martes, 12 de septiembre de 2017

25 años después


Salió en libertad Maritza Garrido-Lecca. Y justo hoy se cumple un cuarto de siglo de la captura de Abimael Guzmán, Elena Iparraguirre, la propia Garrido-Lecca y otros miembros de la cúpula de Sendero Luminoso. Qué coincidencia, ¿no? Todo se juntó en esta fecha. De igual manera, el 11 de setiembre es el día de la infamia para Estados Unidos por los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono y para los chilenos, otro aniversario del golpe de Estado de Pinochet contra el comunistoide presidente Salvador Allende. Bueno, cada país tiene sus fechas en las cuales se conmemoran sucesos tristes o repudiables y que ayudan a refrescar la memoria de quienes los vivieron y ayudan a conocerlos a las generaciones posteriores y a las venideras. Todo eso es inevitable, porque la memoria es necesaria para que una sociedad haga autocrítica de sus aciertos y fallas a la hora de avanzar en todos sus aspectos.


A raíz de la liberación de "la terruca pituca", como bien la llamó la producción del programa Beto a Saber, y especialmente, tras la publicación de ese vergonzoso reportaje en la revista Somos, sobre esta bailarina y profesora de danza moderna y protectora de Abimael en su casa de Surquillo, la memoria resulta imprescindible tras leer los últimos comentarios en las redes sociales y en las columnas periodísticas. A estas alturas, uno ya no puede darse con la sorpresa de ver opiniones sesgadas en favor de la libertad de la terruca, en base al cumplimiento de la ley y de la sentencia judicial dictada en su contra, de negarle méritos a Fujimori como presidente en la época en que el GEIN hizo el seguimiento y captura de esta cúpula de extremistas de izquierda. Las redes sociales son el espacio para los insultos, peleas, activismo y propaganda para las más diversas causas, incluyendo la "revolución" en todos sus colores políticos, pero felizmente existe la posibilidad de reportar a los administradores de estas redes cualquier manifestación de discriminación, violencia y odio que busquen dividir a los seres humanos.


Precisamente, las redes sociales, los smartphones, los selfies, Mistura y muchas otras modas y costumbres de hoy no existían en esos tiempos. Para quienes no olvidamos esa época, que fue de miedo y carestía, el sólo hecho de tener un teléfono fijo era un lujo por el que podías acceder rápidamente si tenías algún familiar, amistad o pariente que trabajara en la CPT (Compañía Peruana de Teléfonos, para quienes no saben qué era eso) y estábamos saliendo de la hiperinflación que nos dejó como legado el tristemente célebre Alan García. Todo era muy caro y se tenía que hacer largas colas para comprar alimentos o productos de primera necesidad (cosa que ahora ocurre en Venezuela). Tenías que obedecer el toque de queda y no salir a partir de las 10 de la noche, o la policía te detenía, por el miedo a que te confundieran con senderistas o emerretistas. Los apagones eran diarios por las voladuras de torres eléctricas, las noches eran en velas y las noticias de explosiones de coches-bomba eran DIARIAS. Repito, sobre todo para los más chibolos, y especialmente para los pulpines: quienes recordamos esa época, nos ratificamos en todo esto sin titubear, para que dejen de vivir en el engaño o el fanatismo ideológico. En otras palabras, Perú no era ningún paraíso donde los "luchadores sociales" eran víctimas del malvado y represor Estado peruano comandado por un chinito "títere del imperialismo, vendepatria y traidor", como la propia terruca vociferaba durante su presentación (no deja de guardar parecido con la prédica del colectivo "No a Keiko").


Yo estaba en el colegio, y por eso, cuando leí la noticia de la captura del "cachetón" (chapita que le puso el GEIN a Abimael) y de sus apóstoles asesinos, sentí un alivio indescriptible, y sobre todo, tras ver a ese traidor a la patria (sin asco hay que llamarlo así) en traje a rayas, pese a mostrarse altanero y desafiante dentro de su jaula. Senti junto con mi familia y todos los que conocíamos, que la esperanza renacía en nuestro país y que por fin volveríamos a tener paz y reconciliación y que los asesinos maoístas serían declarados "muertos civiles" y posteriormente desterrados de por vida por intentar convertir a Perú en su reino estalinista a costa de destruir miles de vidas inocentes (la violencia no es mala para la revolución, según la izquierda, pero la que se opone a ella sí lo es, según su doble rasero). Lamentablemente Venezuela lo está viviendo y eso nos debe hacer recordar también que la tiranía, en nombre de cualquier revolución, es intrínsecamente inmoral y debe ser combatida, por no respetar los más elementales valores y derechos del ser humano, empezando por su vida y libertad.


