lunes, 1 de agosto de 2016

Humala, la mediocridad en el poder

En el mes patrio empecé a leer un libro que en su época generó furor por su lenguaje vehemente e impetuoso: "El hombre mediocre". Se trata de la obra más conocida del político y médico ítalo-argentino José Ingenieros. Publicada en 1913, tuvo como inspiración al entonces presidente argentino Roque Sáenz Peña. Sí, al mismísimo sobreviviente de la Batalla de Arica en la Guerra del Pacífico, quien presenció en 1905 la inauguración del monumento al coronel Francisco Bolognesi en Lima, a quien tuvo el privilegio de conocerlo y de luchar junto a él por la defensa del territorio nacional, pese a la inevitable derrota que tendría lugar el 7 de junio de 1889. Es probable que José Ingenieros no tuviera eso en cuenta, sino sólo la gestión gubernamental de don Roque, a quien le agarró ojeriza por no darle (según su convicción) la importante Cátedra de Medicina Legal de la Universidad de Buenos Aires en 1911. Sáenz era conservador reformista e Ingenieros izquierdista radical, pero una persona sumamente leída. Esa puede ser una explicación.
Para Ingenieros, el hombre mediocre "es un individuo que posee la base fisiológica y educativa suficiente como para integrarse a esa sociedad donde ha nacido, pero es incapaz de proyectarse en ella de un modo superior, forjando merced a su imaginación ideales por los cuales luchar y mucho menos afrontando los avatares de esa pugna. Por el contrario, el mediocre acepta complacido cuanto se le ofrece de rutinario, prejuicioso y doméstico, que interpreta como una verdad absoluta, única e incuestionable. Se resigna a formar parte de un inmenso rebaño de dóciles sujetos que inclusive aprecian cualquier innovación como una amenaza a su statu quo y reaccionan negativamente, impulsados por la envidia, contra aquellos que enuncian o intentan llevar a la praxis sus ideales. Se desprende que el hombre mediocre es la construcción social ideal para que se sirvan de ella, como agente, los intereses en juego dentro de la sociedad, que emplearán al hombre mediocre para salvaguardar su existencia y fomentar su poder y mayor influencia." (Díada de Editorial del Nuevo Extremo S.A., 2015, p. 19).
Ahora, el Diccionario de la RAE define mediocre así "adj. De poco mérito, tirando a malo". Hace pocos años, la lingüista y ex parlamentaria Martha Hildebrandt calificó a Ollanta Humala como "cachaco mediocre" (aunque después se retractó). Con el tiempo la ciudadanía le puso la chapa de "Cosito" al entonces presidente por su falta de carácter al momento de tomar decisiones, pues éste siempre decía que le gustaba gobernar "como en una familia", es decir, en la práctica delegaba (extraoficialmente) sus funciones de gobernante A su esposa Nadine Heredia, como bien lo pinta Omar Chehade en su libro "La gran usurpación". Entonces, ¿en dónde quedó la tan cacareada "Gran Transformación" en la campaña de 2011? Pues en el cajón (o en el basurero, que es lo más probable), ya que los autoproclamados "garantes" Mario Vargas y Alejandro Toledo le convencieron de aplicar la llamada "Hoja de ruta" para que no ganara Keiko Fujimori, jurando incluso ante la Biblia, aunque no creyeran en la palabra de Dios. "No importa. La china, nunca debe salir elegida", decían.
El retirado comandante manifestó abiertamente su simpatía por los dictadores Juan Velasco Alvarado y el venezolano Hugo Chávez en la campaña de 2006, lo cual explica el nerviosismo y desconfianza de buena parte de la población por aquel entonces y cinco años después. Ya sabemos en lo que se ha convertido Venezuela gracias a Chávez: una gigantesca cárcel comunista donde el desarrollo humano y económico es cada vez más reducido y los derechos humanos son negados y violados ante la pasividad y silencio de gobiernos simpatizantes, entre ellos, el de Humala, pese a la matanza de más de 40 personas durante la represión de las manifestaciones públicas contra la situación del país en 2014. Ojalá Oliver Stone y Sean Penn hagan películas sobre Maduro y los boliburgueses, después del fiasco de "Al sur de la frontera". Al mismo tiempo, Chávez expresó que su inspiración para llevar a cabo su tan publicitada "revolución bolivariana" fue Velasco, responsable de la destrucción económica, política y social de Perú durante la década de los setenta. Destrucción que ni los democráticos gobiernos de Belaúnde y García pudieron detener debido a que Morales Bermúdez y sus milicos condicionaron la transición democrática a Haya de la Torre, (como presidente de la Asamblea Constituyente), a que incluya los principios y programas estatales socialistas en la Constitución de 1979. Ese gesto de prepotencia, aunado a la totalidad de los medios controlados por el Estado desde 1974, marcó el devenir político y constitucional de la llamada "década perdida", o sea, los años 80.
