lunes, 29 de mayo de 2017

¡No le permito!


No pensaba escribir sobre el prófugo ex presidente Alejandro Toledo, pues esperaba que los acontecimientos se desarrollaran un poco más, a fin de tener un panorama más amplio y crítico para con el juicio hacia el hombre que nos gobernó de 2001 a 2006 tras la caída Fujimori y el gobierno de transición de Paniagua. Sin embargo, con la lentitud de nuestro ilustrísimo Poder Judicial y la Fiscalía, con la sospechosa dejadez del gobierno a la hora de contratar a un bufete de abogados para que tramite su extradición, no me quedan más que dos opciones: o sumarme al coro de renegones indignados en la prensa y en las redes sociales, u optar por tomar esto con humor ácido para sobrellevar toda esta situación. Al final me decanté por la segunda, aunque Toledo me diga "no le permito" y amenace con denunciarme por otros 200 millones de dólares adicionales a los de Barata, pues su generosidad es tan grande que prometerá que "cada niño del Perú va a tener su Burger King", además de tener tanta plata para asegurarse la jubilación perfecta (al menos debería dejarle algo a Zaraí para quedar mejor).



Y es que con los antecedentes de Toledo, era tan evidente que era una persona carente de idoneidad para dirigir un país caótico como éste: coquero, borracho, mal padre, putero, mendaz, descarado y vividor. Muchos votaron por él para evitar que saliera Alan García, especialmente tras el recuerdo (nítido para unos y borroso para otros) de su desastroso gobierno que no han vivido los pulpines. Toledo mismo se proclamó un "indio terco", el "nuevo Pachacútec" y el primer indígena presidente en 500 años, sin dejar de anunciar que su gobierno sería "el mejor de la historia del Perú". ¿Cumplió todo eso? ¿Demostró ser un hombre de palabra? La respuesta es un rotundo no y sería ocioso enumerar las razones, pues una persona con un mínimo de memoria y experiencia puede decir cómo fue su gobierno y del rol que ejerció su simpatiquísima mujer, quien creó la inmortal etiqueta del "cholo sano y sagrado" tras rajar de los limeños y los "pitucos de Miraflores" en plena campaña de 2001.



Siendo consecuente con lo expresado en el primer párrafo, llegó la hora de reírnos un poco. En un inicio serían Los Chistosos quienes serían los mejores para imitar a Toledo, especialmente Fernando Armas, con el siguiente sketch: "Fíjense en este cacharro de Cabana que se ha fajado contra la dictadura". De inmediato se oye el sonido de un espejo rompiéndose y el estallido de las carcajadas. También Hernán Vidaurre, imitando a su sobrino Coqui, conocido como "el Elvis Presley de Cabana". Pero nadie como La Ortiga, quien con su acostumbrada acidez e hilaridad para comentar la política nacional, desnudó de cuerpo entero a Toledo y a Eliane. Para ello desempolvaremos un artículo suyo escrito hace 15 años en el diario Correo, pero que no ha perdido ni un ápice de actualidad. Se titula "De dragones, mentiras y ladrones" y es de fecha 12 de setiembre de 2002. Ahí va y provecho:




Tener genio fuerte es una virtud. Tener mal genio es un defecto. Y si además del mal genio compites en palabrotas hasta con el mismísimo Cipriani y, para remate eres la Primera Dama (es un decir) en este corral de comedias llamado Perú… entonces se completa el círculo y el país pasa a su etapa terminal: disparate territorial.


Mi amigo Gutierritos –el casado con doña Tremebunda– me dijo esta mañana: “Compadre, yo creía que mi mujer se llevaba el premio Nobel al mal genio, pero comparada con madame Karp, es una beatita de Humay. ¡Pobrecito Toledo! Está casado con un dragón”. Exagerado mi amigo, y sin embargo…


Según la Enciclopedia Espasa, un dragón es un “reptil fabuloso de talla gigantesca, cuerpo cubierto de escamas, mirada terrible, aliento venenoso y que lanza fuego por la boca”. ¿No ven cómo exagera Gutierritos? Hasta donde he podido ver en la televisión, madame Karp no tiene una sola escama. Es hasta agradable a la vista… en tanto no te clave esa mirada de basilisco [1] que les abre ojales hasta a los chalecos de la Policía.




En todo caso, su discursito hizo arder Troya. Muchos congresistas se ofendieron al haber sido adjetivados de “politiqueros de segunda categoría” que pertenecen a “partiduchos tradicionales”. Yo, personalmente, me sentiría halagado, ya que, en realidad, esos “partiduchos” no son más que bandas de ladrones (Asociaciones ilegales para delinquir, que les llaman). Y estoy incluyendo a la Gran Mafia “Cívica”, el partiducho ese que le dicen Perú Posible. 


Eliane “Shirley Temple” Karp gritó que en el Cusco se había planeado “tirarle bombas en la cara”. No me parece mal. Eso, a un dragón, hasta le cargaría los calderos.


También dijo que los ya mencionados “partiduchos” y “politiqueros” querían “tirarse a su marido”. ¡La pucha! ¡Habría que ser zoófilo! Ya bastantes problemas tiene el pobre cholo conviviendo con el dragón. No sé cómo le hará, pero acabo de recordar una anécdota: Hace muchos años visité el antiguo zoológico de Barranco y tuve el raro privilegio de ver aparearse a dos leones. Un viejito miraba asombrado la escena, me miró y me dijo: “¡Caray, señor!, debe ser bien pendejo tirarse a una leona”.




En todo caso, doña Eliane “draco horríbils” Karp sólo ha conseguido que su Sano y Sagrado descienda aún más en las encuestas. Y es que somos machistas: “si no puedes controlar a tu mujer, menos podrás gobernar un país”. Es por eso que Fujimori va subiendo en las encuestas. Le pasó algo similar y se libró de la vieja. Personalmente, creo que deberíamos adoptar la filosofía de mi tía Angustias. Cuando de niño alguien me molestaba, ella me daba su consejo: “¡Para qué le haces caso!”.


Hay cosas más importantes y graves de qué ocuparnos. Por ejemplo, el que los sinvergüenzas del Congreso gocen –encima de todo lo demás– de dos mil soles mensuales de teléfono ¡cada uno!, y no menciono a los diez asesores por cabeza (si así puede llamársele a ese continente de aserrín que llevan sobre los hombros).




Algo es cierto. En esta republiqueta no nos aburrimos. ¡Para nada!


Hasta más vernos.

P.S.: No sabemos a quién darle el Oscar por mentir. Si al “chino mentiroso” o al Sano, Santo y Sagrado Alejandro “teratopitecus peruvianus” Toledo.

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[1] Basilisco: Animal fabuloso, al cual se atribuía la propiedad de matar con la vista.

viernes, 21 de abril de 2017

De Ríos y tetas: una indeseada publicidad


"A mí me parece que (a los niños) hay que enseñarles la libertad de la sexualidad y cómo protegerse, si para protegerse les tienes que enseñar que existe el sexo anal, que por cierto, lamento que su experiencia sexual sea tan aburrida (de los entrevistados), pero el sexo anal no es sólo entre homosexuales. Entonces que les enseñen cosas a los chicos, cosas que no creo que la información les haga daño... Voy a tomarme un café y ustedes siguen hablando de mis tetas". Parece que con esas palabras, Patricia Del Río, la diva de RPP, quiere protagonizar la secuela de la película "La teta asustada". Fácil sus padrinos mediáticos la promueven para que Claudia Llosa la contrate. ¿Será más bonita que Magaly Solier? No sé. Juzguen ustedes.


