martes, 27 de mayo de 2014

Fritz Du Bois y Argentina


Ha muerto el director del diario El Comercio, Fritz Du Bois Freundt y no puedo evitar la tristeza de sentir la pérdida de un admirable administrador, periodista y reformador económico que contribuyó activamente durante los años noventa, en el equipo de tecnócratas del Ministerio de Economía a desmontar al gigantesco saurópodo velasquista mantenido por Belaúnde y García en su segundo y primer mandato respectivamente, y realizó las reformas económicas que cambiaron el destino de todos los peruanos. Aquellas que transformaron a un Estado inelegible e inviable en un país que hoy crece a tasas sorprendentes (pese a la desaceleración provocada por el humalismo) y que, gracias a eso, solo en los últimos diez años redujo a la mitad la pobreza.


Más de una vez, ante la admiración que sentía hacia su persona me dije que si fuera presidente lo escogería como mi Ministro de Economía. Su preparación profesional, su independencia periodística, su espíritu emprendedor y su inconformidad con la situación del país, combinados con su apertura al diálogo, su respeto hacia el disenso, sus modales caballerescos y su aprecio hacia quienes trabajaban con él lo transformaron en un referente obligado para la política y el periodismo, algo que siempre demostró como director del diario "Perú21" y "El Comercio".


Desde esta columna me sumo a quienes le rinden homenaje por su huella indeleble para mejorar a Perú como nación y sociedad. Para ello, considero necesario transcribir un artículo suyo publicado en el Anuario El Comercio 2001 (págs. 130-133) cuando se desempeñaba como asesor de opinión de la sección Economía y Negocios del decano de la prensa peruana. En él explica con una brillante lucidez la causa de la gran crisis económica que sufrió Argentina durante el corto gobierno de Fernando De la Rúa y las lecciones que debemos aprender de ella, algo que parecen no haber aprendido sus posteriores autoridades en los últimos años. Recomiendo también leer la Revista Bases para el largo plazo Año 1 Nª1 de diciembre de 2011 si se desea conocer mejor sobre la decadencia económica del país gaucho (se puede acceder a su archivo en pdf ingresando en el siguiente enlace http://www.fundacionnorteysur.org.ar/Imgs/Dyn/ArchivosLenguajes/5404-2012-7-5T10-18-0.pdf). Así que en homenaje a don Fritz, leamos a continuación su opinión profesional sobre el tema para exigir a nuestras autoridades políticas a manejar correctamente el país, pues sólo así podrán afrontar con la conciencia tranquila el juicio de la Historia.


Argentina, colapso anunciado Mucho se ha hablado sobre la crisis argentina y cada uno busca culpar a sus propios demonios. Decir que el causante es el Fondo Monetario Internacional es como culpar al médico de la muerte por cirrosis de un alcohólico empedernido que no quiso dejar la botella de la heterodoxia fiscal. Decir que fueron las políticas liberales también es erróneo, pues Argentina, llena de restricciones y distorsiones, nunca ha logrado desarrollar una adecuada economía de mercado. La causa de la crisis han sido sucesivos gobernantes que antepusieron al bienestar de su pueblo consideraciones partidarias. En lugar de actuar responsablemente con las cuentas públicas, gastaron mucho más de lo que recaudaban y financiaban al Estado con una creciente deuda pública. Un manejo inmoral e incompetente.




Son evidencias de inmoralidad tratar el gasto público -que pertenece a todos los habitantes de un país- como un fondo partidario para pagar favores políticos, crear caudillismos regionales, lograr reelecciones o asegurar retornos mediante el aumento desmedido del gasto en el último año de gestión para ser recordado por los votantes. También lo son aumentar la participación del Estado en la economía para tener más capacidad de lucro, "concertar" beneficios sectoriales, mantener rigidez laboral que fomenta informalidad y subempleo para favorecer cúpulas sindicales partidarias, otorgar pensiones privilegiadas o aceptar planillas fantasmas.


Es una clara muestra de incompetencia financiar los crecientes déficit fiscales que el uso político del gasto público inevitablemente genera con el facilismo del endeudamiento, en lugar de realizar reformas tributarias eliminando exoneraciones y beneficios, o ser exigentes, honestos y eficientes en la administración de impuestos. También lo es la incapacidad de reformar burocracias asfixiantes para sus ciudadanos y eliminar restricciones al desarrollo de una economía moderna.


Argentina evadió durante años la realidad de la disciplina fiscal y aumentó día a día su total dependencia en los mercados de deuda. Esta evasión aumentó durante los seis cruciales meses previos a la explosión de la crisis. En marzo del 2001, se despidió, luego de sólo 48 horas en el cargo, al ministro de Economía López Murphy por plantear una drástica reducción del gasto público. En su lugar se designó a Domingo Cavallo, quien, a comienzos de los años noventa, había controlado la hiperinflación creando el sistema de convertibilidad fija de un peso por un dólar.


Cavallo consideró que su prestigio le permitiría a Argentina recuperar credibilidad en los mercados. Así, ganaría un espacio para que su economía tuviera la oportunidad de crecer nuevamente, gracias al flujo de inversión privada que generaría la confianza que le tenían y los incentivos tributarios que otorgó. Este esperado crecimiento aumentaría la recaudación tributaria y el déficit fiscal podría ser controlado sin necesidad de sacrificios ni recortes.


Luego de seis decepcionantes meses, Argentina tenía un déficit fiscal que alcanzaba el 5% del PBI y había perdido US$10,000 millones de reservas internacionales sin haber generado inversión ni crecimiento. La deuda pública llegaba a niveles inmanejables de US$150,000 millones, cada seis meses se le acumulaban vencimientos de deuda que la obligaban a masivas refinanciaciones y su relación con el Fondo Monetario Internacional y el resto de sus acreedores era cada vez más tortuosa.


Finalmente se intentó hacer lo correcto cortando el gasto público, pero era muy tarde. Ya no cabían más operaciones de rescate internacional, pues la buena voluntad y los recursos disponibles de la comunidad internacional se consumieron en esos meses de extrema evasión. En un último acto desesperado se confiscaron los ahorros de los argentinos, con lo que colapsaron el régimen y la economía.


Con esta crisis, Argentina parece condenada a perder otra valiosa generación, que se verá forzada a emigrar y enriquecer las fuerzas laborales de otros países. Los países latinoamericanos que mantienen sus cuentas fiscales bajo control y no dependen de los mercados de deuda para su financiamiento pasarán la crisis sin mayores consecuencias. La mejor lección que podemos aprender de Argentina es que la estabilidad económica es un derecho de todos y que debemos construir barreras que impidan a los gobiernos de turno ponerla en riesgo.


Para asegurar la estabilidad económica debemos reducir las fronteras de los estados transfiriendo al sector privado toda actividad posible. Obligar a los estados a trabajar al servicio de sus pueblos y no servirse de ellos, a que introduzcan mecanismos que aseguren transparencia en la función pública y a limitar la discrecionalidad en el manejo económico para que no hipotequen nuestro futuro ni nuestro derecho a generar riqueza y bienestar. En suma, debemos aprender a protegernos de nuestros gobernantes si queremos, algún día, prosperar.

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