miércoles, 31 de agosto de 2016
Ben-Hur: ¿qué pasó con el joven Arrius?
La opinión es casi unánime: esta nueva versión de Ben-Hur es abismalmente inferior a la obra maestra que protagonizó Charlton Heston en 1959. Como siempre se dice, las comparaciones son odiosas, pero inevitables, sabiendo el carácter clásico de la película ganadora de 11 premios de la Academia. Un récord que se mantuvo hasta 1997, cuando "Titanic" de James Cameron lo igualó y "El señor de los anillos: el retorno del rey", de Peter Jackson en 2004 hizo lo mismo. Todos sabemos eso, es verdad, pero muy pocos saben que todo empezó en 1907, cuando se adaptó al cine silente la primera versión de la novela de Lewis Wallace. Después llegaría la versión de 1925 con una duración de dos horas y media, hasta que se estrenó la de 1959 (de tres horas y media), que todos conocemos. En 2010 se hizo otra versión para la televisión, y 6 años después, la que es objeto de comentario.
La primera versión es muy curiosa: dura sólo quince minutos y se centra, casi en su totalidad, en la carrera de cuadrigas, para la cual se usaron carros-bomba de los bomberos de una playa de New Jersey, los cuales aparecen como extras. La película fue realizada dos años después de la muerte de Lew Wallace, pero sin haber pedido permiso a los herederos de los derechos de éste, algo que era una práctica común de la época. Gracias a Wikipedia, podemos enterarnos que el guionista Gene Gauntier comentó, en su autobiografía de 1928, cómo la industria del cine de ese momento se caracterizaba por infringirlo todo. Como resultado, la empresa editorial y los herederos de Wallace presentaron una demanda contra la productora por infracción de derechos de autor. La Corte Suprema de Estados Unidos le dio la razón a los demandantes en 1911 y la sentencia sentó un precedente en materia de derechos de autor, algo que se repitió en la siguiente década con el caso de la película alemana "Nosferatu" y los herederos de Bram Stoker, escritor de "Drácula".
La versión de 1925 es una superproducción de notable fluidez narrativa. El relato se ajusta con mayor fidelidad a la novela que la versión de 1959. Contrapone las ansias de venganza de Judah Ben-Hur con las enseñanzas de Jesús de Nazaret, en esta ocasión conocidas a través de sus propias palabras, que invitan al amor y al perdón. Cumplida la venganza, recupera su fortuna y con ella levanta dos legiones contra los romanos para proclamar rey de Judea a Jesús. Estos propósitos chocan con la opción por la paz de éste, que le proclama que su reino no es de este mundo (sólo se ven sus brazos en toda la película). La película, pese a ser muda, es una obra muy rica en sugerencias, que conmueve y emociona. Nueve escenas fueron rodadas en color. Son destacables la escena de la batalla naval, la de San José y Santa María durante el 24 de diciembre, el intento de seducción de Ben-Hur (el mexicano Ramón Novarro) por la pérfida Iras (Carmel Myers), el beso en el suelo de la leprosa Miriam (destinado al hijo que no quiere contagiar), la mujer adúltera del Evangelio, el camino de la Cruz, el terremoto y la carrera de cuadrigas. La música de la versión en DVD (2005) incluye una excelente banda sonora, original de Carl Davis, interpretada por la Orquesta Filarmónica de Londres, que acompaña la acción activamente e introduce fragmentos de órgano en las escenas sagradas. Las interpretaciones son admirables y la dirección crea una obra memorable que urge dar a conocer a pesar de su antigüedad.
No es casualidad que "Ben-Hur", del tres veces oscarizado William Wyler ("La señora Miniver" y "Los mejores años de nuestras vidas") fuera la película con más premios de la Academia durante décadas. ¿Por qué sigue viéndose, año tras año durante la Semana Santa? ¿Por qué sigue fascinando y siendo objeto de estudio en las escuelas de cine de todo el mundo? Por la sencilla razón de que "Ben-Hur" resume y condensa la quintaesencia del cine como entretenimiento y arte: un espectáculo de principio a fin lleno de escenas épicas de una grandeza colosal, y al mismo tiempo compuesto por escenas íntimas no menos fascinantes. Recordemos que Hollywood apostaba por este tipo de producciones para hacerle batalla a la televisión en la década de los cincuenta. Se han escrito muchos libros y artículos sobre esta gran película, pero nada mejor que la crítica del diario The New York Times: "Un drama suntuoso y ardiente que excede los límites del espectáculo". Así que creo que no hay más que añadir, salvo el hecho de que el propio director Wyler fue el asistente de dirección de la película de 1925 y que 33 años después estaría en la dirección de este filme.
