domingo, 14 de septiembre de 2025

Kirk: El nacimiento de una leyenda


El 10 de septiembre de 2025, un hombre al que yo solía ver en videos cortos en redes sociales, pero cuya identidad me era desconocida, fue baleado de manera impactante cuando debatía en el campus de una universidad del Estado de Utah, en Estados Unidos. Cuando se difundió la noticia junto con su nombre, muchos quisimos saber quién era este hombre y qué hacía, para entender el por qué del atentado. Desafortunadamente falleció, y cuando se supo que era alguien de principios firmes y fe sólida, y que no rehuía los debates, el estremecimiento, la rabia y la impotencia empezaron a dominar el ambiente, agudizado tras cierta polémica desatada por las ideas que profesaba.

Profundicé en el tema y supe que se llamaba Charlie Kirk, un cristiano evangélico, casado, con dos hijos pequeños y que era famoso en todo Estados Unidos por debatir de manera abierta en ambientes universitarios sobre la vida humana, la familia, la religión y la biología, gracias a una iniciativa suya que creó hace años llamada Turning Point (“punto de inflexión” en inglés). Todo lo hacía de manera alturada, respetuosa, sin alzar la voz, sin lanzar calificativos a nadie, ni siquiera a los que tenían el cuajo de insultarlo delante de todo el mundo. Cuando supe de esas cualidades y de su firmeza en sus convicciones y creencias, supe por qué un miserable le disparó.

Supe que murió un gran hombre, pero nacía un mártir y una leyenda para la causa cristiana, y de los valores de la libertad de expresión, la vida, la seguridad y la tolerancia (no como ideología, sino como virtud). El asesino de Kirk, cuyo nombre no mencionaré, demostró no solamente ser un cobarde, sino también ser un instrumento al servicio de quienes propugnan la violencia contra quienes disienten del pensamiento único. Éstos han cometido el peor de los errores porque lo único que lograron es que Kirk se convirtiera en un símbolo de los valores tradicionales que el progresismo desprecia y sus acólitos aborrecen.

A falta de argumentos, emplean los insultos y, si éstos no bastan, entonces hay que usar las balas. Existe una multitud de ejemplos individuales y colectivos de enfrentamientos motivados por luchas ideológicas, especialmente durante el siglo XX; y al parecer, con este luctuoso suceso no se han aprendido las lecciones de la historia. Independientemente de sus simpatías políticas y de su simpatía por la línea de gobierno del presidente Donald Trump, Charlie Kirk actuaba motivado por su fe y por su deseo de lograr que más jóvenes conozcan la perenne vigencia de los valores cristianos en los que creía con todas sus fuerzas.

Su testimonio de vida, su entusiasmo y su espontaneidad lo hacían atractivo para muchos jóvenes y adultos. No obstante, su vida, trágicamente truncada a los 31 años, ha revelado la doble cara de muchas personas que, llamándose tolerantes a sí mismas, revelaron actitudes tóxicas, hipócritas, ofensivas y hasta peligrosas que intentaron justificar este asesinato. Actitudes repugnantes e inmorales que muestran hasta dónde es capaz de llegar el progresismo en la sociedad cuando ésta se deja seducir por sus postulados y no da la batalla cultural y espiritual.

De haber sido un activista de izquierdas o algún referente del movimiento woke o simplemente alguien utilizado como un nuevo George Floyd, se habría producido un estallido social instigado por ongs, universidades, empresas, políticos, medios de comunicación masivos y hasta por un sector de la Iglesia. Lo único que lamentan es que este asesinato haya reforzado el patriotismo, la libertad de expresión y de pensamiento y no se haya desatado una guerra civil para acusar a los "conservas" como "fascistas", porque para los herederos de Marx en el siglo XXI la violencia sigue siendo la partera de la historia.

Huir de los debates porque se sabe que se va a perder es propio de gente sin preparación ni coraje, pero usar balas contra quien te invita a polemizar es propio de terroristas. Da lo mismo si se recurre al envenenamiento, a los coches bomba, a los linchamientos o a las chekas (como en la URSS o en los países donde fueron exportadas). Pero peor es cuando se busca criminalizar a la víctima, y más si predica la verdad con un ejemplo de vida coherente con su fe cristiana.

La reacción a este lamentable hecho hasta ahora no ha sido la que los "antifascistas" esperaban, pero de repetirse esto, puede escalar peligrosamente hasta derivar en una guerra. Por eso, la oración y el testimonio de vida cristiana deben ser de prácticas diarias, junto con una adecuada formación y actualización en temas que son de palpitante actualidad. Charlie Kirk lo demostró con hechos, pese a no ser católico, pero al parecer en camino a serlo, por su notable acercamiento a la Virgen María y a la misa católica.

