lunes, 4 de noviembre de 2013
¡Desagravien a Camet!
El jueves por la mañana falleció a los 86 años, Jorge Camet Dickmann, ex ministro de Economía y Finanzas entre 1993 y 1997, y uno de los artífices del desarrollo y la estabilidad económica que hoy Perú goza. Nada de lo que podamos decir sobre él cubrirá con suficiente diligencia la deuda que le tenemos los peruanos. Lo usual sería hacer un relato de sus aportes y su calidad como ser humano. Lamentablemente, ese mezquino odio contra Fujimori, generado por el gobierno de Alejandro Toledo, ha hecho polvo la capacidad de expresar algo positivo sin caer en las iras y revuelos que ello ocasionaría. Si el fujimorismo fue censura, el toledismo exige la autocensura de cualquier aspecto positivo de los noventa, seas o no fujimorista. Intolerancia surgida del odio político y no en la búsqueda de la verdad.
Camet, junto a un puñado de notables peruanos (Hernando de Soto, Juan Carlos Hurtado Miller, Carlos Boloña, Julio Velarde y Roberto Abusada, principalmente), brindaron las ideas y produjeron los cambios que le han permitido al Perú pasar de la categoría de país “inviable” a “milagro” en tan sólo 20 años. Fue, además, el último reformista en lo económico. Dejó la presidencia de su empresa constructora en abril de 1992, para asumir, en el gobierno de Alberto Fujimori, la cartera de Industria. Allí permaneció hasta enero de 1993, fecha en que reemplazó al doctor Carlos Boloña Behr en el Ministerio de Economía y Finanzas. Fue ministro de dicha cartera hasta junio de 1998, una de las gestiones más longevas en la historia ministerial peruana reciente, lo que prueba su muñeca para manejar las imprescindibles reformas económicas para sacer al país de foso en el que nos hundió el velasquismo y el primer gobierno de Alan García.
Tras la caída de régimen de Fujimori (1990-2000), fue acusado constitucionalmente por el Congreso por emitir un decreto que permitió evasión de impuestos (mayo de 2003). Luego se le volvió a inhabilitar por diez años, tras haberlo acusado de facilitar la compra irregular de repuestos para helicópteros y camiones por un valor cercano a los 7.5 millones de dólares. El 12 de septiembre de 2003, la Corte Suprema ordenó la detención de Camet por los delitos de asociación ilícita para delinquir, colusión ilegal, peculado, malversación de fondos y falsedad ideológica. Después de un largo proceso judicial, en setiembre de 2011, Camet fue condenado, junto con otros ex ministros fujimoristas, a cuatro años de prisión suspendida y al pago de una reparación civil de 50 millones de soles. Todos los acusados rechazaron los cargos, pero dicha sentencia fue anulada por la Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema en mayo de 2012; al mismo tiempo, ésta ordenó la iniciación de un nuevo proceso al ex ministro por el caso de la compra de aviones a Bielorrusia durante el régimen fujimorista.
Me permito transcribir un extracto de la columna "Camet (o el sadismo con un anciano)" del periodista Aldo Mariátegui de fecha 1 de noviembre de 2013, la cual refleja de manera franca y directa la indignación popular por el politizado y cruel acoso contra el ex ministro:
Que te pases de los 76 a los 86 años con constantes arrestos y paseándote por el PJ –donde 13 meses atrás una aparatosa caída por las escaleras le rompió el cráneo y le hospitalizó hasta su deceso– para que recién al fin de tus días te absuelvan de un cargo, que a simple vista era manifiestamente absurdo, solo demuestra lo enfermo que puede llegar a ser nuestro país, la insensibilidad de nuestra justicia y lo repugnantemente retorcida que es nuestra repulsiva izquierda local, que al final de cuentas es un monstruo histérico (como diría Jiménez) de cuerpo de cerdo, cabeza de buitre y colmillos de vampiro. Hay que escuchar cómo santifican a sus muertos cuando, precisamente, de estos partieron acosos judiciales incesantes, como los que martirizaron a Alberto Bustamante, José Dellepiane, el general Chacón y Camet. Incluso, por la izquierda se hicieron atrocidades legales, como cambiar la norma para que el delito de peculado alcance a quienes no eran funcionarios públicos, algo que en ninguna parte del mundo se acepta. Bueno, aquí también se revocan indultos presidenciales, se anulan vacancias ediles o te notifican fallos posteriores con fechas anteriores. ¡Qué justicia!
Víctima de odios ideológicos y de un proceso que en ningún país civilizado podría llamarse "judicial", como bien lo calificó Ivan Slocovich, se la pasó enjuiciado más de 12 años, varios de ellos bajo arresto domiciliario. Por indicios que luego fueron desvirtuados uno a uno, perdió su libertad. Hoy ninguno de los fiscales, jueces y procuradores de por ahí que vieron su caso, ni los rencorosos instigadores escondidos tras el anonimato de las redes sociales, dicen una sola palabra al respecto. Ni pío. Por lo menos, Camet tuvo la satisfacción de enterarse de que había sido absuelto y de recibir un oportuno homenaje de la Confiep, cuando le entregó la Medalla al Mérito Empresarial, máxima condecoración de esta importante institución.
El fujimorismo tuvo muchos desaciertos y excesos, punibles en su gran medida; por ello, parte importante de los responsables purgan condena, partiendo por el exmandatario. No obstante, ello no puede seguir sirviendo como pretexto para ignorar las cosas buenas que también se dieron en dicho período, partiendo por el ambiente económico que hoy disfrutamos. Son héroes anónimos. Algún día, alguien escribirá la obra que ponga a estos peruanos en el lugar que se merecen (Camet entre ellos), porque hay que ser francos: se la jugaron por su país, quebtado y destruido por aquél entonces. Porque cuando hay perspectiva del tiempo se puede hablar de historia como disciplina, y, al mismo tiempo, objetividad.
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