Tras leer su última columna en El Comercio intentando justificar su deplorable actuación ante los invitados argentinos Nicolás Márquez y Agustín Laje en Ampliación de Noticias, el 19 de abril de 2017, es increíble el nivel de cinismo que exhibe esta agresiva defensora de la ideología de género escudándose en el supuesto “odio” a las mujeres, a la minoría LGTBI y a quienes deciden hacer lo que quieran con sus cuerpos. Ya no hay careta que valga. El artículo estaba escrito para justificar su actitud virulenta ante la presentación del best-seller “El libro negro de la nueva izquierda”. Por supuesto, éste enfurece a los progres y es motivo de ataques viscerales en los medios y de intentos de desacreditación (hasta ahora) infructuosos hacia sus autores. No vamos a hablar de la ideología de género, pues ya tratamos con detenimiento ese tema al empezar este año, aparte de que hay bastante bibliografía que estudia el tema y que aún no es tan difundida en nuestro medio. El tema aquí es la doble vara.


Muchos conocemos la postura de esta periodista (con fama de caviarona) ante los temas de género: su agresividad, su defensa de las causas “progres”, la imposición de sus opiniones al momento de entrevistar, como si fuera una fiel discípula de César Hildebrandt y Alfonso Tealdo. Provocar a invitados aludiendo a su nacionalidad, su aspecto físico y hasta sexual es una clara muestra de periodismo de estercolero. Estoy seguro que ella jamás llamaría al cardenal Juan Luis Cipriani, porque si lo tuviera en vivo, el rating subiría y ella se regocijaría atacándolo y tildándolo de fanático, homofóbico, misógino, ultraconservador, hipócrita, asesino, fujimorista, etc. ¿Alguien dijo odio? Nada por aquí, nada por allá. Pero el arzobispo de Lima no es tonto para someterse a un linchamiento político de su persona ante las cámaras ni tampoco para ser víctima de un delito contra el honor personal.


Lo que sí llama la atención es esto: a Phillip Butters lo despidieron de Radio Capital el mes pasado por defender abiertamente la marcha #ConMisHijosNoTeMetas del 4 de abril y pregonar la defensa de la familia ante la imposición progresiva de la ideología de género en la sociedad a través del Currículo Escolar 2017, elaborado durante la gestión del ex ministro Jaime Saavedra y defendido por la actual ministra Marilú Martens. Un periodista que tenía un asunto personal contra Butters se acercó a él inmediatamente después de que éste terminó su alocución en el estrado de la Plaza San Martín y ello originó una discusión acalorada entre ambos. Cuarto Poder exhibió dicho incidente provocado para así lograr convencer a los directivos de Radio Capital de sacarlo de dicha emisora; cosa que lograron. Butters después explicó lo que había generado esa animadversión de René Gastelumendi contra él (por lo que lo llamó “Mermelumendi”) y cómo organismos del gobierno presionaron para despedirlo por hacer esa denuncia de la currícula. En otras palabras, el periodista fue víctima de una provocación preparada para ser "expectorado" porque incomodaba al gobierno "de lujo".


Si el polarizador Butters hubiera entrevistado en RPP a la ministra Martens o a las congresistas Marisa Glave o Indira Huillca y se hubiera retirado en plena entrevista dándoles una palmada en el hombro, con toda seguridad sus detractores hubieran chillado durante días, La República y Diario Uno estarían diariamente dándole con palo en sus portadas y los pulpines estarían haciendo un plantón exigiendo su expulsión del programa. Pero como Del Río está en el Grupo El Comercio (y su hermana también) tienen sus paladines en las redes sociales y en la dirección de este conglomerado mediático para permanecer ahí y seguir provocando impunemente a quienes no comparten su pensamiento. ¡Es decir! Como Butters no promueve el pensamiento único progre, debe irse, pero como Del Río sí lo hace, no pasa nada. ¿Alguien mencionó la imparcialidad periodística y el derecho a la libre expresión? ¡No se oye, padre!


Claro, tampoco faltarán los cristianófobos que se solidarizarán con Patricia (especialmente en el cómodo anonimato de las redes sociales) buscando la bronca a los curas, a las Iglesias, a los providas y hasta a la Bruja del 71, de conspirar para privar de su derecho a expresarse a esta "comunicadora de la diversidad". Después de todo, el café con el que volvió al set de transmisión era imprescindible para que no se le seque la garganta (incluso cuando vociferaba caminando, como bien se aprecia en el video). Hasta los argumentos más hilarantes y descabellados son bienvenidos cuando se trata de descalificar al disidente. Lo cierto es que las actitudes hablan por sí solas y el hecho de los entrevistados aceptaran tomarse una foto con los periodistas y con la misma Del Río es un gesto educado que dice mucho de la capacidad de diálogo demostrada por ellos (ver http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/respuesta-patricia-rio-laje-y-n-marquez-noticia-1985543).
 

Lo recomendable antes de entrevistar a alguien es empaparse del tema a tratar y revisar la obra en la que se desempeña el entrevistado para poder desarrollar un diálogo alturado y respetuoso. Permanecer firme en las opiniones está bien, pero fundamentarlas es necesario a fin de que el intercambio de ideas sea enriquecedor para ambas partes. Descalificar y provocar haciendo un espectáculo cercano al striptease y no disculparse ante tamaña falta de respeto a los entrevistados es abiertamente contrario al artículo 1° del Código Ético de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión de la que RPP forma parte. Dicho artículo señala que la radio y la televisión deben de contribuir al respeto de los derechos humanos, libertad de expresión y opinión y pluralismo informativo. Esperemos que la doble moral en este caso no prospere. Eso sí: hay que agradecerle a Del Río por hacerle cherry a este libro, pues ahora se venderá como pan caliente. Si aún así se pica, ¡a llorar Al Río!

lunes, 3 de abril de 2017

¿Autogolpes "muy parecidos"?


¿Qué es una dictadura? Para entender su origen hay que viajar a la época romana. La dictadura era un gobierno extraordinario que el Senado confería a una persona en los momentos difíciles, especialmente en los casos de disturbios internos o una guerra contra alguna potencia extranjera. La dictadura nació, al parecer, a propuesta de Tito Larcio, quien fue además el primero en ejercer el cargo. El dictador era nombrado por uno de los cónsules en virtud de una orden del Senado que tenía la potestad de determinar cuándo era necesario el nombramiento y quién debía ocupar el cargo. El magistrado supremo recibía los títulos de dictador y senador del pueblo (dictator, magister populi) y ejercía su autoridad por un plazo de 6 meses, período en el que quedaban en suspenso todos los procedimientos ordinarios de los magistrados, excepto los tribunos de la plebe (el pueblo) y nadie podía criticar, censurar ni discutir las órdenes del dictador.



A lo largo del tiempo las atribuciones del dictador se fueron ampliando, entre ellas se encontraban el declarar la paz o la guerra y condenar a muerte sin posibilidad de apelación. No podía, sin embargo, disponer libremente del Tesoro Público, ni abandonar la República, y estaba obligado a rendir cuentas de sus actos al Senado tan pronto terminaba en el ejercicio de su autoridad. Además, durante su mandato se hallaba bajo la vigilancia de los tribunos que conservaban toda su autoridad y que se ocuparían de poner coto a la ambición y prepotencia de los que ejercían este cargo temporal. Esta institución fue sin duda alguna de gran importancia y utilidad en los tiempos de la República, unas veces salvándola de la ruina y otras facilitando grandes conquistas para Roma. Sin embargo, con el correr del tiempo, las virtudes cívicas y la abnegación de los primeros dictadores cedieron ante la corrupción de las costumbres y las ambiciones desenfrenadas de poder convirtiendo la dictadura en instrumento de tiranía en la persona de Sila y produciendo la transformación de la República en el Imperio encarnado en la persona de Julio César.


Entre los dictadores de Roma figuraron Tito Larcio, Cincinato, Camilo y Papirio, todos los cuales dimitieron del cargo antes de que expirase el plazo que señalaba la ley. Lucio Cornelio Sila modificó el plazo de 6 meses y se hizo nombrar dictador de forma indefinida, aunque a los 2 años dejó voluntariamente el cargo. Sin embargo, el cargo de dictador sufrió mucho tras los abusos que Sila cometió contra sus adversarios políticos. Julio César, tras ganar la guerra civil (siglo I A.C.), se hizo nombrar dictador vitalicio, generándose enemigos políticos en el Senado, lo que lo llevó a morir asesinado. El resto de la historia lo dejamos para quienes deseen profundizar en el fascinante desarrollo de la Roma imperial. Como se puede ver, el cargo de dictador no fue creado como un capricho político, sino como un servicio a la República ante un peligro grave, tanto externo como interno.