En conclusión, el mal de nuestro tiempo lleva el ropaje de la tolerancia sólo para adoctrinar jóvenes desde el sistema universitario y los grandes medios afines al progresismo, tanto de izquierda como de derecha. Kirk era más que un derechista: era alguien que se entregó por la libertad y por la fe en Cristo y por enfrentar a quienes llaman bien al mal y mal al bien. Que descanse en la paz de Dios, mis condolencias a su familia y que su heroico testimonio nos estimule a luchar sin miedo por una civilización unida en el amor, la verdad y el respeto y no en el odio, la mentira ni el egoísmo. 

God bless America 

viernes, 17 de enero de 2025

Corleone. 50 años de una epopeya


El Padrino, parte II, cumplió 50 años de estreno cinematográfico en diciembre de 2024 conservando su calidad artística y técnica que la convierte en una de las 10 mejores películas de todos los tiempos. Hablar de la primera parte es mencionar a una película mítica homenajeada (y parodiada) en multitud de ocasiones, pero hablar de la segunda es rendirse ante una epopeya familiar donde somos testigos de la construcción y el inicio del declive de un imperio criminal.

El patriarca Vito llega a Estados Unidos en 1910 siendo un niño sin dinero, sin saber el inglés, sin contactos, con un trauma producto del asesinato de toda su familia y encima con viruela contraída durante el viaje en barco desde Sicilia. Sin duda, la tuvo muy dura desde pequeño, pero acabó siendo alguien importante debido a su don de gentes, habilidad para negociar, fidelidad a su familia y capacidad para ganarse el afecto de quienes le pedían ayuda bajo el apelativo de “Padrino”. No obstante estos dones y resultados, todo lo consiguió abrazando la vida delictiva y esperando la oportunidad de su venganza; hecho que consumaría casi dos décadas después.

El hijo Michael la tuvo fácil, pero tomó decisiones erradas para su vida. Expandió los negocios del papá y consolidó su poder tras ordenar el asesinato de sus adversarios al final del primer filme. Sin embargo, el precio por ello fue muy alto: provocar el resquebrajamiento de la unidad familiar y priorizar el código de honor de la Cosa Nostra sobre el amor entre hermanos. Eso se refleja en la terrible decisión que tomó al descubrir una traición que le provocó Fredo. En este punto hay que detenernos.

Al sentirse como “la quinta rueda del coche”, Fredo, el vividor e inseguro hermano de Michael, desarrolló una frustración que se tornó en amargura, luego en resentimiento y, finalmente, en traición. Se entiende por qué lo hizo, pero no se le justifica. Algunos internautas consideran que Fredo merecía morir, pues en la mafia, la traición es imperdonable. Sin embargo, las consecuencias de la venganza contra alguien de tu propia sangre son devastadoras a largo plazo. Por eso, en la tercera película, Michael vivió atormentado y enfermo por dicho su falso perdón y asesinato (realmente poderosas las dos escenas). Como bien le diría el cardenal Lamberto, “la mente sufre y el cuerpo se queja”.

Muchos hoy en día recuerdan a Fredo en las dos primeras películas de la trilogía, pero pocos, el nombre del intérprete. John Cazale lo caracterizó de manera convincente en el primer filme, pero en la segunda le dio mayor complejidad psicológica, al mostrarlo en su lado más frágil y resentido. Por esta actuación, especialmente en la escena en la que Michael rompe su relación con él, Cazale merecía como mínimo una nominación al Oscar como mejor actor de reparto, pero la mezquindad de la Academia de Hollywood causó que se perdiera una oportunidad de reconocer una performance de nervio. Y lo peor es que Cazale murió joven pero tiene el mejor currículo de la historia del cine: tosas las películas en las que actuó fueron nominadas al Oscar y tres de ellas ganaron el Oscar.

Lo recomendable es ver el filme en la pantalla grande para apreciar el arte que irradia en cada uno de sus elementos: la fotografía de Gordon Willis, el guión de Mario Puzo, la música de Nino Rota, la dirección de Francis Ford Coppola y las actuaciones de todo el reparto. Sobre esto último cabe destacar la convincente interpretación del entonces joven Robert De Niro hablando en dialecto siciliano, Lee Strasberg como el viejo zorro de la mafia Hyman Roth y Al Pacino, su alumno fuera de cámaras, convirtiéndose no en una estrella, sino en una leyenda viva del séptimo arte. Un filme inmortal que pervivirá durante generaciones.