lunes, 25 de febrero de 2019

Academy book: una industria de consumo y propaganda


Al igual que el año pasado, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas se vio inundada de mensajes "progres" e indirectos contra las políticas de Donald Trump, especialmente por parte del guionista y realizador Spike Lee y su película "El infiltrado del KKKlan"; sólo que esta vez fue menos notorio y sus organizadores se inclinaron por una premiación más "amigable". Esto último podría interpretarse a raíz del reconocimiento a "Green book: una amistad sin fronteras" como mejor película. De todas las competidoras, no es precisamente la más lograda, pero sí la que más empatía despierta con la gente: la relación laboral (y posteriormente amical) entre un ítalo-americano y un negro culto en los años 60, la época de los choques raciales en Estados Unidos.


En el mes del amor y la amistad, explotado hasta el cansancio, sobre todo por quienes hacen negocios por la fiesta de San Valentín, era propicio el estreno de semejante producción dirigida por Peter Farrely (hermano de Bobby, con quien co-dirigió "Loco por Mary", "Irene y yo... y mi otro yo", entre otras comedias de humor grueso) quien debuta en solitario llevando a la pantalla la historia verídica de Tony Vallelonga y Don Shirley (excelentemente interpretados por Viggo "Aragorn" Mortensen y Mahershala Alí) y cuyo tema central gira en torno a la superación de las diferencias y al logro de la pacífica convivencia.

Fuente: Revista Semana

Pero, antes de centrarnos en la película, hay que hacer la respectiva crítica a la Academia: tras el tsunami de corrección política neomarxista que inundó la ceremonia el año pasado (ver más detalles en el artículo https://pandeazucarperu.blogspot.com/2018/03/lady-oscar.html), la poderosa industria del cine de Hollywood no logra atraer a las masas con sus discursos pacifistas, tolerantes y de "equidad de género". ¿A qué se debe eso? Pues, que la gente empieza a sentirlo como algo forzado, repetitivo, evidente y donde todo es maquillaje, sonrisas v desfiles de ostentosos vestidos y joyas por parte de ricos y famosos. Es decir, se olvidan los escándalos de Harvey Weinstein, Kevin Spacey, Bryan Singer, etc. y todo sigue igual: a seguir ganando mucho dinero con producciones de superhéroes, comedias románticas almibaradas o dramas lacrimógenos.


El servicio del streaming, con toda su variedad de series, películas y documentales, muchas de ellas, de gran calidad, ha hecho que el público pierda, poco a poco, la fascinación por las grandes producciones de Hollywood, que ahora, dicho sea de paso, escasean, y pocas se convierten en grandes clásicos que inspiren no sólo las emociones, sino también el espíritu. Las películas logradas en estos últimos diez años por la gran industria suelen convertirse, a lo mucho, en pequeños clásicos o filmes de culto, incluso en películas de propaganda para ciertos sectores políticos de consumidores.


Sin embargo, el gran público, pese a seguir acudiendo a los multi-cines, se inclina cada vez más por el inmediatismo en el consumo de películas, gracias a los dispositivos electrónicos que están al alcance de la mano (tablets, laptops, iPhones, etc.) con los que, inclusive, se pueden filmar películas. La era digital ha transformado nuestros hábitos de consumo y eso también golpea a Hollywood, la cual, al igual que en los años 50 patentó el Cinemascope mostrando infinidad de péplums, ahora hace lo mismo con los personajes del Universo Marvel o de DC Cómics. En otras palabras, es una industria obligada a adaptarse a dichos cambios de consumo.


No obstante, dichos cambios se reflejan también en la manera como se presenta la ceremonia del Oscar: este año ya no hubo animador (muchas veces los chistes eran malos y sólo risibles para el público gringo), los discursos de los ganadores no concitan interés, hay que someterse al discurso del pensamiento único para que te dejen chambear ahí, y así sucesivamente, año tras año lo mismo. Eso explica la progresiva disminución de la audiencia por esta ceremonia, que sólo sirve de motivo para reunirse entre amigos aficionados al cine y comiendo algún piqueo o comida enviada por delivery (por si acaso, esto no es ninguna alusión personal).


En respuesta, la Academia anunció que piensa crear una nueva categoría para volver a captar audiencia: la de "Mejor película popular". ¿Eso significa que la de Mejor película es "no popular"? ¿Para ojos refinados o exigentes? ¿Para críticos aburridos y arrogantes? Probablemente todas las preguntas tengan respuestas afirmativas, pero lo cierto es que la industria hará lo que sea para conservar su negocio y se seguirá premiando a sí misma, volviéndose un escaparate de sus estrellas elegantemente vestidas, incluyendo hombres con atuendos poco varoniles, pero excluyendo en el camino, a muchas producciones independientes o extranjeras de gran interés por no tener el suficiente patrocinio o por no ajustarse a su agenda política, pues, como afirmaba el dictador soviético Lenin, el cine es un eficaz aparato de propaganda.


Terminamos elogiando la premiación de "Green book: una amistad sin fronteras" y su valioso mensaje a favor del respeto por el prójimo, pese a sus diferencias, y especialmente por el don de la amistad nacido entre el "Doc" Shirley y el rústico Tony "Lip" (inicialmente "Valle"). Los momentos de humor y drama son de gran calado humano y nos ayudan a sentir identificación con ambos personajes, sus logros, sus frustraciones y sus ilusiones. Es una lección para saber aprender el uno del otro y para sostenerse mutuamente en momentos de crisis, soledad y dolor, sobre todo, cuando se sufre de discriminación injusta. Después de todo, como dice el dicho "quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro".

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