En base a lo explicado se puede comprender el surgimiento de las dictaduras. Los diferentes grupos políticos se valen de cualquier argumento para generar una interrupción del funcionamiento del sistema, pero sólo la historia juzga con objetividad si dicha decisión difícil es correcta, sin apasionamientos, defensas o condenas. El caso de Venezuela es muy grave, pues se busca instaurar progresivamente una dictadura vitalicia de corte comunista (estilo castrista) mediante la infiltración de la inteligencia cubana en el sistema militar, el adoctrinamiento ideológico en los colegios y universidades, el control centralizado de la economía, la persecución y encarcelamiento de los disidentes, el acoso a los opositores, la creación de una red internacional de aliados políticos con los petrodólares y el uso sistemático del insulto a todo aquél que ose criticar por la vía diplomática al gobierno.


Creo que ante la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, Cuba se quedó sin fondos para sostener su "revolución" (sin dejar de mencionar el embargo comercial de Estados Unidos) y para ello buscó un país con riquezas inagotables para poder subsistir. Para ello eligió a Venezuela y apoyó sigilosamente a un militar ex golpista como su candidato a la presidencia. Algo que logró en 1998 y gracias a su prédica y a su carisma convirtió al país del oro negro del Caribe en su chacra, donde todos tienen que comer de su mano si es que quieren tener una vida digna; los demás que se mueran de hambre. Así podemos comprender la doble moral del llamado "King Kong llanero" (por su evidente matonería y carencia de modales) presentándose como demócrata por el sólo hecho de haber llegado al poder por la vía electoral. Hoy Venezuela está en la ruina por la aplicación de la fracasada receta económica comunista y por su persistente intolerancia ante el disentimiento. Por eso, ante la constante presión de la OEA para que el gobierno chavista garantice elecciones libres, el Tribunal Supremo de Justicia, encabezado por Maikel Moreno (un ex-convicto condenado por doble asesinato cuando fue miembro de la policía secreta) le quitó sus funciones legislativas a la Asamblea Nacional. aunque luego se echó para atrás por la "rapidez" del delfín de Chávez. Quizá Raúl Castro telefoneó a Maduro diciéndole que no sea tan imbécil (y esto es sólo una especulación), pues con esa medida sólo demostrará ser un sátrapa puro, y que debe seguir maquillando su gobierno para no perder el apoyo de quienes (todavía) le dan el beneficio de la duda, aunque el parlamento esté, en la práctica, pintado en la pared.


En el caso peruano, la situación fue por lo siguiente: el comunismo llegó al poder el 3 de agosto de 1968 con un golpe de Estado perpetrado por el general Juan Velasco Alvarado (una fecha nunca condenada por los rojos y pulpines). El pretexto fue la desaparición de la página 11 del contrato celebrado entre la empresa IPC y el Estado peruano, en el que supuestamente se establecía el precio de cada barril de petróleo que el segundo debía pagarle a la primera. Eso fue causa de indignación popular, pues se creyó que el gobierno había regalado ese recurso nacional. Lo cierto es que nunca se llegó a demostrar si esa página existía. Lo que sí se sabe es que Velasco, adoptando las tesis izquierdistas de Víctor Raúl Haya De la Torre y Eudocio Ravines (fundadores del APRA y el Partido Comunista del Perú en 1929 y 1930 respectivamente) acrecentó el aparato estatal mediante expropiaciones, confiscó medios de comunicación, transformó radicalmente el sistema de propiedad de la tierra, penalizó la posesión de dólares, prohibió la enseñanza del inglés y sobre-endeudó al país con múltiples empréstitos con los países de la órbita soviética. Todo ello trajo las siguientes consecuencias: burocracia asfixiante, estabilidad laboral absoluta, corrupción a raudales y malversación de fondos, control de cambios y de precios, inflación cada vez más creciente, etc. De este caudillo y de su política se basó el militar Hugo Chávez para gobernar Venezuela (por ello siempre decía "mi general Velasco").


Morales Bermúdez se comprometió a dejar el poder tras las elecciones de 1980. Para ello permitió elecciones para la Asamblea Constituyente que elaboraría la Constitución de 1979, CON LA CONDICIÓN de que se incorporaran en ella los principios del gobierno izquierdista y en un contexto carente de libertad de prensa. Fernando Belaúnde fue reelecto con la ilusión de que en democracia revirtiera todo lo que estropeó Velasco. No sólo no lo hizo (salvo la devolución los medios de comunicación), sino que la clase política de aquel entonces avaló la existencia del gigantesco Estado empresario con el cual la gente de Acción Popular y el APRA tenían mamadera de sobra para todos sus ayayeros). Todo ello con el apoyo jurídico dado por la Constitución estatista de 1979. Pero todo se agravó cuando surgió el terrorismo subversivo de Sendero Luminoso y el MRTA. El primero, de inspiración maoísta pretendía instaurar una sociedad agrícola sin clases sociales al estilo Camboya (el resultado fue miseria, esclavitud y casi 2 millones de camboyanos muertos); y el segundo era de orientación guevarista y que buscaba la cubanización del país. Más allá del matiz ideológico, lo cierto es que la izquierda, tanto en el poder político, como en la acción terrorista, es co-responsable de la ruina económica y social de Perú. El país, en 1990, estaba en una situación muy parecida a la actual Venezuela


Entonces, el casi desconocido ingeniero Alberto Fujimori, tras ser elegido presidente, tenía la grave responsabilidad de vencer la hiperinflación dejada por Alan García (de más de 7,600%) y enfrentar el derramamiento de sangre provocado por los terroristas (más de 30 mil muertos). El problema es que, a pesar de las facultades delegadas (por encontrarse en minoría en el Congreso), los decretos legislativos, especialmente los referidos a revertir urgentemente la trágica situación social y económica de Perú, empezaron a ser rechazados y el gobierno se vio imposibilitado de actuar con mano dura. Muchos congresistas de izquierda no aprobaban las leyes contra la lucha antiterrorista. Además, muchos jueces estaban amenazados de muerte y, temerosos, liberaban a subversivos, incluso cabecillas capturados. Lo peor era que muchos congresistas no sólo saboteaban las iniciativas legislativas del gobierno, sino que no asistían al Congreso originando la cancelación de sesiones cruciales por falta de quórum.


La situación era desesperada y similar a la de una guerra civil. De ahí que la población avaló la radical medida y la conversión de Fujimori en dictador (fue más del 80% y a mí me consta por haber vivido esa época). Lo cierto es que el sistema estatal basado en el modelo centralista yugoeslavo, no funcionaba más y tarde o temprano se iba a producir un quiebre del Estado de Derecho para salir de esa situación, pues sabiendo cómo funcionan nuestras fuertísimas instituciones y nuestra honestísima clase política, no se podía hacer nada. Ni Belaúnde, con su falta de adminículos, ni Vargas Llosa, dada su arrogancia e insensibilidad ante los problemas del país en el cual nació por accidente (según sus propias palabras) nos hubieran devuelto la paz ni la estabilidad económica. Por eso, el menos malo de los sistemas de gobierno, se tuvo que suspender por un tiempo, para retomarlo con la convocatoria a elecciones para el CCD que elaboraría la Constitución de 1993, la cual, con el régimen económico del libre mercado, nos permitió salir del estado de pauperización sufrido en las décadas de 1970 y 1980. Para más detalles, veamos la cátedra de Francisco Tudela en https://youtu.be/kNIVKSQhWOg


