viernes, 17 de enero de 2025

Corleone. 50 años de una epopeya


El Padrino, parte II, cumplió 50 años de estreno cinematográfico en diciembre de 2024 conservando su calidad artística y técnica que la convierte en una de las 10 mejores películas de todos los tiempos. Hablar de la primera parte es mencionar a una película mítica homenajeada (y parodiada) en multitud de ocasiones, pero hablar de la segunda es rendirse ante una epopeya familiar donde somos testigos de la construcción y el inicio del declive de un imperio criminal.

El patriarca Vito llega a Estados Unidos en 1910 siendo un niño sin dinero, sin saber el inglés, sin contactos, con un trauma producto del asesinato de toda su familia y encima con viruela contraída durante el viaje en barco desde Sicilia. Sin duda, la tuvo muy dura desde pequeño, pero acabó siendo alguien importante debido a su don de gentes, habilidad para negociar, fidelidad a su familia y capacidad para ganarse el afecto de quienes le pedían ayuda bajo el apelativo de “Padrino”. No obstante estos dones y resultados, todo lo consiguió abrazando la vida delictiva y esperando la oportunidad de su venganza; hecho que consumaría casi dos décadas después.

El hijo Michael la tuvo fácil, pero tomó decisiones erradas para su vida. Expandió los negocios del papá y consolidó su poder tras ordenar el asesinato de sus adversarios al final del primer filme. Sin embargo, el precio por ello fue muy alto: provocar el resquebrajamiento de la unidad familiar y priorizar el código de honor de la Cosa Nostra sobre el amor entre hermanos. Eso se refleja en la terrible decisión que tomó al descubrir una traición que le provocó Fredo. En este punto hay que detenernos.

Al sentirse como “la quinta rueda del coche”, Fredo, el vividor e inseguro hermano de Michael, desarrolló una frustración que se tornó en amargura, luego en resentimiento y, finalmente, en traición. Se entiende por qué lo hizo, pero no se le justifica. Algunos internautas consideran que Fredo merecía morir, pues en la mafia, la traición es imperdonable. Sin embargo, las consecuencias de la venganza contra alguien de tu propia sangre son devastadoras a largo plazo. Por eso, en la tercera película, Michael vivió atormentado y enfermo por dicho su falso perdón y asesinato (realmente poderosas las dos escenas). Como bien le diría el cardenal Lamberto, “la mente sufre y el cuerpo se queja”.

Muchos hoy en día recuerdan a Fredo en las dos primeras películas de la trilogía, pero pocos, el nombre del intérprete. John Cazale lo caracterizó de manera convincente en el primer filme, pero en la segunda le dio mayor complejidad psicológica, al mostrarlo en su lado más frágil y resentido. Por esta actuación, especialmente en la escena en la que Michael rompe su relación con él, Cazale merecía como mínimo una nominación al Oscar como mejor actor de reparto, pero la mezquindad de la Academia de Hollywood causó que se perdiera una oportunidad de reconocer una performance de nervio. Y lo peor es que Cazale murió joven pero tiene el mejor currículo de la historia del cine: tosas las películas en las que actuó fueron nominadas al Oscar y tres de ellas ganaron el Oscar.

Lo recomendable es ver el filme en la pantalla grande para apreciar el arte que irradia en cada uno de sus elementos: la fotografía de Gordon Willis, el guión de Mario Puzo, la música de Nino Rota, la dirección de Francis Ford Coppola y las actuaciones de todo el reparto. Sobre esto último cabe destacar la convincente interpretación del entonces joven Robert De Niro hablando en dialecto siciliano, Lee Strasberg como el viejo zorro de la mafia Hyman Roth y Al Pacino, su alumno fuera de cámaras, convirtiéndose no en una estrella, sino en una leyenda viva del séptimo arte. Un filme inmortal que pervivirá durante generaciones.