo, cuando se sufre de discriminación injusta. Después
de todo, como dice el dicho "quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro".