Cayó Pedro Castillo. Y no es motivo para no celebrar. Desde
que ganó las elecciones generales de 2021 bajo sospecha de fraude orquestado
desde la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) y el Jurado Nacional
de Elecciones, un hecho omitido escandalosamente por la Organización de Estados
Americanos (OEA), se instauró un gobierno basado en la provocación, el delito,
el afán de poder, la ideología más trasnochada, el resentimiento social, la
ignorancia supina, la humillación permanente en el extranjero, la agresión
verbal y hasta física en algunos casos, el odio racial y la polarización entre
los peruanos, sin que se pueda enumerar una sola obra o logro por el que pase a
la Historia.
Era tan evidente, como la
ley de la gravedad o como que dos más dos es cuatro, que era un gobierno
escandalosamente corrupto. Todas las semanas salían a la luz nuevos escándalos
que enturbiaban la vida política del país e impedían el crecimiento sostenido,
que terminó con el gobierno de Ollanta Humala. Sus sucesores se encargaron de
agudizar la crisis politica y no supieron crear puentes de diálogo con la
oposición. Mucha improvisación, demagogia, promesas nada realizables y al final
todo se fue al traste. Castillo, se convirtió asi en la hechura del fondo al
que llega un país cuando su gobernante, sus familiares, y sus colaboradores se
enriquecen ante la vista y paciencia de los ciudadanos, quienes ven como todo
se sigue deteriorando sin parar y no sólo en lo económico. Quienes lo negaban,
o no querían verlo, eran cómplices o indiferentes.
Tarde o temprano, el vaso
iba a rebalsar por la intención de implantar una dictadura
marxista-leninista-mariateguista, como bien lo establecía el ideario de Perú
Libre, cuyo presidente, el castrochavista Vladimir Cerrón buscó la forma de
transformar a Perú en otra Cuba, aunque fuera el poder detrás del trono. Los
nombramientos de ministros bastante cuestionados eran la prueba de que se
buscaba provocar a la oposición para que "pisara el palito" y se
cerrara el Congreso de la República. La guerra política buscaba imponer una
Asamblea Constituyente para consolidar el Socialismo del Siglo XXI en el poder,
a ejemplo de Venezuela. Es obvio que era una estrategia del Grupo de Puebla
para que la inteligencia cubana se expanda por Perú, como ya se intentó con las
denominadas "casas del ALBA" impulsadas por el autócrata llanero Hugo
Chávez Frías.
Sin embargo, todo el
castillo de naipes se vino abajo cuando la gente, harta de tantos escándalos y
del lento, pero constante retroceso del país tomó nota del desarrollo del
tercer intento de vacancia presidencial por incapacidad moral permanente. El
gobierno buscaba un detonante para forzar el cierre del Parlamento y se pensó
que las declaraciones de Salatiel Marrufo en la Comisión de Fiscalización del
Congreso revelando la entrega de mas de 4 millones de soles al Presidente, por
parte de una empresaria para lograr contratos millonarios con el Estado, ser[ia
el pretexto ideal; además de las explosivas revelaciones del ex jefe de
la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) involucrando a Castillo en la fuga
de sus sobrinos y ex ministros y compinches.
El detonante no funcionó
y, por miedo a ir a la cárcel por el fallido golpe de Estado, gran parte de los
ministros renunciaron (hasta el abogado del Presidente). Pero lo que precipitó
la caida del gobernante fue el nulo respaldo de las Fuerzas Armadas y de la
Policía Nacional, además de la condena nacional de parte de todas las
instituciones del Estado y de la prensa. Eso, sin duda, es algo histórico, pues
demuestra que, por primera vez, se logró cohesión en la defensa del Estado de
Derecho, la Constitución y de la democracia. A diferencia del golpe de Estado
de Martín Vizcarra del 30 de setiembre de 2019, apoyado por cuatro magistrados
del Tribunal Constitucional que establecieron la existencia de la supuesta
"denegación fáctica de la cuestión de confianza", Castillo, hizo una
jugada precipitada, sin planificación ni apoyo de ningun tipo.
El "prosor"
cometió tantos atropellos contra la ley y la moral que no alcanzaría el espacio
de esta columna para enumerarlos cada uno. Lo cierto, es que con ese patético
golpe de Estado, Pedro Castillo firmó su sentencia de muerte política, al igual
que su entonces premier y ahora incondicional abogado y paisano Aníbal Torres
Vasquez. Sobre este personaje, me permito decir unas palabras: Él fue mi
profesor en la facultad de Derecho y durante años lo admiré por sus logros
academicos y profesionales. Sin embargo, su actitud beligerante, ofensiva y
abiertamente intolerante con la oposición y con la prensa, me han decepcionado
profundamente y además han destruido su prestigio de tal modo que, del ilustre
catedrático y decano del Colegio de Abogados de Lima (CAL), sólo quedan escombros.
Para graficar esto, nada mejor que recordar la escena de la sentencia en la notable película "El juicio de Núremberg" (1961), en la que Spencer Tracy, interpretando al juez Dan Heywood, expresa los considerandos del tribunal durante el juicio a cuatro abogados que avalaron las políticas de esterilización durante la Alemania nazi. Específicamente se refiere al caso del juez Ernst Janning, interpretado por Burt Lancaster, un prestigioso jurista de fama internacional que colaboró con el régimen antisemita de Hitler creyendo que era lo mejor para sacar de la ruina a su pais, el cual estaba destruido, humillado y amenazado por los países ganadores de la Gran Guerra, por el draconiano Tratado de Versalles y por la Crisis Económica Mundial de 1929. Sus motivaciones se pudieron entender, pero acabó traicionandose a si mismo al dejar que la justicia sea pisoteada por razones patrioticas. Aunque es un ejemplo ficticio, es una forma de mostrar como los hombres prominentes en sus profesiones se pueden terminar engagnando a sí mismos y defender causas alejadas del bien común.
Ahora Perú tiene a su
primera presidente mujer, Dina Boluarte, que no es tampoco garantía de
transparencia, dada su estrecha colaboración con Vladimir Cerrón y con el
entonces presidente Castillo. Con las acusaciones que la persiguen no hay
seguridad de que sea garantía de estabilidad, pues el apoyo que le han brindado
los caviares y su docilidad a las políticas globalistas echan sombras de
desconfianza sobre su flamante administración. Aun así es un alivio que ya no
se encuentre en el poder el hombre que con su ridículo sombrero, su ignorancia
sideral, su carencia total de escrúpulos y desprecio por las leyes, llevó al
pais a una de las peores crisis políticas de su historia. Por todo eso será
tristemente recordado. Mientras tanto, a mantenerse vigilantes, porque la
democracia, la moral y las buenas costumbres deben ser defendidas y preservadas
permanentemente.
P.D. Que descanse en paz Martha Hildebrandt Perez-Treviño, peruana ilustre, destacada lingüista y autora de numerosos libros, entre ellos "El habla culta" y "Peruanismos".
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