jueves, 30 de enero de 2014

Scorsese sin fuelle

Se estrenó la última película de Martin Scorsese “El lobo de Wall Street”. No voy a hablar acá de las nominaciones ni de los premios ganados por esta producción, sino que me voy a centrar en la película en sí misma. Porque muchas veces la gente dice que cuando se estrena una película de Scorsese es la mejor del año o de la “historia del cine”. Increíble cómo el fanatismo por un cineasta puede llegar a nublar el criterio y compararlo con genios como Orson Welles, Stanley Kubrick o Alfred Hitchcock. Scorsese es talentoso pero no es un genio y tiene películas excepcionales como “Toro salvaje”, “Casino” o “La edad de la inocencia”. “Buenos muchachos”, mi favorita de las que hizo merece un comentario aparte, pues tiene muchas similitudes con “El lobo de Wall Street”. La euforia producida tras el estreno y la expectativa en la noche del Oscar se disipará con el paso del tiempo, permitiendo así evaluar la película con frialdad.
Para empezar, la premisa es apasionante, pues recoge las experiencias verídicas de Jordan Belfort, un inescrupuloso corredor de bolsa que amasó una gran fortuna vendiendo “acciones de centavo” transacciones “de centavo” donde la comisión es mucho más alta que las que él ganaba en Wall Street. Así que inicia su propio negocio, capacitando a su personal para vender “bonos basura” a mecánicos, albañiles, amas de casa, pensionados, etc. Asciende económicamente, pero, a su vez fracasa en su matrimonio debido a múltiples infidelidades. Desposa a una de sus amantes (una tentadora Margot Robbie), y su adicción a la cocaína empieza a cobrarle la factura. Sus problemas no terminan allí puesto que el FBI le echa ojo a sus actividades hasta meterlo en la cárcel y acabar convertido, tras su liberación, en un conferencista de motivación en los negocios. El problema es que aún no termina de pagar los 110 millones de dólares que ganó ilegalmente.
El inevitable paralelismo de Jordan Belfort con Henry Hill de “Buenos muchachos” es inevitable, pues ambos personajes son reales, pero al mismo tiempo repelentes, amorales, infieles, inescrupulosos, arribistas, infelices y cínicos. Henry Hill, interpretado con Ray Liotta, es un tipo disconforme con su situación que busca ascender social y económicamente trabajando para la mafia ítalo americana durante 30 años de su vida hasta acabar perdiéndolo todo y protegido por el Sistema Federal de Protección de Testigos. Jordan Belfort menosprecia la condición clasemediera de sus padres contadores y de manera ilícita busca también ser rico y tener al mundo comiendo de la palma de su mano. Su ascenso y caída son muy similares a los de Henry Hill, pese a que ambos se mueven en círculos diferentes. Ambos tienen en común la poca transparencia de sus actividades, la doble vida, la comisión de delitos como sustento y los excesos que todo eso conlleva: mujeres, drogas, poder y dinero.
“El lobo de Wall Street” es una película que llama la atención por la actuación de Leonardo DiCaprio, no por su actuación, sino porque cae mucho en evidentes actitudes chirriantes propias del Tommy Lee Jones y Jim Carrey de “Batman Forever”. Y encima no se parece al verdadero Belfort. Consecuentemente, el crítico Michael Phillips de Chicago Tribune acierta haciendo un comentario que comparto y que me permito transcribir: "La cámara de Scorsese energiza todo lo que puede y en todo lo que pueda como cineasta propulsor [que es]. Pero hacia el minuto 80 el tren bala del protagonista comienza a ir en círculos como un maníaco. (...) Puntuación: ★★ (sobre 4)". Ese es justamente el principal defecto de esta película: su redundancia, más allá de sus fuertes escenas de sexo, consumo de drogas y abundante lenguaje grosero y gestos obscenos.
El propio Belfort dijo que la película no contiene momentos más fuertes que relata en su autobiografía. Todos sabemos que la literatura y el cine son artes diferentes y por eso el libro debe ser más repulsivo (no lo leí, por si acaso) pues te lleva a adentrarte mediante tu imaginación en las experiencias alucinógenas del protagonista y que trata a las mujeres como depósitos seminales. Scorsese no sólo se nutre de este libro, sino que la historia que narra tiene influencias de Bret Easton Ellis (autor de “American Psycho”), Tom Wolfe (“La hoguera de las vanidades”) y Hunter S. Thompson. Aunque es dinámico y expuesto con estilo (uso de ralentí, comentarios directos a cámara, planos congelados, como en “Buenos muchachos”), el film se siente interminable con personajes secundarios poco desarrollados, salvo excepciones (Matthew McConaughey) y un fondo musical carente de inspiración con blues rock (desde Elmore James a Johnny Lee Hooker pasando por Ricchi e Poveri y The Beach Boys).
Ricardo Bedoya dijo que “El aviador” fue una decepción y que las últimas películas de Scorsese son logradas, de alto nivel técnico y narrativo, con buenas actuaciones y puesta en escena, pero no tienen la intensidad de sus obras maestras de los años 70, 80 y 90. “El lobo de Wall Street” no es la excepción. Scorsese peca de reiterativo y tremendista en esta película y hasta “Los infiltrados” y “La invención de Hugo Cabret”, pese a no ser de sus mejores películas se sienten más interesantes y absorbentes. Para disfrutar del cine bursátil, nada mejor que ver “Wall Street” o “El poder de la codicia”, pues “Marty” parece que se desinfla por falta de nervio.

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