martes, 8 de septiembre de 2015
Aylan Kurdi y los ejemplos dramáticos
A comienzos de setiembre del presente año, el mundo entero se estremeció cuando fueron publicadas las fotografías de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años de edad, cuyo cuerpo sin vida fue hallado varado en la orilla de una playa de Turquía, siendo recogido por un policía para ser trasladado a la morgue, con el fin de que algún familiar lo identifique y le sea entregado para su posterior sepultura. Su hermano mayor y su madre también murieron ahogados y sólo el padre, de nombre Abdullah, pudo salvarse, pero sólo para cargar con el dolor casi eterno de haber perdido a su familia cuando intentaban llegar a la isla griega de Kos, para después llegar a Canadá. Estas fotos remecieron la conciencia de los ciudadanos europeos y dieron pie a varias muestras de solidaridad para con los refugiados que vienen de Siria, Irak, Líbano y otros países del Oriente Medio. Existen innumerables columnas periodísticas que expresan con toda razón la rabia y el reproche de no haber podido actuar, por parte de la Unión Europea, para aliviar los efectos de esta tragedia humanitaria. Sin duda, la imagen de Aylan constituirá la foto del año.
Pero en esta columna no se buscará hacer un reproche más, sino hacer un llamado al cambio de actitud por parte de cada uno de los que habitamos este mundo. ¿Qué significa el título de la presente columna?, me preguntarán. Muy simple: está sacado de un diálogo que se entabla entre Christian Bale y Michael Caine en la película "Batman inicia" y que se me quedó grabado por su carácter irrefutable. Alfred le dice a Bruce que el asesinato de su padre y su madre hizo que los ricos y poderosos actuaran para reducir la pobreza en Ciudad Gótica. Bruce le contesta, a modo de reflexión que "la gente necesita ejemplos dramáticos que los conmuevan". La citada frase cobra vigencia al contemplar la sobrecogedora fotografía de Aylan y lo que sintió la periodista turca Nilufer Demir cuando vio su cadáver y sintió que se le "helaba la sangre". Independientemente de las creencias religiosas o de las opiniones, es tan evidente que esa escena toca corazones y muestra qué tanta humanidad tenemos cada uno de nosotros al momento de encarar esta dolorosa realidad. Hace que cada uno tenga que preguntarse "¿qué puedo hacer al respecto?".
A lo largo de la historia, las tragedias humanitarias han sido innumerables, revelando que el hombre es un ser malévolo y bondadoso a la vez (dependiendo de la decisión de vida que tome), y que se expresa en muerte y destrucción o en caridad y socorro. Si se observa el trabajo fotográfico del brasileño Sebastiao Salgado (homenajeado en el laureado documental "La sal de la tierra") y las "fotografías de la infamia", la de Aylan se suma a esa penosa colección, pues existen ejemplos elocuentes de cómo el sufrimiento del prójimo nos interpela en todas las épocas, como "Niña del napalm" (1972) de Nick Ut, "El rebelde desconocido" (1989) de Jeff Widener o "Niño sudanés" (1993) de Kevin Carter. Para más detalles entrar en el siguiente enlace: https://redaccion.lamula.pe/2015/09/03/la-imagen-de-aylan-kurdi-y-otras-9-fotos-historicas-que-avergonzaron-al-mundo/redaccionmulera/
No deseo hacer comparaciones entre civilizaciones primitivas y desarrolladas, pero sí hacer hincapié en lo que significa la caridad. Dentro del Diccionario tiene varios significados, siendo los cuatro primeros los que mejor lo explican: 1. En la religión cristiana, una de las tres virtudes teologales, que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos. 2. Virtud cristiana opuesta a la envidia y a la animadversión (su base está en la Epístola de San Pablo a los Corintios, capítulo 13). 3. Limosna que se da, o auxilio que se presta a los necesitados. 4. Actitud solidaria con el sufrimiento ajeno. Por lo tanto, una cultura desarrollada que define el amor como un simple sentimiento y no como una decisión heroica por la cual todos están llamados a practicar, delata su progresivo empobrecimiento ético, quedando cualquier declaración de principios o de valores nacionales o internacionales en los papeles que sólo los estudiosos leen.
El cineasta Luis Buñuel expresó en el prólogo de "Los olvidados" (en mi opinión su obra maestra), que el mensaje de su película no es optimista y que deja en manos de las fuerzas progresistas de la sociedad la solución al problema de la delincuencia juvenil. Es cierto que a los pobres los tendremos siempre con nosotros (Mateo 26, 11) y que esa realidad, al igual que la de los 350 mil refugiados que con sus solicitudes de asilo claman por la solidaridad de los europeos, nos obliga a actuar y más aun si nos llamamos a sí mismos cristianos; algo que parece haberse olvidado en los últimos años, especialmente si los conflictos bélicos, políticos o religiosos suceden lejos de nuestras fronteras (Irak, Yemen, Libia, Sudán, Ucrania, Myanmar, entre otros países). Sin embargo, los líderes de opinión, los ricos y poderosos, los políticos y los grandes mass media están tan enfrascados en sus intereses, que acaban ignorando de buena o mala fe lo que se gestó en otros lugares donde debieron dar cobertura. De ahí las críticas que ahora se lanzan contra esos grupos cuando pudieron haber actuado a su debido tiempo y no esperar a que se consumaran tragedias como la actual.
Estamos en la era de la globalización, con todas las cosas positivas y negativas que ello implica. Dentro de lo negativo, y teniendo como eje, la foto de Aylan, nos hemos acostumbrado a depender de los medios masivos para informarnos de lo que sus políticas editoriales deciden mostrarnos y no hacemos una labor de investigación para enterarnos, mediante páginas web serias y eficientes, de lo que no conocemos en otros lugares del mundo. Con toda la abundante información que tenemos a nuestro alcance adoptamos actitudes de cómodas ante el dolor ajeno como el "hacernos la vista gorda". Porque muchas veces preferimos decir "pobrecitos", "¡qué horror!", etc., y no participamos en iniciativas de caridad para con los más sufrientes, los abandonados, los olvidados del mundo. Afortunadamente se ve una actitud de salida del letargo y de acción en favor de todos ellos, dentro de nuestras posibilidades. Eso empieza por los sufrientes de nuestro país: las víctimas del terrorismo, de la violencia doméstica, del aborto, de epidemias, de las políticas autoritarias, de las persecuciones a causa de las ideas o de los principios morales o religiosos.
La oración por la conversión de los corazones es poderosa, y es el principal impulso de las obras que llevan a solidarizarse con el perseguido, el desplazado, el abandonado y el ignorado en cada sociedad. El Papa ha pedido a cada diócesis europea que acoja a las familias que pueda para predicar con el ejemplo. Existen páginas que reciben donaciones (en dólares o euros) y expresiones de apoyo como Ayuda a la Iglesia Necesitada (https://www.ain-es.org/galeria.aspx), Caballeros de Colón (http://www.kofc.org/un/es/index.html), Hazte oír (http://www.hazteoir.org/) o Citizengo (http://www.citizengo.org/es). Y tú ¿qué esperas? Deja por un momento tus selfies y tus audífonos con música de moda y ponte en los zapatos de esas personas porque nadie está libre de sufrir esta clase de males. Los refugiados siempre te lo agradecerán. Que los más de 2,600 fallecidos en el Mar Mediterráneo sean siempre recordados, que no se repita otro caso como el de Aylan y que Europa recuerde que una vez fue luz para el mundo. Sólo así podrá renacer de su envejecimiento espiritual y demográfico y se convertirá en casa para todos.
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