Como podemos ver, el autogolpe de Maduro y su retroceso fueron para amenazar a la oposición con instaurar un régimen totalitario similar a Cuba. El autogolpe de Fujimori fue para tomar medidas drásticas para sacar a Perú de la situación en la que nos metió Velasco y los defensores de sus postulados. Dicho en otras palabras, un autogolpe fue para meter a un país en la fosa comunista y el otro, para sacarnos de ella. Por eso la izquierda peruana odia de manera furibunda a Fujimori. Por supuesto, la escandalosa corrupción de su régimen es vergonzosa, pero a la luz de lo que acabamos de analizar es sólo el pretexto para condenarlo, pues no hay UN SÓLO gobierno en la historia peruana que se haya salvado del flagelo de la corrupción. Lo más indignante fue ver que un sector de la población le pedía al presidente Kuczynski que cierre el Congreso por el sólo hecho de tener mayoría absoluta fujimorista ante la inminente censura al ministro Saavedra. Eso no constituye una grave situación interna o externa como en la época romana, sino que simplemente refleja la piconería, mezquindad e hipocresía de quienes se dicen demócratas, mientras que polarizan a la población con un odio enfermizo hacia quienes no piensan como ellos. Eso hay que desenmascarar, pues la democracia significa vivir de acuerdo al pensamiento de Voltaire: "Detesto lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo".

jueves, 2 de marzo de 2017

Ad Maiorem Dei Gloriam


Se estrenó en la cartelera peruana la película "Silencio" de Martin Scorsese y hay quienes irán con expectativa a verla, sabiendo de la innegable habilidad de este cineasta italo estadounidense para retratar historias de violencia ("Taxi driver"), excesos ("El lobo de Wall Street"), ascensos y caídas ("Toro salvaje"), crimen organizado ("Buenos muchachos"), entre otras. Hay quienes incluso en medios católicos ha elogiado la película por su retrato de la situación que se vivió en el Japón feudal de mediados del siglo XVII por la persecución a la que fueron sometidos los cristianos por parte del Shogunato Tokugawa durante 250 años y por los esfuerzos de los misioneros jesuitas por difundir el evangelio en el Imperio del Sol Naciente, además de la crudeza y realismo de las escenas de martirio. Incluso el Papa Francisco recibió al propio Scorsese en audiencia privada después de la proyección de la película en el Vaticano. Después de todo, fue un proyecto que se gestó hace 27 años y por el cual Scorsese demoró en conseguir financiamiento. Seguramente pensarán que con ese gesto del Papa la Iglesia aprueba esta película y que los católicos deberían verla.

 

Pero no. Es mejor no dejarse guiar por las apariencias sino informarse previamente del mensaje del filme para desarrollar una opinión más sólida y en el presente artículo vamos a demostrarlo punto por punto. Para ello compararemos "Silencio" con otra película de temática jesuítica llamada "La misión". Ambas muestran la labor evangelizadora de la orden fundada por San Ignacio de Loyola en países distintos en épocas distintas, pero la diferencia en el mensaje de ambas es rotunda: mientras que en "Silencio" el tema es la apostasía para evitar el dolor, en "La misión", lo es el sacrificio por amor a quienes han recibido el mensaje del Evangelio. Esos mensajes finales son la muestra de la visión de los realizadores de ambas películas y sus posturas ante el miedo, el dolor y la muerte. Empecemos.


"Silencio" adapta la novela de Shusaku Endo. Dos jesuitas portugueses, los padres Rodrigues (Andrew Garfield) y Garupe (Adam Driver, el Kylo Ren de "Star Wars"), viajan a Japón para buscar a su mentor, el padre Cristobao Ferreira (Liam Neeson), del cual se rumorea que apostató públicamente. Los jóvenes sacerdotes no pueden creer que su guía espiritual haría tal cosa, por ello están motivados a encontrar la verdad; y si Ferreira negó a Cristo, se sentirían obligados a salvar su alma. Ellos son guiados en el país por Kichijiro (Yosuke Kubozuka), que le confiesa a Rodrigues que es un apóstata. Cuando alguien es sospechoso de ser cristiano, se ve obligado a pisar imágenes de Jesús o María talladas en bronce o en madera. Por esta negación de la fe generalmente se ahorra la tortura y la ejecución. Kichijiro escapó del sufrimiento al pisar una imagen, mientras que los miembros de su familia rechazaron negar a Cristo y fueron quemados vivos.


En 1614 empezaron las persecuciones del Estado contra los cristianos. Unos mil católicos murieron mártires de forma directa, en ejecuciones. Varios miles más murieron de enfermedades y pobreza al serles confiscados sus medios de vida. Cronistas holandeses (hostiles al catolicismo) que estaban en Japón en esos años explican que las autoridades japonesas inventaron una tortura novedosa que antes no se aplicaba en el país: la fosa. Estaba diseñada para lograr mucho sufrimiento con poco daño físico inmediato, alargar la vida de la víctima y lograr que renunciase al cristianismo. Las autoridades buscaban desesperadamente apóstatas: cristianos que renunciasen públicamente a la fe y anunciasen que era absurda y dañina. Y lo que más deseaban era que algún sacerdote europeo cediese. La fosa consistía en colgar boca abajo, por los pies, al preso, pero ceñido muy fuertemente por cuerdas, lo que impedía que la sangre bajase de golpe hacia la cabeza. Se tardaba unos 10 o 12 días en morir, pero un par de días podían bastar para que el preso, ya con las facultades mentales claramente mermadas, renunciase a la fe cristiana. La persecución de cristianos de esta época era absolutamente profesional y sistemática y empleaba infiltrados, agentes secretos, policía especializada, pasquines, recompensas, delatores, sobornos; es decir, todas las herramientas de un Estado moderno y casi policial.


En 1633 pasó algo que conmocionó a los misioneros cristianos de todo el mundo. Cristobao Ferreira, misionero portugués, que había quedado como superior de los jesuitas en Japón tras el martirio de sus predecesores, apostató tras 5 horas de tortura en la fosa de Nagasaki. Ferreira abandonaba a compañeros en la misma fosa como el Beato Julián Nakaúra, que de adolescente había visitado Roma y ahora tenía más de 60 años. "Hasta vuestro superior os abandona, ¡apostatad!", señalaban los verdugos. Pero casi todos los demás clérigos de ese grupo perseveraron. Ferreira tenía 53 años, era jesuita desde hacía 37 y había sido un misionero clandestino durante 19 años. Había vivido dos décadas de persecución y peligros. Él era quien enviaba a Europa crónicas de los martirios de sus feligreses y compañeros. Y ahora cedía en 5 horas. Por eso los historiadores hablan de "el enigma Ferreira". Lo casaron con la viuda de un criminal extranjero ajusticiado y durante unos años vivió en gran pobreza. Usaba nombre japonés y ropas japonesas y se le asignó un templo budista. Después, las autoridades empezaron a contratarlo como traductor de español, portugués, latín... y para juicios e interrogatorios de misioneros capturados. Más tarde tradujo obras de matemáticas y astronomía.


Conociendo al apóstata

A Ferreira incluso se le atribuye un libro escrito en 1636 titulado "La superchería desvelada", de propaganda budista-confuciana, que busca refutar las enseñanzas cristianas. Lo encontró un historiador en la década de 1920. Pero sólo hay una copia, manuscrita, y es extraño que las autoridades no lo imprimiesen y divulgasen. Muchos historiadores dudan de la autoría de Ferreira, aunque quizá él participó parcialmente. Al principio, algunos comerciantes portugueses lograron llegar a casa de Ferreira y hablar con él. Ellos explicaban después a los jesuitas que él vivía muy avergonzado, que no tenía relación con su esposa más que dejar que le hiciera la comida. Los comerciantes le animaban a volver a la Iglesia clandestina, lo que implicaría pronto morir mártir. Él escuchaba y no respondía. Luego los contactos fueron escasos. Por todo el mundo, novicios jesuitas se ofrecían para morir mártires donde la Compañía decidiese y expiar la apostasía de Ferreira. Además, al menos tres expediciones de jesuitas llegaron a Japón con el objetivo de devolverlo a la Iglesia. El primero, Marcello Mastrilli, llegó en 1637, lo detectaron, le torturaron 3 días en la fosa y luego lo decapitaron. El segundo grupo, con Pedro Kibe a la cabeza, llegó en 1639: atrapado el líder, murió mártir en la fosa. El tercer grupo, el de Antonio Rubino, fue atrapado en 1642. A su juicio acudió el mismo Ferreira como traductor y al parecer, tras 9 años como apóstata, animó a los jesuitas a ceder también ellos y salvar su vida, cosa que hicieron.

