lunes, 2 de abril de 2018

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo


Todos los que hemos seguido el reciente acontecer político peruano reconocimos que se inició un período de tregua con la juramentación de Martín Vizcarra como presidente de la República tras la dimisión de Pedro Pablo Kuczynski. Basta ver lo calladitos que ahora están los comunistas de Nuevo Perú (Verónika Mendoza incluida) y los del Frente Amplio, o ciertos "ppkausas" como Gilbert Violeta, cuando hace dos semanas clamaban por la convocatoria a nuevas elecciones generales por parte del entonces primer vicepresidente, porque la voz del pueblo tenía que ser escuchada Y que la Constitución se vaya al diablo. El grito de guerra fue "¡Que se vayan todos!". Claro, todos... menos ellos. Así se sienten los impolutos de la política por el sólo hecho de no haber recibido dinero de Odebrecht o de cualquiera de las constructoras brasileñas para financiar sus campañas a cambio de favores políticos y económicos vía adendas en contratos multimillonarios.


Valentín Paniagua inició su gobierno de transición con la frase "Nace hoy un tiempo nuevo", con el detalle de que nunca supo que los hijos de los pitucos miraflorinos, blancones y zurdos que necesitan mamar de las ubres del Estado para justificar su inutilidad en el sector privado, terminarían logrando una hegemonía cultural que impide que mucha gente reconozca que con nuestros impuestos nos reprograman las mentes, conservan sus privilegios, nos dicen quiénes son los enemigos del país y quiénes son la autoproclamada "reserva moral" de la nación por el sólo hecho de haberse tumbado un gobierno autoritario y escandalosamente corrupto como el de Alberto Fujimori. Otros piensan que Paniagua sí lo sabía, por su simpatía con las ideas de izquierda. Lo cierto, es que su honestidad no fue suficiente, ni tampoco el decir a Nicolás Lucar que lo hacía responsable por la falsa acusación de haber recibido dinero de Vladimiro Montesinos.


El "chaparrón" carecía del temperamento que se requiere para manejar un país tan complicado como éste. Su gabinete estaba dirigido por el "ilustrísimo" Javier Pérez De Cuéllar, pero a sus 81 años, quien lo dirigió en la práctica fue el ex radical de Vanguardia Revolucionaria Diego García-Sayán. Con eso se inició el "tiempo nuevo" que era muy distinto al que vaticinaba el fallecido discípulo de Fernando Belaúnde. La gente que recomendó, promovió y empleó García-Sayán se enquistó en el aparato estatal y para tener una razón de subsistencia, necesitaba crear un cuco llamado "fujimontesinismo". Qué mejor que apoyar al borracho de Cabana para que, como presidente, persiguiera sin misericordia a todos los que trabajaron en ese régimen, igual que Sánchez Cerro contra los de la administración Leguía a inicios de los violentos años 30. Nadie discute el hecho de que los que eran comprobadamente delincuentes de cuello y corbata recibieron con justicia sus condenas penales. El problema es cuando el toledismo persiguió a gente inocente por el sólo hecho de haber trabajado para ese régimen. Fujimori fue capturado, extraditado y sentenciado de forma cuestionada por el juez César San Martín.


Por eso, siempre hubo sospecha de que esta cofradía de vividores del Estado, con el poder que fueron acumulando, y con la venia de numerosos "notables" como el Nóbel de Literatura 2010 convencieran a millones de incautos de que el mal menor sería siempre alguien que no sea la "china". A esta casta, conocida en el mundo político como "caviares" no le importó que Toledo fuera un coquero, mendaz, mal padre y alcohólico. Tampoco que Alan fuera reelegido, pese a su desastroso primer gobierno. Tampoco que Ollanta fuera el "capitán Carlos" y que terminara siendo un monigote de su ambiciosa mujer. Y mucho menos que PPK fuera un lobbista que hacía negocios con el Estado peruano siendo ministro. Nada les importó. Sólo sus sueldazos y sus puestazos y que todos debían pensar y actuar como ellos. ¡Pero por supuesto! No podían dejar que los "impuros" gentiles y romanos del siglo XXI contaminaran su argolla, así que necesitaban un ejército de jóvenes para ser adoctrinado a fin de tener un legado generacional: los pulpines.


Creyeron así tener el control perpetuo del país y que las nuevas generaciones se tragarían el cuento... hasta que vino Marcelo Odebrecht y compañía y todo explotó como una bomba atómica. Primero debían recurrir a la prensa mermelera, para que los culpables fueran únicamente "los otros". Pero su enemigo mortal, su Mumm-Ra encarnado, fue indultado en nochebuena y se armó la marimorena. Después de eso, el país ya no se creía el cuento, ni los "no sabía nada", ni las marchitas, ni la chapa de "gobierno de lujo", ni los comunicados de "ilustres peruanos". Ni siquiera la clasificación al Mundial de fútbol ni la visita del Papa Francisco los pudo salvar. Presas del pánico, recurrieron a la "celestial" ayuda de un moqueguano buena gente, llamado de cariño Martincito.


Por supuesto, varios que arengaban el "que se vayan todos" vieron que mucho dinero compra mucho amor, así que decidieron darle el visto bueno a Martincito, invocando la institucionalidad y la democracia y así evitar que se desmorone el país por culpa de una "dictadura parlamentaria" dirigida por la hija de Mumm-Ra. El único comprobadamente corrupto fue el hermanito "avenger" y sus cómplices pillados con las manos en la masa, quienes no pudieron evitar quedar como imbéciles y cómplices de un lobbista amoral y aprendiz de Toledo en lo que a mentir de manera descarada y persistente se refiere para evitar ser destituido con 87 votos como mínimo.


Así pues, la manipulación del lenguaje y la condición de sepulcros blanqueados de toda esta argolla quedó al descubierto. Por eso tienen que readaptarse. Y convencieron a Martincito de que arme su primer gabinete con gente que ellos recomiendan: la comprobada promotora del aborto Silvia Pessah en la cartera de Salud (ya rechazada por el gremio médico nacional), Edmer Trujillo en Transporte (no le bastó el roche de las casas de "ppkartón"), el "Saavedra boy" Daniel Alfaro en Educación, la caviaraza Patricia Balbuena en Cultura y el inexperto David Tuesta en Economía. ¡Listo!


¿Qué ha cambiado? La respuesta es NADA. Así de simple. Sólo las caras. Las mismas políticas caviares. La tregua y la luna de miel por Semana Santa se acabaron. Por lo menos también las provocaciones, bailecitos y chistes malos del mentiroso de Choquehuanca. Sin partido político propio, ni plan de gobierno, ni bancada parlamentaria en la cual apoyarse, Martincito eligió mal su primer gabinete y con ello, los conflictos no tardarán en resurgir. Pueden apostarlo, aunque mañana sea la Cumbre de las Américas o Perú regrese en hombros de Rusia. Puede que me equivoque, pero a estas alturas, Vallejo tenía razón en su poema "Masa". ¿Quién es el cadáver? ¿Perú, Vizcarra, PPK, la clase política? No lo sé. Se los dejo de tarea.

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