miércoles, 7 de septiembre de 2016
Nessun dorma: el triunfo del amor
Quienes no saben lo que significan las palabras que dan título a esta columna, jugarán con las palabras adaptando su sonido a la lengua española, como por ejemplo alguien me dijo "Asu, Norma". Pero no. Su significado es "nadie duerma" en italiano y muchos se preguntarán cómo suena dicha pieza musical o quizá ya la escucharon pero ignoran su nombre. Si les gusta el cine, pueden recordarla como parte de las bandas sonoras de películas como "Mar adentro" (con Javier Bardem), "La suma de todos los miedos" (con Ben Affleck) y "Misión imposible: Nación secreta" (con Tom Cruise). Si durante el metraje de todos esos ejemplos cinematográficos escuchan un aria con voz masculina y sienten que en el clímax final quedan emocionados hasta las lágrimas, pues ésa es. Quienes crecimos escuchando a Luciano Pavarotti jamás olvidaremos sus interpretaciones de "O sole mio", "La donna è mobile", y especialmente "Nessun dorma", especialmente cuando cantó junto a Plácido Domingo y José Carreras en el concierto "The three tenors in concert" realizado en Estados Unidos en 1994 y dirigidos por el serbio Zubin Mehta.
Esta pieza es sólo una de todas las que conforman "Turandot", una ópera escrita por el compositor italiano Giacomo Puccini, que quedó inconclusa por su muerte en 1924, por lo que fue completada por Franco Alfano y estrenada el 25 de abril de 1926 en el teatro La Scala de Milán. En esta historia ambientada en la China imperial, un valeroso príncipe extranjero que se juega el pellejo por el amor de una fría princesa china de nombre Turandot: si descifra sus tres acertijos podrá casarse con ella pero, si no lo logra, será decapitado, como los anteriores pretendientes foráneos que ella tuvo. La ópera se compone de tres actos y es precisamente en el tercero, donde suena el “Nessun dorma”, que representa la firmeza del príncipe Calaf para guardar el secreto de su nombre y así ganar el amor de la fría princesa.
Turandot es un nombre de origen persa que significa 'La hija de Turán'. Turán es una región de Asia Central que pertenecía al Imperio persa. El origen de esta historia se remonta al poema titulado "Las siete bellezas" o "Las siete princesas", obra de Nezamí Ganyaví, uno de los grandes poetas épicos de la literatura persa (algo así como la leyenda de Naylamp para nosotros). Este poema relata la historia de un príncipe persa de la época Sasánida (siglos III a VII d.C.), que tenía 7 princesas, cada una de ellas proveniente de un lugar distinto del imperio: Asia central, China, Egipto, Grecia, India, Rusia y Turquía. La princesa de origen ruso no encontraba ningún hombre que fuera digno de ella, y por eso se encerró en una fortaleza y declaró que sólo se entregaría al hombre que pudiera resolver una serie de enigmas. Pero una vez resueltos, debía pasar por su “puerta secreta guardada por misteriosas espadas que amenazan con decapitar al intrépido”.
Esta historia fue recogida por François Pétis de la Croix (1653-1713), un orientalista y anticuario francés contemporáneo de Antoine Galland, traductor de "Las mil y una noches" (¡no la telenovela turca, por si acaso!), en una colección de cuentos titulada "Los mil y un días" (las reminiscencias a la clásica obra y a la princesa Sherezade son evidentes). En esta obra se hace una trasposición cultural de la princesa rusa original a una fría y cruel princesa china llamada “Turandokht”. Esta trasposición busca acentuar el carácter exótico de la historia. A partir de este relato, el conde y escritor Carlo Gozzi creó una tragicomedia al estilo de la Comedia del arte italiana, que luego fue recreada por el poeta y dramaturgo alemán Friedrich Schiller (1759-1805). El texto de la ópera que llegó hasta nuestros días está basado en una traducción italiana de esta obra.