Aquí es donde parte de la trama y del desenlace será revelado, por lo que te advierto que si vas a ver la película y no te gusta que te cuenten el final, dejes de leer este artículo. Martin Scorsese, antiguo novicio jesuita antes de convertirse en cineasta, introduce una idea ambigua sobre hasta dónde debe llegar la fe y el sufrimiento. Ferreira le dice a Rodrigues que no hay verdaderos conversos japoneses, sino que nunca tuvieron realmente fe; no creían en Jesús como Hijo de Dios. Sin embargo creían que el verdadero "Hijo" era el orbe rojo que se levanta por la mañana. Decía que solo eran un puñado de paganos, que cuando eran martirizados no morían por la fe en absoluto. No queda claro si este discurso es entendido por Scorsese como una evaluación real del catolicismo japonés o si Ferreira simplemente está tratando de desmoralizar a su ex discípulo. Si es lo primero, entonces ciertamente no hay cristianismo auténtico en Japón, los mártires son fanáticos cabezas huecas y el espectador se ve obligado a lidiar con esta posibilidad.


En el clímax de la película le muestran a Rodrigues varios campesinos en la terrible tortura de la fosa y dicen: "ellos ya han apostatado muchas veces, eres tú el que has de apostatar si quieres que dejemos de torturarlos". No está claro si históricamente se usaron rehenes así para presionar a los jesuitas, pero esa es la "opción del diablo" de la película y la novela. Si solo pisara el fumie colocado en el suelo, la tortura terminaría. Ferreira lo está instando, como Rodrigues mismo había instado a otros, a pisar el rostro de Jesús. ¿Por qué Scorsese nos da un Cristo que da permiso para fallar? Puesto que Rodrigues recomienda la apostasía solo para evitar el sufrimiento, se podría concluir que el sufrimiento triunfa sobre la fe, que para el bien de evitar el dolor horrible, la negación de Cristo está justificada, ya que es Jesús quien lleva esta cruz por tu dolor. Al final, todo lo que importaría es la presencia silenciosa de Dios para aquellos que sufren. Es una debilidad notoria de la película que exista poco desarrollo del carácter con respecto a esta crisis de fe.


Sin embargo, este es un mensaje distorsionado, especialmente cuando se considera que a los ojos de Dios el sufrimiento humano tiene valor salvífico, como decía el propio San Pablo: "Aun ahora encuentro mi gozo en el sufrimiento que soporto por vosotros. En mi propia carne lleno los sufrimientos de Cristo por causa de su cuerpo, la Iglesia". Además, muchos críticos olvidan que si en la novela original de Shusaku Endo la voz de Cristo que Rodrigues oye puede entenderse como una alucinación, en la película, en cambio, es un hecho. Cristo habla, con voz propia, no con la voz de la mente de Rodrigues y le dice que "lo pise". La escena de la confesión (cerca del desenlace) sería el clímax de la película, y por lo tanto "Silencio" trataría sobre la presencia silenciosa de Dios para todos, incluso para aquellos que fracasan. Pero este posible clímax se ve abrumado por el inquietante permiso de Cristo a fracasar (y pecar, dicho sea de paso). No queda nada del Cristo de los Evangelios que, en lugar de ordenar a sus fieles seguidores que lo pisoteen, los llama a seguirlo hasta la Cruz. Munilla, el Obispo de San Sebastián, España y crítico con la película, considera que lo que se está planteando es que los que iban al martirio eran los fieles más sencillos que no tenían formación teológica y cultural. Pero los jesuitas, que estaban más formados, terminaban apostatando. Como si con la fe adulta de los jesuitas se les puede permitir hacer esta distinción: "apostato por fuera aunque por dentro siga siendo cristiano; pero el pueblo menos formado debe ir al martirio de cabeza". Eso, históricamente, es falso. En aquel momento los evangelizadores que predicaron al pueblo fueron los que abrieron el martirio, quienes iban por delante”, detalló. Además, "el martirio es una gracia. Llegado el momento Jesús da esa gracia para que no caigamos en el pecado de la apostasía. Ese don gratuito que supera nuestras fuerzas, Dios lo dará en la medida que seamos fieles y humildes”, aclaró.


Y aún así, después de 250 años sin sacerdotes, cuando llegó la libertad religiosa a finales del siglo XIX se descubrió que aún quedaban unos 30.000 cristianos en Japón (sobre los 300.000 que había habido hacia el año 1620). Hay quien plantea que es sospechoso que la novela de Shusaku Endo se difundiera mucho en los años 60, mientras que las historias de autores cristianos japoneses que muestran ejemplos de mártires constantes no se hayan difundido. Sin embargo, en "Silencio", de Scorsese, vemos también muchos mártires sinceros, sobre todo en la escena de la crucifixión en la playa. Por otro lado, tiene sentido mencionar, como hace Roy Peachey en la revista First Things a esos autores japoneses católicos que nadie traduce: Sono Ayako, Miura Shumon, Shimao Toshio, Tanaka Chikao, Tanaka Sumie, Takahashi Takako y Kaga Otohiko. Peachey escribe: "Kaga Otohiko es un ejemplo particularmente interesante. Se convirtió al catolicismo por influencia de Shusaku Endo, y escribió sobre Ukon Takayama, el samurai que se convirtió al cristianismo" [y murió en las Filipinas españolas, exiliado]. "Las novelas sobre la fe no siempre son populares entre los editores occidentales, así que la novela sobre Ukon Takayama no se ha traducido".


Hoy las tierras de Siria, India, Pakistán, China, Irak, Egipto, Nigeria, Chad, Sudán, Libia, Yemen… están siendo regadas por las lágrimas y la sangre de quienes han mantenido viva su fe, y han sufrido y siguen sufriendo a causa de la misma. ¿Recomendarías, lector, a estos cristianos perseguidos y amenazados que vean “Silencio” diciéndoles que es una película muy buena (aunque la película esté dedicada a ellos y aparezca la frase en latín "A la mayor gloria de Dios")? ¿Tú crees que a los sacerdotes, les será muy edificante el contraejemplo de los jesuitas apóstatas de “Silencio”? Porque en contraposición con esta película, "La misión" ofrece la visión noble, recta y perseverante de la fe vivida de acuerdo al Evangelio y al carisma ignaciano, a pesar de su trágico desenlace. Ahora lo demostraremos.



"La misión" es una película británica de 1986 interpretada por Robert De Niro, Jeremy Irons, Ray McAnally, Liam Neeson y Aidan Quinn en los papeles principales (todos 30 años más jóvenes), ganadora de varios premios cinematográficos internacionales, entre ellos la Palma de Oro en el Festival de Cannes y el Oscar a la mejor fotografía. Su director, Roland Joffé, británico de ascendencia francesa, había realizado antes una impresionante película de denuncia sobre el genocidio de Camboya, The Killing Fields (Los gritos del silencio, 1984). El guionista de "La Misión" Robert Bolt tenía en su haber, entre otros trabajos excelentes, el de "Un hombre para la eternidad" (1966). David Puttnam, el productor, está ligado a "Carros de fuego" (1982), otra oscarizada película, por su belleza y valores humanos.


