sábado, 10 de diciembre de 2022

Sentencia de muerte política




Cayó Pedro Castillo. Y no es motivo para no celebrar. Desde que ganó las elecciones generales de 2021 bajo sospecha de fraude orquestado desde la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) y el Jurado Nacional de Elecciones, un hecho omitido escandalosamente por la Organización de Estados Americanos (OEA), se instauró un gobierno basado en la provocación, el delito, el afán de poder, la ideología más trasnochada, el resentimiento social, la ignorancia supina, la humillación permanente en el extranjero, la agresión verbal y hasta física en algunos casos, el odio racial y la polarización entre los peruanos, sin que se pueda enumerar una sola obra o logro por el que pase a la Historia.

 

Era tan evidente, como la ley de la gravedad o como que dos más dos es cuatro, que era un gobierno escandalosamente corrupto. Todas las semanas salían a la luz nuevos escándalos que enturbiaban la vida política del país e impedían el crecimiento sostenido, que terminó con el gobierno de Ollanta Humala. Sus sucesores se encargaron de agudizar la crisis politica y no supieron crear puentes de diálogo con la oposición. Mucha improvisación, demagogia, promesas nada realizables y al final todo se fue al traste. Castillo, se convirtió asi en la hechura del fondo al que llega un país cuando su gobernante, sus familiares, y sus colaboradores se enriquecen ante la vista y paciencia de los ciudadanos, quienes ven como todo se sigue deteriorando sin parar y no sólo en lo económico. Quienes lo negaban, o no querían verlo, eran cómplices o indiferentes. 

 

Tarde o temprano, el vaso iba a rebalsar por la intención de implantar una dictadura marxista-leninista-mariateguista, como bien lo establecía el ideario de Perú Libre, cuyo presidente, el castrochavista Vladimir Cerrón buscó la forma de transformar a Perú en otra Cuba, aunque fuera el poder detrás del trono. Los nombramientos de ministros bastante cuestionados eran la prueba de que se buscaba provocar a la oposición para que "pisara el palito" y se cerrara el Congreso de la República. La guerra política buscaba imponer una Asamblea Constituyente para consolidar el Socialismo del Siglo XXI en el poder, a ejemplo de Venezuela. Es obvio que era una estrategia del Grupo de Puebla para que la inteligencia cubana se expanda por Perú, como ya se intentó con las denominadas "casas del ALBA" impulsadas por el autócrata llanero Hugo Chávez Frías.

 

Sin embargo, todo el castillo de naipes se vino abajo cuando la gente, harta de tantos escándalos y del lento, pero constante retroceso del país tomó nota del desarrollo del tercer intento de vacancia presidencial por incapacidad moral permanente. El gobierno buscaba un detonante para forzar el cierre del Parlamento y se pensó que las declaraciones de Salatiel Marrufo en la Comisión de Fiscalización del Congreso revelando la entrega de mas de 4 millones de soles al Presidente, por parte de una empresaria para lograr contratos millonarios con el Estado, ser[ia el pretexto ideal; además de las explosivas  revelaciones del ex jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) involucrando a Castillo en la fuga de sus sobrinos y ex ministros y compinches.

 

El detonante no funcionó y, por miedo a ir a la cárcel por el fallido golpe de Estado, gran parte de los ministros renunciaron (hasta el abogado del Presidente). Pero lo que precipitó la caida del gobernante fue el nulo respaldo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, además de la condena nacional de parte de todas las instituciones del Estado y de la prensa. Eso, sin duda, es algo histórico, pues demuestra que, por primera vez, se logró cohesión en la defensa del Estado de Derecho, la Constitución y de la democracia. A diferencia del golpe de Estado de Martín Vizcarra del 30 de setiembre de 2019, apoyado por cuatro magistrados del Tribunal Constitucional que establecieron la existencia de la supuesta "denegación fáctica de la cuestión de confianza", Castillo, hizo una jugada precipitada, sin planificación ni apoyo de ningun tipo.

 


El "prosor" cometió tantos atropellos contra la ley y la moral que no alcanzaría el espacio de esta columna para enumerarlos cada uno. Lo cierto, es que con ese patético golpe de Estado, Pedro Castillo firmó su sentencia de muerte política, al igual que su entonces premier y ahora incondicional abogado y paisano Aníbal Torres Vasquez. Sobre este personaje, me permito decir unas palabras: Él fue mi profesor en la facultad de Derecho y durante años lo admiré por sus logros academicos y profesionales. Sin embargo, su actitud beligerante, ofensiva y abiertamente intolerante con la oposición y con la prensa, me han decepcionado profundamente y además han destruido su prestigio de tal modo que, del ilustre catedrático y decano del Colegio de Abogados de Lima (CAL), sólo quedan escombros.

 


Para graficar esto, nada mejor que recordar la escena de la sentencia en la notable película "El juicio de Núremberg" (1961), en la que Spencer Tracy, interpretando al juez Dan Heywood, expresa los considerandos del tribunal durante el juicio a cuatro abogados que avalaron las políticas de esterilización durante la Alemania nazi. Específicamente se refiere al caso del juez Ernst Janning, interpretado por Burt Lancaster, un prestigioso jurista de fama internacional que colaboró con el régimen antisemita de Hitler creyendo que era lo mejor para sacar de la ruina a su pais, el cual estaba destruido, humillado y amenazado por los países ganadores de la Gran Guerra, por el draconiano Tratado de Versalles y por la Crisis Económica Mundial de 1929. Sus motivaciones se pudieron entender, pero acabó traicionandose a si mismo al dejar que la justicia sea pisoteada por razones patrioticas. Aunque es un ejemplo ficticio, es una forma de mostrar como los hombres prominentes en sus profesiones se pueden terminar engagnando a sí mismos y defender causas alejadas del bien común.

 

Ahora Perú tiene a su primera presidente mujer, Dina Boluarte, que no es tampoco garantía de transparencia, dada su estrecha colaboración con Vladimir Cerrón y con el entonces presidente Castillo. Con las acusaciones que la persiguen no hay seguridad de que sea garantía de estabilidad, pues el apoyo que le han brindado los caviares y su docilidad a las políticas globalistas echan sombras de desconfianza sobre su flamante administración. Aun así es un alivio que ya no se encuentre en el poder el hombre que con su ridículo sombrero, su ignorancia sideral, su carencia total de escrúpulos y desprecio por las leyes, llevó al pais a una de las peores crisis políticas de su historia. Por todo eso será tristemente recordado. Mientras tanto, a mantenerse vigilantes, porque la democracia, la moral y las buenas costumbres deben ser defendidas y preservadas permanentemente.

 

P.D. Que descanse en paz Martha Hildebrandt Perez-Treviño, peruana ilustre, destacada lingüista y autora de numerosos libros, entre ellos "El habla culta" y "Peruanismos".

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