Todo eso, al parecer, se ha perdido desde que los presidentes Paniagua y Toledo, con la influencia de la izquierda pituca limeña (con Diego García-Sayán a la cabeza) desmontaron la legislación antiterrorista que tan buenos resultados ha dado para pacificar al país, se allanaron a los lineamientos de la CIDH y liberaron a centenares de terrucos (muchos de ellos nunca pagaron reparaciones civiles por daños al Estado). El informe final de la CVR (integrada por intelectuales simpatizantes de la izquierda) intentó hacer un lavado de cerebro a muchos peruanos responsabilizando al Estado peruano de buena parte de la cantidad de víctimas, pero cometiendo graves omisiones y distorsiones de enfoque y de lenguaje ("conflicto armado interno", por ejemplo) que pueden contemplarse en ese santuario caviar llamado LUM (ver impresiones personales en el siguiente artículo: http://pandeazucarperu.blogspot.pe/2015/12/lugar-para-un-memorex.html).


Aparte de ello, este año el Tribunal Constitucional ha violado el principio de la cosa juzgada al reabrir el caso El Frontón basado en la interpretación hecha al voto singular del magistrado Urviola, pese a que ya estaba firmada y publicada la sentencia que declaraba que eso no constituía crímenes de "lesa humanidad". ¿Quién integra el grupo de abogados de los senderistas? Pues Alfredo Crespo, abogado del "presidente Gonzalo" y miembro del Movadef, también creado y dirigido por éste. Por eso, no le falta razón al almirante y ex rehén Luis Giampietri al titular sus memorias "Rehén por siempre" para graficar la persecución ideológico-judicial iniciada por las ONGs defensoras de los derechos humanos de los senderistas y emerretistas y que callan en siete idiomas ante los crímenes cometidos por su entonces candidato Humala en Madre Mía).


Ahora nos informan que Sendero, a través de sus organizaciones de fachada (Movadef, Conare, Fudepp y otras) intenta infiltrarse en el Estado, especialmente en el magisterio para intoxicar la mente de los niños y jóvenes con su sesgada y radical ideología para ganar nuevamente adeptos a su causa antidemocrática. Bien ha denunciado el hoy congresista Marco Miyashiro que por ahora no predican la violencia, pero que a nadie le extrañe que la vuelvan a practicar si llegan al poder vía elecciones como lo hizo el sátrapa Hugo Chávez y luego de manera fraudulenta su delfín Maduro. No necesitamos ahondar en ello porque los resultados están a la vista.


Paniagua era un hombre indiscutiblemente honesto y sencillo. Yo lo conocí en persona, pero le quedó muy grande el oficio de presidente. Hoy muchos lo consideran un títere de los caviares y el impresentable Toledo se convirtió en prófugo de la justicia. El sinvergüenza de García se consagró como el más zorro de nuestros políticos y Humala terminó siendo un pelele de su ambiciosa mujer, ambos hoy con prisión preventiva y defendidos por su padrino, el Nóbel y Marqués que nunca quiso vivir durante sus respectivos gobiernos. Como se ve, la clase política de los últimos 16 años terminó siendo pusilánime, corrupta, incapaz, débil y torpe para detectar los movimientos de los subversivos que, sin haberse arrepentido, siguen con su agenda "revolucionaria", porque para ellos eso es más sagrado que la vida misma y el amor al prójimo, especialmente al disidente.


En conclusión, si no se desarrolla una política de inteligencia y una enseñanza escolar y universitaria libre de todo sesgo ideológico, nuestro país será conquistado por el nuevo método del rojerío: la infiltración. La liberación de Maritza Garrido-Lecca genera preocupación justificada y las futuras excarcelaciones de los terroristas que ya están por cumplir con sus penas nos debe hacer reflexionar. ¿Nos hemos reconciliado como pueblo? ¿Sabemos defendernos de nuestros enemigos internos? ¿Sabemos denunciar ideologías perversas y su infiltración en el sistema para paralizarlo o conquistar el poder con fines protervos? En Europa es delito negar el holocausto. Acá toca castigar con firmeza a quienes niegan la evidencia histórica de la maldad comunista y su legado de sangre, dolor y muerte.