La película comienza junto a las cataratas del Iguazú, donde los misioneros jesuitas intentan atraer a la fe y la civilización a los nativos guaraníes que vivían en la selva. Tras el martirio de uno de los misioneros de la Compañía al ser crucificado y arrojado a las cataratas (una escena que me marcó mucho cuando la vi por primera vez), el padre Gabriel (Jeremy Irons) encabezará la labor pastoral en solitario acompañado de una Biblia y un oboe. Poco a poco su labor va cuajando hasta que pasado el tiempo (apoyado por otros sacerdotes y misioneros jesuitas) logra crear las reducciones en la zona. Estas fueron una especie de comunidades autosuficientes donde los guaraníes eran evangelizados (apartándolos de sus temores e instruidos en las destrezas técnicas y culturales europeas en el uso de herramientas para la agricultura, la música, etc.) además de protegerlos de los tratantes de esclavos. Esta última práctica estaba prohibida por las Leyes de Indias dictadas por los reyes de España, pero, en aquel lugar tan apartado del mundo y con la jugosa compra-venta que hacían los portugueses de los indios capturados (en territorio luso sí estaba permitido), las autoridades locales españolas no sólo hacían caso omiso de la ilegalidad de estas prácticas, sino que se lucraban con ello.


En el medio de esta labor misionera, el capitán Rodrigo Mendoza (Robert De Niro), un traficante de esclavos, mata en un duelo a su hermano menor (Aidan Quinn) tras sufrir el rechazo de la mujer que amaba. A raíz de esto, Mendoza sufre la culpa por la muerte de su hermano y por los nativos cazados, pero es acogido por la orden jesuita en la ciudad. Pese a ello no logra perdonarse a sí mismo, por lo que el padre Gabriel le invita a la reconciliación con Dios, con los guaraníes y consigo mismo al proponerle ir con él a la selva y ayudar a la labor que llevaban a cabo en una de sus reducciones. Mendoza acepta, cargando voluntariamente con sus armas y bagajes, por un territorio accidentado, hasta donde viven libremente los guaraníes. Allí es perdonado por estos (que lo reconocen) y liberado espiritualmente de toda la carga pasada. Sin duda, es la escena más conmovedora de todo el filme. La labor misional va viento en popa, hasta que la situación geoestratégica internacional complica la permanencia de las misiones. El nuncio de Su Santidad, cardenal Altamirano (Ray McAnally), es enviado a aquellas tierras para hacer desaparecer las reducciones jesuitas a través de la vía diplomática y no soliviantar a las potencias española y portuguesa.


El corazón y la inteligencia, la labor pastoral y las exigencias políticas de la época harán dudar al nuncio, que, sin embargo, cederá ante las presiones recibidas creyendo erradamente, de este modo, salvar a la Orden y cumplir con su servicio a la Iglesia. Porque años más tarde estalló la Guerra de los Siete Años (1756–1762), que se desarrolló tanto en Europa como en América y Asia. Poco más tarde (1767), la Compañía de Jesús fue expulsada de todas las posesiones de la Monarquía Hispánica —hecho que ya se había dado con anterioridad en otros reinos cristianos como los de Portugal o Francia— y que, en conjunto, fue un desastre para los virreinatos americanos. Al final del largometraje se dará la cruenta lucha que afrontarán ahora los jesuitas de las misiones guaraníes y que será de dos tipos; tanto pacífica y espiritual (padre Gabriel), como violenta y mundana (hermano Mendoza), ante la política de incorporación de aquel territorio a la Corona de Portugal, por medio de las armas.


Un poco de historia

El deseo de españoles y portugueses de resolver de mutuo acuerdo sus diferencias fronterizas en Sudamérica llevó en 1750 a la firma en Madrid del discutido tratado de Límites o de Permuta, entre los gobiernos de España y Portugal, para reemplazar la obsoleta demarcación establecida por el acuerdo de Tordesillas de 1494. Carlos III, considerando excesivamente favorable a los portugueses el tratado de Límites, lo revocaría nada más iniciar su reinado, aunque demasiado tarde para las misiones guaraníticas en cuestión. Según las estipulaciones de este tratado, España, a cambio de recibir la Colonia del Sacramento (un asentamiento portugués asomado al Río de la Plata, frente a Buenos Aires) reconocería un desplazamiento de la frontera de Paraguay hacia el oeste y, concretamente, se comprometía a entregar a los portugueses los territorios entre los ríos Uruguay e Ibicuy. Allí se encontraban siete misiones jesuíticas. Entre ellas la de San Miguel que aparece en la película.


La aplicación del tratado de Límites fue muy conflictiva y se produjo la resistencia indígena a abandonar las reducciones. En términos generales, los jesuitas, aunque trataron de proteger a los indios y fueron solidarios psicológicamente con ellos, no parece que hicieran resistencia física, ni que hubieran alentado a los indios a la lucha armada. De modo que la actitud de alentamiento al combate militar e incluso la participación en él, que vemos en la película encarnada en Mendoza y algún otro compañero, si se dio, no fue la actitud general. Los jesuitas, después del Padre Mariana y del regicidio de Enrique IV de Francia a comienzos del XVII, habían moderado su actitud sobre la legitimidad de la violencia en casos extremos. De hecho en la pesquisa o investigación llevada a cabo por el obispo La Torre, de Paraguay, en 1758, se exoneraba de responsabilidad a los jesuitas en ese sentido. Es quizás en esta investigación y visita en la que se inspira el personaje del alto dignatario eclesiástico que aparece en el film, mezclando datos del Comisario general Lope Altamirano.


En la película, entre lo que vemos y lo que se nos dice, nos hacemos una idea de esa peculiar experiencia humana de las reducciones. Así, de la organización comunal del trabajo, y en buena medida de la propiedad; del modo de evangelización de los jesuitas, basado en el aprecio de muchos los rasgos de la cultura guaraní, como su lengua o su afición y aptitud para la música. De hecho la música, y la flauta más en concreto, es una de las claves simbólicas de la película. El componente de radicalismo social, su envidiada prosperidad (basada en buena parte en el cultivo de la hierba mate) y la concentración de los guaraníes que escapaban a la esclavitud, unida a las tensiones derivadas del regalismo borbónico, hicieron que estas reducciones estuvieran bajo sospecha doble o triple: de los colonos o pobladores de los territorios españoles y portugueses limítrofes, de las autoridades políticas virreinales y de algunas autoridades eclesiásticas: todo ello queda reflejado en el film.

El éxito de "La Misión" se explica por varias razones. Sin duda, la grandiosidad y belleza de su escenario: especialmente las cataratas del Iguazú y las selvas tropicales circundantes, en la zona limítrofe entre Paraguay, Brasil (estado de Paraná) y Argentina (estado de Misiones). También por la intensidad dramática y expresiva de sus imágenes, que tienen el ritmo, la espectacularidad y el poder de captación de una película de aventuras. Y por último, pero no menos importante, la importancia y la calidad de la problemática que plantea: el encuentro entre dos culturas y las implicaciones de la fe cristiana en el compromiso temporal. Dos grandes cuestiones que trascienden el marco histórico concreto al que se refiere la acción principal de la película: las misiones o reducciones jesuíticas del Paraguay en el año 1750, durante el reinado de Fernando VI de España. El hecho de que la esposa de éste, Bárbara de Braganza, fuera portuguesa tendría, su repercusión en la problemática presentada en el film.


Ante todo, la película nos introduce en el conocimiento visual de lo que fue esa peculiar experiencia misional y sociológica de las reducciones del Paraguay. Estas reducciones o misiones del Paraguay, centros de población guaraní dirigidos por la Compañía de Jesús, habían sido fundadas, por concesión de Felipe III, a principios del siglo XVII y, en su momento de máximo esplendor y desarrollo, en la primera mitad del XVIII, llegaron a abarcar unos 300.000 indígenas en 30 poblados (centrados en torno a las cuencas de los ríos Paraná y Uruguay). Debido a su importancia, y a su escasa o nula dependencia de las autoridades políticas virreinales, algunos coetáneos hablaron del "imperio jesuítico del Paraguay". Si las reducciones del Paraguay han sido las más célebres ello se debió, en parte, a su prosperidad cultural y económica; y también a que su triste final conmovió a Europa y su destino quedó ligado a la polémica histórica (y después historiográfica) sobre la expulsión de los jesuitas de un gran número de países europeos.