La siguiente versión se hizo en 2010 para la televisión británica y está protagonizada por Joseph Morgan. Se estrenó en formato de miniserie de dos episodios con una duración total de 240 minutos y, la verdad, es olvidable por la falta de carisma de sus actores y la falta la espectacularidad que hizo famosa a su antecesora. Eso se nota, sobre todo, en la famosa carrera de cuadrigas, carente de emoción y rodada con desgano, a diferencia de la anterior, que es considerada la mejor escena de acción de la historia del séptimo arte. Personalmente, bastó que viera la escena del combate naval para darme cuenta de que como producto no valía la pena.
Ahora el cineasta ruso Timur Bekmambetov presenta esta versión protagonizada por Jack Huston, nieto del gran cineasta John Huston ("El halcón maltés", "Moby Dick"), bisnieto del actor Walter Huston ("Duelo al sol", "El tesoro de Sierra Madre") y sobrino de la actriz Anjelica Huston ("El honor de los Prizzi", "Los locos Addams") interpretando a Judah y a Toby Kebbel como Messala. Los diálogos son de fórmula, las situaciones absurdas y el desenlace ridículo, el cual busca resaltar el mensaje cristiano de perdón y reconciliación. La intención es noble, pero ¿no pensaron los productores Mark Burnett y Roma Downey que su filme sería apaleado por la crítica especializada y que sería un fracaso de taquilla? Mejor hubiera sido hacer por ejemplo, una película que recree el proceso de reconciliación entre Alemania y el pueblo judío, haciendo énfasis en la célebre "Genuflexión de Varsovia" de 1970 por parte del entonces presidente alemán Willy Brandt. De paso instruye a muchos jóvenes que no conocen esa parte de la historia reciente y le responde a la película "Munich" (2005) de Steven Spielberg sobre la venganza y el terrorismo de Estado.
A favor del film cuentan los efectos digitales, y también podría decirse que la figura de Jesucristo se siente cercana, gracias a la interpretación del brasileño Rodrigo Santoro (cómo contrasta con el malvado Jerjes de "300") gracias a que se le ve el rostro y a los breves diálogos sobre el amor que entabla con Judah. En contra de la película juega el poco creíble bosquejo de Messala y su intención de condenar a Judah a las galeras. Más parece un pelele dispuesto a ascender como militar para ser alguien y no el ambicioso romano que quiere llegar a estar al lado del César (como lo interpretó brillantemente Stephen Boyd). La escena de la batalla naval parece sacada de "300, el nacimiento de un imperio"; Esther (la iraní Nazanin Boniadi) lleva el cabello suelto y pantalones (y poco le falta para vestir jeans); en otra escena todos cabalgan, pero Judah es el único que no se abriga el cuello en medio del clima nevado; Judah no salva a Quintus Arrius, sino que lo mata, perdiendo para siempre su posibilidad de ser ciudadano romano; la madre y la hermana de Judah, enfermas de lepra, absurdamente le chotean diciéndole que él está muerto (gracias a una desobediencia del Drusus, el brazo derecho de Messala); la carrera de cuadrigas es tan exagerada que parece "Rápidos y furiosos" en versión romana; y lo peor: el jeque Ilderim (Morgan Freeman) es un africano billetón y no árabe (a diferencia del oscarizado Hugh Griffith) y con sus trenzas canosas parece la versión masculina de Whoopi Goldberg.
En conclusión, las fallas de la película sobrepasan a los logros y sólo me ha despertado el interés por leer la obra original de Lewis Wallace, un héroe de la Guerra de Secesión estadounidense que sólo llegó a ver en vida las adaptaciones teatrales de su obra cumbre. Una novela de fuerte carga intelectual publicada en 1880, donde el autor plasma su visión personal del perdón tras vivir un proceso de conversión. Habrá que recurrir a ella para descubrir las sorpresas y detalles no plasmados en ninguna de las versiones cinematográficas. Por lo pronto, tras ver la versión de 2016, preguntémonos: "¿qué pasó con el joven Arrius?".
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Muy buen análisis! ;)
ResponderEliminarMe la recomiendas verla en el cine???
ResponderEliminarSi quieres vela. La versión del 59 la quiero ver en el cine para salir fascinado, como cuando reestrenaron El Padrino.
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