lunes, 12 de enero de 2015
Los pirómanos de la "libertad"
Mucho se ha escrito sobre el execrable atentado contra doce personas que trabajaban en la sede parisina de la revista Charlie Hebdo y contra el posterior asesinato de cuatro rehenes en un supermercado judío a manos de musulmanes radicales. El mundo repudia ese acto criminal con toda justificación y eso explica con elocuencia la marcha multitudinaria en la capital gala, en la que participaron más de cincuenta jefes de Estado de varios países, defendiendo al mismo tiempo el derecho humano a la libertad de expresión. En este punto vamos a detenernos, porque se está utilizando mucho dicho término de manera redundante hasta vaciar su contenido. Empecemos por analizar cada una de las palabras que componen dicha frase con ayuda del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE):
Libertad: 1) Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. (...) 5) Facultad que se disfruta en las naciones bien gobernadas de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres.
Expresión: 1) Especificación, declaración de algo para darlo a entender. (...) 3) Efecto de expresar algo sin palabras.
Ahora que ya tenemos los significados aplicables al contexto de lo sucedido, utilizaremos el mismo criterio para buscar el significado de los términos "abusar" (y por extensión "abuso de derecho"), "libertinaje" y "sátira":
Abusar: 1) Usar mal, excesiva, injusta, impropia o indebidamente de algo o de alguien. (...). Abuso de derecho: Ejercicio de un derecho en sentido contrario a su finalidad propia y con perjuicio ajeno.
Libertinaje: (...) 2) Falta de respeto a la religión.
Sátira: 1) Composición poética u otro escrito cuyo objeto es censurar acremente o poner en ridículo a alguien o algo. (...)
Muy bien. Ya tenemos los significados. ¿A qué va todo esto? Es muy simple. Por todas partes leemos y escuchamos la expresión "Je suis Charlie" y la gente la repite sin profundizar en su alcance y significado, limitándose a condenar el asesinato y a solidarizarse con las víctimas apelando a este derecho humano fundamental. ¿Por qué? Porque el asesinato es un acto criminal en el que se viola el derecho a la vida. Hasta ahí todo bien, pero ¿por qué precisamente Charlie Hebdo? Porque los asesinos islámicos, ofendidos por las caricaturas fuertemente mordaces y groseras, consideraban que éstas eran una blasfemia contra su religión y un insulto contra el profeta Mahoma. Es decir, se violó su derecho fundamental a la libertad de culto. Sin embargo, dicho derecho violado, ¿justifica que se viole otro? Definitivamente no. Tampoco un derecho tiene prevalencia sobre otro, a no ser que vivamos en una sociedad laicista o en una teocrática. Ambas son producto de introducir religión o ideología en sus políticas, generándose así, abusos que llevan a pisotear la dignidad del ser humano.
Así como se condena el terrorismo de matriz religioso o político, también debe condenarse la absolutización del derecho a la libertad de expresión, pues si ya conocemos su significado, no da carta blanca para que se concrete en la práctica un "derecho fundamental a la libertad de blasfemia". Ninguna declaración, carta o tratado internacional lo incorporaría, a no ser que lo promueva un Estado que fomente el odio contra las religiones. Porque leyendo un artículo de Juan Manual De Prada (aquí tienen el enlace http://www.cruzdesanandres.org/noticias.php?idnoticias=948), es fácil reconocer para quien tiene un mínimo de inteligencia, que las constantes caricaturas que publicaba Charlie Hebdo no eran para alentar la crítica hacia las religiones sino ofender.
No seamos ingenuos. Se puede ser mordaz sin caer en la grosería, en la ofensa o en la blasfemia. No cabe duda de que se generarán adhesiones y críticas, pero así se puede contribuir a generar un clima de expresión verdaderamente civilizado. Desafortunadamente, muchos pensarán lo contrario, porque dada la progresiva degradación moral de la sociedad, se seguirá defendiendo a capa y espada la expresión sobre el culto alegando la evolución de las especies o que "la voz del pueblo es la voz de Dios". ¡Un momento! No metamos a Dios en los entuertos que nosotros creamos. Ya bastante tiene Él para tamaño atrevimiento. Respetos guardan respetos. Eso me recuerda cuando la Iglesia protesta por cualquier blasfemia u ofensa contra el Papa o los obispos y sólo recibe una ola de críticas y ataques de manera constante. ¿Acaso la Iglesia no tiene el mismo derecho que los de Charlie Hebdo a ejercer la libertad de expresión? Si la respuesta es no, invocando la "laicidad del Estado", ése es un barniz que esconde una intención discriminatoria basada en el odio a la fe. Así de simple.
La tristemente famosa revista estaba integrada por gente de militancia comunista (basta ver la foto de su director con el puño en alto) que encontraron en la sátira un mecanismo para descargar su rechazo a quienes no comparten sus posturas. Les cayeron balas y el mundo hizo una movilización mundial de rechazo contra estos asesinatos presentándolos como los "mártires de la libertad de expresión". Pero cuando los cristianos son asesinados en Nigeria por las huestes de Boko Haram o en Irak y Siria por los del Estado Islámico, lamentan los hechos pero los minimizan. Otro ejemplo similar es de los 43 muertos hace casi un año en Venezuela y los gobiernos sudamericanos con su silencio avalaron esa represión. Otro ejemplo son las irrupciones de las activistas radicales de Femen en los templos con los senos al descubierto y lanzando frases agraviantes contra el cristianismo y sus representantes. ¿Por qué la progresía mundial no reacciona igual? ¿Acaso unos valen más que otros por el sólo hecho de ser dibujantes o periodistas? Además, cuando en las redes sociales los progresistas, rojos, caviares y socialconfusos son criticados o ridiculizados, saltan hasta agujerear el techo, pues sólo los conservadores, derechistas, católicos practicantes y antichavistas deben ser ultrajados porque no se someten a la dictadura del pensamiento "políticamente correcto".
La libertad de expresión y de culto se encuentran reconocidos en los artículos 18 al 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos nacida en la misma París en 1948. Por eso hay que comprender el verdadero alcance de la frase "Yo soy Charlie" y es el siguiente: Me solidarizo con las víctimas rechazando este brutal atentado y me manifiesto en defensa de la libertad de prensa, de expresión... y de blasfemia. No se tiene esa intención, claro, pero implícitamente se incluye eso. Fue magnífica la manifestación, pero la frasecita no es la más apropiada. Por eso se entiende cómo algunos expresan su repudio a este delito y también su rechazo a cualquier ofensa contra cualquier culto religioso diciendo "Yo no soy Charlie".
Ambos derechos mencionados forman parte de la intrínseca dignidad del hombre a ser feliz y a realizarse plenamente, porque mis derechos terminan donde empiezan los de los demás. Ojalá con este dramático ejemplo se entienda el sentido de esa frase. De sostenerse empecinadamente la superioridad de la libertad de expresión (perdón, la de blasfemia), no sólo se concretará el vaticinado "choque de civilizaciones" de Samuel Huntington, sino que se le dará la razón al DRAE cuando explica el significado de la palabra Piromanía: "Tendencia patológica a la provocación de incendios." Esa patología puede ser originada por las ideologías, los resentimientos, las antipatías, las envidias y no sólo por problemas exclusivamente psicológico-emocionales. Y la libertad no es un capricho.
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