Es esperanzador ver que sigue en la cartelera limeña la película “Fátima: el último misterio”, producida por la española Goya Producciones, especialista en la realización de documentales católicos de gran valor apologético. Inicialmente iba a estar una semana en la cartelera, tal como ocurrió con el documental “Para Francisco: un hombre de palabra”. Sin embargo, ante la ausencia de publicidad en los medios masivos, los mismos católicos nos organizamos para correr la voz y llevar a más y más personas a las salas de cine de la cadena Cinemark (mi gratitud para ella desde este artículo) y así se pudo extender su permanencia en la cartelera comercial. La misma experiencia ocurrió en España con el documental “La última cima”, primera obra de Juan Manuel Cotelo.
Y es que los temas religiosos no son del agrado de la mayoría de productores, directores, guionistas o estrellas de cine, quienes, muchas veces envueltos en ese mundo de seducción, avaricia, arribismo, lujuria, chantajes y vanidad, la Palabra de Dios y las enseñanzas de su Iglesia no son de su agrado. Pero ¿cómo lo va a ser para quienes viven justificando el pecado? Incluso buena parte de la crítica cinematográfica hace hincapié en calificar de proselitista o moralista cualquier película con contenido cristiano, por más que esté bien realizada en el plano artístico y técnico. “Fátima: el último misterio” es el ejemplo más notorio dentro de nuestra cartelera comercial.
¿Por qué tanto énfasis en esta película? Muy simple: por la importancia de la consagración de una nación, de una familia y de cada persona a Cristo por medio de María. Ese acto fue lo que salvó al mundo de la destrucción total durante el siglo XX. Ver esta película dirigida por Andrés Garrigó y Pablo Moreno, ayuda a muchos a conocer detalles de la historia universal de los últimos 100 años para entender cómo llegamos hasta la situación en la que ahora nos encontramos. Quienes son apasionados de la historia la disfrutarán, e incluso, quedarán sorprendidos con algunos detalles explicados por los respectivos especialistas. Sin embargo, los mensajes de la Virgen María sobre la necesidad de oración, sacrificio, arrepentimiento de los pecados y retorno a Dios para lograr la paz y evitar la condenación eterna de muchas almas son lo que trasciende el espacio y tiempo, debido a su permanente actualidad.
Consagrarse a Jesús por medio de María consiste en renovar las promesas de tu bautismo, de manera libre y voluntaria, después de un período de formación y catequesis llevado a cabo por misioneros y sacerdotes. Existen parroquias que ofrecen estos cursos siguiendo las instrucciones dadas por San Luis María Grignon de Monfort en su libro “Tratado de la verdadera devoción”, publicado en el siglo XVIII, perdido y reaparecido dos siglos después. Si te desvías del camino por diferentes enemigos (mundo, carne o demonio) María es la que se encarga de “enderezarte” para que tu recorrido vital sea el correcto, sin importar las veces que hayas tropezado en el camino.
La consagración del mundo a María Santísima en comunión con el episcopado mundial y con expresa mención de Rusia, que sor Lucía solicitaba a cada pontífice es la clave para poder entender el cambio del curso de la historia. De haber atendido este pedido a tiempo, muchas tragedias pudieron evitarse, pero Dios saca bendiciones de los errores, porque nada lo detiene en su afán por salvar a sus hijos. María no es un personaje bíblico más. Su importancia en la historia de la redención del género humano es trascendental, dada su condición de “Theotokos” (Madre de Dios, dogma de fe). Y si Cristo, siendo Dios, se guardó lo mejor para el final, es decir, entregárnosla a ella como Madre, por qué entonces desconfiar de sus consejos maternales. Su protección es permanente y poco a poco transforma la vida de quien se consagra a su hijo. Si el propio Dios quiso tener una mamá y te regaló a ella misma como madre espiritual, su protección, consejos y enseñanzas a un consagrado transforman su vida sorprendentemente. Quien escribe esto da fe de ello.
Dios no salva a ningún alma si ésta no se abre a su plan de salvación. Como el más ilustre de los caballeros, Él respeta por amor la libertad de cada hijo suyo, pero nunca va a dejar de tocar las puertas de tu corazón para que te llene con su paz en medio de las tribulaciones de la vida. Y si lo hace por medio de su madre, es un plus adicional para poder perseverar en su amor. Por eso, es conmovedora y realista la historia que se narra en la película junto con sus respectivos detalles: la madre montadora profesional, su fe perdida y su necesidad de recursos, su hijo que rezaba el rosario junto a la abuela cuando vivía, los amigos que volvieron tras peregrinar a Fátima, la cadena de coincidencias históricas entre los avisos, profecías cumplidas y pedidos de la Virgen a los pastorcitos Lucía, San Francisco Marto y su hermana Santa Jacinta, etc.
La consagración es una bendición especial que puede cambiar tu vida y la de tu entorno. Vivir en ella es exigente, pero para ello la preparación te ayudará a llevar una vida de oración, frecuencia de los sacramentos, lectura y meditación de la Palabra y práctica de la caridad, para brindar así un testimonio de fe coherente que irradie alegría a todo el que se cruce contigo. El signo para reconocer a un consagrado es cuando lleva colgada la Medalla milagrosa (la misma que Santa Catalina Labouré pidió diseñar a pedido de María). Independientemente de la sintonía que cada alma tenga con una de la gran variedad de comunidades católicas para perseverar en la vida cristiana, la consagración le ayudará a amar más a Cristo y a María.
Incluso la consagración puede proteger a una nación de muchos males, pues estamos en una guerra contra seres espirituales caídos por su soberbia contra Dios y no contra seres humanos. Así como San Juan Pablo II llevó a cabo con fidelidad el pedido de nuestra Madre de la consagración mundial en 1984, es recomendable que solicitemos a todos los obispos de nuestro país renovar la consagración de nuestra nación. Es por ello que desde aquí se propone llenar el enlace situado al final del artículo. Mientras más gente lo firme (y rece), mayores posibilidades habrán de proteger nuestra patria contra los males espirituales e ideológicos que hoy nos acechan. Hace 100 años fueron el nazismo y el comunismo. Ahora lo son la cultura de la muerte y el marxismo cultural. Aprovechemos esta gran oportunidad y hagamos realidad las palabras de María: “Al final mi Inmaculado Corazón triunfará”.
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