Puccini comenzó a trabajar en "Turandot" en marzo de 1920. En marzo de 1924, había completado la ópera hasta el dueto final. Sin embargo, no quedó satisfecho con el libreto del dúo y no reanudó el trabajo hasta el 8 de octubre del mismo año. Desafortunadamente, el 10 de octubre le diagnosticaron un cáncer de garganta y murió pocas semanas después, el 29 de noviembre, dejando esbozos sobre el desenlace e instrucciones para que el director de orquesta Riccardo Zandonai terminara la ópera; sin embargo su hijo Tonio objetó esta decisión y Franco Alfano fue el encargado de concluirla. Un dato curioso: Zandonai fue quien escogió a al célebre tenor chalaco Alejandro Granda (muchos años antes de Juan Diego Flórez) y lo dirigió como Romeo en su "Giulietta e Romeo" y en su "Francesca da Rimini".
La frialdad de la princesa y su rechazo a ser amada por parte de un pretendiente hunde sus raíces en el ultraje que su abuela sufrió por parte de un extranjero similar al príncipe. No obstante, la actitud de este último destaca no por su obstinación, sino por su sincero amor hacia Turandot, lo cual lo empuja a derretir el témpano en que se ha convertido su corazón llenándose de orgullo y odio. La prueba que el príncipe plantea a su amada es como una forma de hacerle sentir en su propia carne, la angustia y el dolor que infligió a otros, pero también de demostrarle que con el perdón triunfa el amor. Así pues, como se suele decir, a la hora de conquistar el corazón de una dama "siempre hay resistencia al inicio". O como diría Marco Tulio Gutiérrez, el ex regidor de Luis Castañeda Lossio durante la campaña por el SI a la revocatoria a Susana Villarán, "¿por qué las mujeres dicen NO cuando en el fondo dicen SI?"
Bueno, bromas aparte. Dicen que no es recomendable contar el final de una obra porque estropea su disfrute, el suspenso y la sorpresa final; sin embargo hay personas que piensan lo contrario. Así que, después de dar este breve recorrido por la génesis de esta ópera podemos decir que el príncipe Calaf y la princesa Turandot terminan dándose el beso de amor y el consiguiente abrazo antes de recibir la bendición del benevolente emperador chino, despertando la algarabía y las alabanzas de la corte imperial y del pueblo pekinés. Ese clímax no puede verse en el cine o en internet, ni describirse en una columna como ésta debido a su apoteósica música que eleva las emociones de manera soberbia hasta arrancar fuertes aplausos de los extasiados espectadores durante cinco minutos de pie, sin importar si salen cayos en las palmas de las manos.
(Foto de Matteo Pagliari)
Todo lo anterior es lo que el autor de esta columna experimentó para ser la primera vez que acudo a ver una ópera en el presente mes. Probablemente hayan mejores representaciones en otros escenarios como el Metropolitan Opera House de Nueva York, el Teatro Colón de Buenos Aires o La Scala de Milán. Los conocedores del mundo lírico harán las respectivas comparaciones yendo a esos y a otros escenarios (sobre todo si cuentan con suficiente guita para viajar, hospedarse y pagar entradas en platea) colocando en sus podios de la crítica operística a quienes mejor interpreten los papeles de "Turandot". Pero, tras vivir esta excepcional experiencia cultural, es un brillante inicio para adentrarse en el mundo de la lírica y enriquecer el gusto musical, además de contribuir a desarrollar el arte y la cultura. Así que desde aquí, mis felicitaciones al elenco; al Coro Nacional de Niños, dirigido por Mónica Canales; a la Orquesta Ciudad de Lima; al Director de orquesta Matteo Pagliari; y al Director Escena Rodrigo Navarrete. Mención aparte para Andrés Veramendi, a quien tuve el honor de conocerlo meses antes y contemplarlo por su notable interpretación del príncipe Calaf. También, para la no menos meritoria soprano canadiense Othalie Graham como Turandot y la búlgara Svetla Krasteva como Liú, la sierva del príncipe.
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aprendí algo mas para la vida! interesante
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