La película hace un magistral uso de la música de Ennio Morricone (uno de sus trabajos más destacados como compositor), desde el momento en que la interpretación de un oboe en mitad de la selva se transforma en el elemento que lleve a los guaraníes a aceptar la prédica del jesuita. Los nativos luego se transformarán en diestros artesanos de instrumentos musicales y como forma de probar su avance en su grado de civilización, mostrarán sus cantos corales a la comisión internacional. Tras el dramático final el epílogo muestra una escena donde un grupo de niños indígenas cargan un instrumento musical en su canoa, como muestra que algo quedó del aporte de los jesuitas. Hay unas magníficas frases finales del eclesiástico que escribe el relato, ante la pretensión justificadora de la masacre que le ofrecen los gobernantes: "El mundo no es así; nosotros lo hemos hecho así, yo lo he hecho así". No todo es necesidad, existe la libertad moral. A partir de ahí se abre una esperanza, de que el compromiso cristiano tenga una mayor eficacia transformadora de las relaciones entre los hombres y de que éstas puedan seguir otras pautas que las del dominio y la ley del más fuerte.


En conclusión, "Silencio" y "La misión" abordan la labor jesuita desde ópticas antagónicas. Scorsese tiene prestigio como cineasta, pero la ambiguedad de sus personajes y los conflictos de fe que plantea son el reflejo de una fe que no ha logrado consolidarse de manera exitosa a lo largo de su vida, sino que la duda y el dolor parecen tener la última palabra al momento de decidir resignado con un corazón dividido. Podría llamarse a eso la fatalidad de la incoherencia y el posterior tormento de la conciencia. Joffé, en cambio, muestra una fe entregada por amor a Cristo, reflejado en esos guaraníes que huyen de la esclavitud y buscan un lugar más humano en el mundo, donde su dignidad sea respetada y se les estimule a ser mejores como miembros de una comunidad. Eso, a costa del sacrificio personal, mostrado de forma elocuente en la procesión eucarística, mientras los soldados portugueses incendian la misión y disparan despiadadamente contra los nativos, muchos de ellos, mujeres y niños. ¿Cuál de los dos mensajes es estimulante para el alma que busca a Dios a través del sétimo arte? No me respondas a mi. Pon esta pregunta a los pies de la cruz y deja que Cristo, a través de la oración, te conteste con sabiduría y misericordia.

lunes, 20 de febrero de 2017

Un mensaje a la conciencia


Conociendo los predecibles gustos de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (Hollywood, en otras palabras), sus miembros se inclinarán por "La La Land: Ciudad de sueños", la simpática, nostálgica, pero sobrevalorada película del joven Damien Chazelle, quien dirigió la aun más lograda "Whiplash: Música y obsesión" (2014). La favorita para el premio de la Academia tiene 14 nominaciones y ha igualado el récord de "La malvada" (1950) y "Titanic" (1997). Es encantadora y hasta notable por momentos, especialmente las secuencias del baile en la autopista, el clímax final del amor frustrado y, sobre todo, la escena del observatorio, sin duda, el mejor homenaje al cine musical clásico de los años 50. Verdadera muestra de proeza, color, romance y emoción que resumiría las apuestas por el triunfo de este filme, el domingo 26 de febrero.

 

 Pero esta columna no tiene por objetivo seguir alabando esta película, sino "Hasta el último hombre", el último trabajo del actor-director Mel Gibson y debo decir, que gracias a las excelentes críticas recibidas, la considero la más emocionante y merecedora del Oscar a mejor película. Tiene una factura técnica de gran calidad, excelentes actuaciones, especialmente del "sorprendente Hombre Araña" Andrew Garfield, escenas bélicas impactantes (sólo comparables a las de "Rescatando al soldado Ryan"), humor, romance y una buena dosis de humanidad aun en medio de las incomprensiones por preservar la paz de la conciencia mientras el mundo se destruye con la conflagración bélica. Las escenas finales de archivo del verdadero soldado y héroe médico-militar Desmond Doss emocionan y ayudan a entender sus motivos para no tocar un arma y apostar firmemente por ayudar a sus compañeros heridos durante la batalla de Okinawa. Cualquiera con esa fortaleza de corazón no salva a 75 soldados gravemente heridos. Por eso su testimonio inspira y nadie mejor que Mel Gibson para mostrar con sencillez su firmeza y su coraje en las dos mitades del filme que se complementan y ayudan a entender que la guerra comienza y se libra en el interior del ser humano, sin poder verse, en contraposición a las secuencias de la sangrienta batalla.


El tema de la objeción de conciencia sobre el que gravita la película, es base del presente artículo (el título no tiene nada que ver con los mensajes del recordado Hermano Pablo). Para ello nos centraremos en su definición, características y regulación en nuestra jurisprudencia y en la doctrina, especialmente la española y estadounidense. La película estimulará el estudio de este apasionante tema y, sobre todo, ayudará a su reconocimiento ante las amenazas que se ciernen sobre este derecho, especialmente en el plano sanitario y educativo en los últimos años. Para ello tomamos como base el libro "El derecho de libertad de conciencia y de religión en el ordenamiento jurídico peruano" (2005) de Susana Mosquera Monelos. Empezaremos definiendo el concepto de libertad de pensamiento, luego el de religión y finalmente, el de conciencia.

La libertad de pensamiento sería que todo individuo tiene de ejercitar libremente su pensamiento y dirigirlo hacia la búsqueda de la verdad esencial, de un conocimiento esencial sobre ciertas materias, sobre todo aquello que sea objeto de su interés. Libertad que tiene una manifestación interna y otra externa, en el primer caso se trata de un derecho absoluto, ámbito en el que nadie puede entrar, ahí la libertad de pensamiento alcanza su grado de expresión máximo; y otro ámbito, el externo, en el cual ese derecho a la libertad de pensamiento manifiesta la necesidad de exteriorizarse, de ser expuesto, ejercido materializado frente a terceros. Mi derecho a manifestar externamente mi libertad de pensamiento tiene como límite el ejercicio de derechos de terceras personas y el ordenamiento jurídico concreta esos límites en esos dos términos, salud y orden público.

 

En el ámbito internacional y, según se deriva de lo dispuesto en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la libertad de conciencia puede entenderse como la libertad de opinión que el juicio crítico realiza al respecto de un cierto pensamiento. Si la libertad de pensamiento es genérica, la liberta de conciencia es particular, se refiere a la opinión concreta que se tiene al respecto de un determinado postulado de la razón práctica, de manera que, se establece ahí la libertad de pensamiento. De ese modo la conciencia llega a formarse una opinión precisa sobre un determinado tema; esta manifestación de la libertad de pensamiento es la que lleva a algunos autores a derivar la existencia de un derecho a la objeción de conciencia.


De acuerdo con la jurisprudencia del Tribunal Constitucional peruano (en adelante TC), el reconocimiento de este derecho ha sido, efectivamente jurisprudencial, mas no legislativo, Así, la doctrina habla de supuestos de objeción de conciencia al aborto, esto es, el conflicto de intereses que se da cuando, despenalizado el aborto en ciertos supuestos, el médico encargado de llevar a cabo esa acción objeta en conciencia porque la práctica del aborto es contraria a sus creencias religiosas. Otro supuesto es el de la objeción de conciencia farmacéutica, que nace para ciertos profesionales de este sector que se niegan a dispensar métodos anticonceptivos; la objeción de conciencia electoral, que supone para los miembros de algunos grupos religiosos la imposibilidad de formar parte de los procesos electorales ya sea participando activamente con su voto o bien cumpliendo con la obligación de formar parte de las mesas electorales que se constituyen en cada distrito. Muchos otros supuestos hay, pero como ejemplos de objeciones de conciencia estos son suficientemente significativos. La objeción de conciencia implica una resistencia del individuo ante el cumplimiento de una norma cuando entre en conflicto con sus propias convicciones. No debe confundirse con la desobediencia civil, ni mucho menos con la revolucionaria. Es siempre una conducta pacífica y no violenta; es más, se la puede caracterizar como una conducta pasiva, pues consiste en abstenerse de cumplir un determinado deber impuesto por el ordenamiento.


