miércoles, 19 de julio de 2017

Indignación y lástima


Tras el fin del gobierno humalista, publiqué mi artículo titulado "Humala: la mediocridad en el poder", donde puse énfasis en el rasgo característico más notorio del gobierno anterior, la mediocridad. Pero tras la reciente detención preventiva de Ollanta y Nadine por orden del juez Richard Concepción, siento que a ahora a la mediocridad debe agregársele la indignación por los continuos destapes en los que la pintoresca parejita se ha visto involucrada: lavado de activos, tráfico de influencias, compra de testigos, obstrucción a la justicia, falsedad genérica, entre otros. El juez Concepción y el fiscal Germán Juárez han demostrado tener cojones para no dejarse amenazar por la prensa afín a la pareja. Esa actitud mediática y política es lo que veremos a continuación, comparándola con la que se vivió tras la caída del fujimorismo en 2000 y en los años que siguieron.


Recordemos cuando la secretaria de Montesinos, Matilde Pinchi Pinchi, declaraba que tal funcionario o político recibía un sobre con dinero de origen ilícito (todo comenzó con el célebre video Kouri-Montesinos difundido el 14 de setiembre de 2000), eso era suficiente para que el acusado vaya preso, pues la mujer se había sometido a la colaboración eficaz. ¿Tú recibiste coima? ¡A la reja, chico! (Tres Patines dixit). ¿Tú también recibiste plata? ¡Pa' dentro! Con eso pensábamos que la justicia en el país era expeditiva y transparente, pues incluso el entonces procurador José Ugaz (apodado "el Charro" por Los Chistosos) alentaba que el Congreso de la República investigara todo lo concerniente a la enorme red de corrupción que el mafioso Montesinos tejió. Cómo olvidar cuando pasaban los vladivideos en el Congreso como si fuera cine. Una peli tras otra, semana tras semana. Sólo faltaba la canchita.


Dieciséis años después otro escándalo mayúsculo remece la política nacional (e internacional) involucrando a tres presidencias elegidas por el voto popular. El caso Lava Jato salpica a casi todo el mundo, sólo que sin cámaras escondidas y sin torres formadas con fajos de dinero en una salita. Ahora el mandamás de la inmobiliaria Odebrecht se acoge a la colaboración eficaz que le ofreció la justicia brasileña y destapa a todos los peces gordos y medianos que fueron comprados gracias a su división empresarial de sobornos. A diferencia de otros países, donde sus oficinas son intervenidas, sus propiedades expropiadas y sus directivos detenidos, aquí no pasa nada, pues todos los que trabajaban en este país se van sin que se oiga decir ¡ampay me salvo! Y eso que faltan alcaldes provinciales y distritales, gobernadores regionales, periodistas y otros, además de muchas otras inmobiliarias brasileñas. Como de costumbre, tenemos circo político y judicial que durará años, pues la sensación generalizada de impunidad nos hace mostrarnos muchas veces pesimistas. Después de todo, nada de esto se hubiera conocido si la justicia gringa y carioca no hubieran destapado este gigantesco escándalo.


Haciendo la respectiva comparación entre las declaraciones de Pinchi Pinchi y la de Jorge Barata, el principal representante de Odebrecht en el país, ahora salen los defensores de Toledo y de Humala a decir "¡No! ¡Se tiene que probar!". ¿Entonces, qué pasó con la justicia? ¿Sólo para unos y para otros no? ¿"Para mis amigos la política. Para mis enemigos la ley"? Basta escuchar las declaraciones de ciertas caras conocidas de nuestra ilustre clase política: "Qué vergüenza PPK. Tú, que tantos negocios y lobbies has hecho, no me hagas hablar, porque yo sé lo que hiciste la última vez" (Eliane Karp). "Cuando seamos nosotros historia lo estudiarán, cómo era posible que un partido que nace de la cloaca, presida comisiones anticorrupción" (Ollanta Humala). "Las agendas, libretas y el contenido de esas agendas y libretas no son de mi propiedad" (Nadine Heredia). "Yo no he recibido un centavo por la Interoceánica, que sí la inventamos nosotros, pero la ejecutaron nuestros sucesores" (Alejandro Toledo). "Yo no tuve absolutamente nada que ver con el tema de cuentas, de agendas del Partido Nacionalista" (Verónika Mendoza).


Tras este breve refrescamiento de memoria y tras las declaraciones de ciertos opinólogos, mermeleros y "juristas" simpatizantes de Ollanta y Nadine decir que es un abuso e injustificable la prisión preventiva contra la pareja, hay que ponerse a pesar en cómo es alucinante la doble vara para juzgar a dos posiciones políticas. Se juzga y condena los actos de corrupción durante el fujimontesinismo, lo cual es correcto porque es fruto de la indignación colectiva y la lucha contra la impunidad, pero ahora se apela a la lástima para generar apoyo moral y político a los aventureros que nos gobernaron y vendieron nuestra patria a Venezuela y Brasil, además de sobre-endeudarnos con elefantes blancos que el actual gobierno ni siquiera frenó y que pagaremos nosotros los contribuyentes, nuestros hijos y hasta nuestros nietos. Aparte de que traicionaron a sus votantes y a sus colaboradores para enriquecerse y buscaron destruir a sus rivales políticos, pero lo único que lograron fue la destrucción de su propia reputación y del Partido Nacionalista (falso e hipócrita título). El caso Madre Mía es también estremecedor y el silencio cómplice de las ONGs de derechos humanos, del garante Vargas y de los caviares ante esto es paradójicamente ensordecedor.


Como bien lo dice Lourdes Calderón en su blog Sin pena ni gloria, "no me van a decir que un ex presidente y su primera dama, no pesan pues. Ellos conocen el sistema y su acceso a las autoridades judiciales, fiscales y políticas, no es la misma que la de un humilde civil". Así de simple. Las movidas de la pareja para evitar responder a la justicia y la transparencia sobre su patrimonio involucró a sus dos menores hijas, lo cual es un acto de desesperación pero también repugna. Eso, al igual que la solidaridad de ex ministros (especialmente Cateriano, el "ministro de la luz verde" y Pedraza, el "ministro de la percepción") y sus declaraciones que buscan politizar un proceso penal donde se busca llegar a la verdad. Algunos especulan que esto es una jugada de la pareja para después salir libres por presión mediática, regresar triunfantes a la arena política y así presentarse como las víctimas de la tan acostumbrada "persecución política". Es una sospecha que no hay que descartar.


Lo cierto de todo esto es que indigna que utilicen a las hijas o a los padres de los Humala o que se apele a la lástima por parte de cierto sector de la política, pues ante la inicial indignación ante los graves delitos en que han estado involucrados y la posterior lástima por su preventivo encarcelamiento nos hace preguntarnos: ¿tenemos sed de justicia o de venganza? A mayor poder, mayor responsabilidad. Eso también es una lección para saber informarse lo suficiente por determinado candidato antes de votar, pues ni la simpatía política ni la generalización de quienes trabajan en política deben anteponerse a nuestra responsabilidad como miembros de una sociedad. Después de todo, vale la pena recordar las palabras del escritor británico Clive Staples Lewis (1898-1963), el de "Las crónicas de Narnia": "Nos reímos del honor y luego nos sorprendemos de encontrar traidores entre nosotros".