Precisamente, por los principios de esa derogada Constitución, Humala juramentó en el Parlamento el 28 de julio de 2011 y ejerció su gestión de manera pusilánime, condicionado por la informalidad, inacción, improvisación, y la intromisión e injerencia de su ambiciosa esposa en asuntos de gobierno, hasta retirarse 5 años después. De nada sirvió su lenguaje de cuartelazo ni los operativos de su ministro Urresti, Muchos ingenuamente creyeron en su condición de militar para poner mano dura a la delincuencia. Pero el "Capitán Carlos" de la base militar Madre Mía (aspecto totalmente callado por los caviares, rojos, garantes y demás hipócritas) demostró ser muy pequeño para el cargo de gobernante de la nación. Basta leer el análisis de Alfredo Palacios Dongo en el diario Expreso (ver http://www.connuestroperu.com/actualidad/punto-de-vista/50808-como-deja-el-pais-el-gobierno-de-humala), pues los datos estadísticos se los dejamos para los analistas políticos, economistas, juristas y otros.
Algo que hizo bien Humala ha sido el promulgar la Ley Servir y el no tumbarse el régimen económico que nos permitió crecer y salir de la pobreza. Pero ni eso es suficiente para un país necesitado de importantes reformas económicas, políticas, administrativas, electorales, tributarias, sanitarias, educativas, etc. Algo que se espera, cumpla el señor Pedro Pablo Kuczynski, pues la insatisfacción con la actual situación del país es generalizada. Bueno, esa es la consecuencia de votar como parte del "electarado", pero lo más divertido fue leer los mensajes de personajes faranduleros como el patético "Humala, devuélveme mi voto" esbozado por la periodista Claudia Cisneros. Como bien lo diría La Ortiga, "siempre hemos sido así: tetudos hasta la fantasía".
Así que, ahora que el hijo del fundador del nazismo peruano (etnocacerismo, que le dicen) y hermano del asesino de policías durante el Andahuaylazo en 2005 (con su apoyo desde Corea del Sur como agregado militar) ya salió del poder, podemos concluir que José Ingenieros se equivocó de persona para inspirarse a escribir su célebre libro, pues lamentablemente no pudo nacer ni vivir en el Perú del siglo XXI ni conocer a alguien como Humala. De la misma forma, Martha Hildebrandt erró al retractarse de su calificativo, pues no es suficiente ser demócrata para sacar adelante un país, cuando la población exige también convicción, iniciativa, firmeza e intrepidez por parte de un gobernante, además de experiencia nacional e internacional y conocimientos indispensables sobre el país.
Qué mejor que terminar con el tema musical de Los Pakines "Juan Pisao" y con el ácido comentario de don Andrés Bedoya Ugarteche sobre la presidenta de facto: "He leído en los diarios de ayer enormes titulares, todos referentes a nuestra Reina Victoria particular: "Es la Jefa", "Nadine manda" y otros más. Sí pues. La verdad de la milanesa es repetir lo que dije en una anterior nota: Ollantita carece de adminículos y sin eso es imposible gobernar. (...) Tienes que pasarle el cetro a la Reina, que está mucho más libre... Así, Nadine da órdenes que su comandante sería incapaz de dar. Envía órdenes al ministro de Energía y Minas y a varios más... ¡Qué cojones! Ella manda y se acabó. Además es una reina muy bonita. Pega su gatazo y encima le enseña al pejesapo de su esposo lo que tiene que decir y cuándo decirlo. Ella puede gobernar solitita ella, sin miedo. No sería mala idea declararla "Reina" y que Ollanta se quede de "Príncipe Consorte". Claro, habría que hacerle un uniforme de la puta madre, porque así con su ternito rascuacho parece un acomodador de cine de los de antes".

3 comentarios:

  1. Jajaja, que buen articulo Andres, tal cual. Hay personas que no ven esa realidad cegados por su matrimonio sentimental con dicho gobierno...

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  2. Las pasiones enceguecen el intelecto. El articulo describe lo que es y ha sucedido. Te felicito :)

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