El TC en el Expediente N° 0895-2001-AA/TC ha resuelto sobre derecho de modo inexacto, en opinión de la doctora Susana Mosquera, pues no lo solucionó de manera separada de la libertad religiosa, que sí está reconocida como derecho en el artículo 2,3 de la Constitución. Lo que pasa es que el TC sostiene que el derecho a la objeción de conciencia se deriva del de la libertad religiosa. Y en este caso era simplemente la objeción al trabajo el día sábado por parte de un Testigo de Jehová en ESSALUD. En el ordenamiento español, por vía jurisprudencial se resolvió se manera autónoma: el TC español en sentencias de los años 1982 y 1985. Esto duró hasta que se legisló este derecho en 1987 en lo referido al servicio militar. Por eso, es válida la técnica de los derechos implícitos que utilizó el TC peruano, pero no parece adecuado que uso que le ha dado para el caso concreto.


Es en Estados Unidos donde se dictan las primeras sentencias que analizan supuestas objeciones de conciencia; como referente histórico está el caso State vs. Wilson, de 1823 en el que se analiza un caso de objeción a formar parte de un jurado, petición que denegada por la corte que no reconoció tal derecho a objetar frente a una obligación legal cual es la de formar parte de un jurado popular. Lo curioso, es que nunca se ha reconocido un derecho genérico a la objeción de conciencia en Estados Unidos, pues su sistema está basado en el sistema del precedente, o del "case law", y además se basan en la Primera Enmienda a la Constitución, esto es, la Free Exercise Clause, que es el modo cómo el derecho estadounidense reconoce el derecho fundamental a la libertad religiosa. Así, los tribunales de ese país tienen mayor facilidad para analizar cada supuesto de objeción de conciencia, pero con libertad para dictar sentencia en sentido distinto. Así por ejemplo, en los casos relativos a objeciones de conciencia en el campo laboral, especialmente en cuanto a la jornada de descanso, la Corte Suprema ha reconocido la preferencia en el ejercicio del derecho de libertad religiosa cuando no existe un interés superior del Estado (compelling state interest) que justifique un atentado a dicho derecho fundamental (caso Sherbert vs. Verter, 1963). Pero cuando una empresa ha mostrado una actitud positiva intentando acomodar al trabajador que no puede por razones religiosas asistir a su puesto de trabajo en el día de descanso que señala su fe, pero no se ha logrado llegar a un acuerdo, la Corte Suprema ha dictado sentencia en sentido contrario y no ha reconocido ese derecho puesto que la acomodación de un trabajador no puede superar un coste mínimo ni discriminar a los demás trabajadores (caso T.W.A. vs. Hardison, 1974).


Se ha planteado, inclusive, que la objeción se trataba de un “derecho constitucional autónomo”, pero no de un “derecho fundamental”, pues se le consideraba un derecho a la exención de un deber constitucional (en referencia al servicio militar obligatorio), si bien se admitía que se encontraba protegido por el recurso de amparo. Finalmente, parte de la doctrina estima que la posibilidad de ejercer el derecho de objeción dependerá de la concepción que se considere prevaleciente en la Constitución española. En tal sentido, si se parte de una concepción positivista, sólo sería admisible el derecho en los supuestos en que esté expresamente reconocido y por tanto, en España, en el ámbito sanitario, sólo en los abortos en que se presenten las circunstancias establecidas en el artículo 19 de la Ley Orgánica 2/2010, del 3 de marzo de 1982, que regula el régimen del aborto o "interrupción voluntaria del embarazo". Se establece expresamente, en su ordinal 2, inciso 2º, que los profesionales de la salud tendrán el derecho de ejercer la objeción de conciencia. Algo que no respeta la Resolución Ministerial N° 486-2014/MINSA que aprueba la Guía para la aplicación del Protocolo de Aborto Terapéutico, cuyo pomposo nombre no repetiremos aquí, pues en su undécimo numeral abre las puertas a cualquier causal de patología que "ponga en riesgo la vida de la madre". El médico que se rehusara a practicar o colaborar con un aborto, lo hará bajo responsabilidad administrativa; algo inconstitucional e ilegal por donde se le mire.


Sin embargo, al tratar de precisarse los límites a la objeción de conciencia debe tenerse en cuenta que la jurisprudencia del Tribunal de Estrasburgo ha señalado, de forma constante, que la libertad religiosa sobre la que se basa, no habilita a que el individuo pueda comportarse en todo momento conforme con sus propias convicciones. Consecuentemente, las posibilidades de realización de la objeción de conciencia serán también limitadas, debiendo enmarcarse dentro de los límites al libre ejercicio de la religión que se contemplan en el Convenio. Dicho de otro modo, las objeciones de conciencia podrán ser válidamente desestimadas cuando ello resulte necesario en una sociedad democrática para salvaguardar algunos de los legítimos intereses enumerados en su artículo 9, debiéndose aplicar, en todo caso, un criterio de proporcionalidad que asegure que la libertad del individuo sólo padezca en la medida imprescindible para la salvaguarda del interés que se considera preponderante. A la hora de ponderar cuándo y en qué medida una objeción de conciencia puede colisionar con algunos de los intereses legítimos mencionados, el Tribunal de Estrasburgo ha venido reconociendo a los Estados miembros un amplio “margen de apreciación”.


Volviendo al EXP. N° 0895-2001-AA/TC, en su voto particular, la doctora Delia Revoredo Marsano considera que no ha prohibido al demandante ejercer su derecho a la libertad de religión ya que no se le impidió optar por su nueva confesión 5 años después de ingresar a trabajar a ESSALUD, pero otorga más relevancia a un hecho que nos parece fundamental, cual es "el demandante no condicionó su contratación laboral en dicho centro médico a no trabajar los días sábados". Además señala el peligro potencial que supone el reconocimiento de ese derecho genérico a la objeción de conciencia puesto que de él se podría derivar un "desorden público". La magistrada circunscribe ese desorden al posible conflicto que surgiría para conceder descansos a adventistas en los días sábados, en el ámbito laboral público o privado, a católicos en domingo, etc.


En el ordenamiento peruano la legislación se ha adaptado a la necesidad de ofrecer opción en la prestación de juramentos, Así, normas como el Decreto Legislativo N° 767 que aprobó la Ley Orgánica del Poder Judicial incluyó un artículo 230 en el que dispone que: "Es indispensable tomar posesión de un cargo judicial, prestar juramento de acuerdo a la siguiente fórmula: "Juro por Dios" o "Prometo por mi Honor", "Desempeñar fielmente los deberes del cargo que se me ha conferido...". No se plantea la opción de no juramentar, pero sí se da la variante dentro de la formulación de dicho juramento. En similares términos se expresa el Reglamento orgánico de la Academia Diplomática del Perú que para la ceremonia de clausura del curso al hacerse entrega de sus diplomas a los nuevos licenciados, se establece en el artículo 75 del D.S. N° 013-84-RE lo siguiente: "¿Juráis por Dios, por la patria y por vuestro honor desempeñar con lealtad y dedicación las funciones que os confiere el Estado y mantener secreto de todas las cuestiones que con éste carácter lleguéis a conocer por razón de vuestros cargos? - Sí, juro. - Si así lo hiciéreis que Dios y la patria os lo premien y si no, que os lo demanden". Quien no profesare religión, prestará promesa de honor". El 29 de julio de 2004 se publicó el Decreto Legislativo N° 957 que aprueba el nuevo Código Procesal Penal. Su artículo 118 se refiere al juramento, y dispone que: "1. Cuando se requiera juramento, se recibirá según las creencias de quien lo hace, después de instruirlo sobre la sanción que se haría acreedor por la comisión del delito contra la Administración de Justicia. El declarante prometerá decir la verdad en todo cuanto sepa y se le pregunte. 2. Si el declarante se niega a prestar juramento en virtud de creencias religiosas o ideológicas, se le exigirá promesa de decir la verdad, con las mismas advertencias del párrafo anterior".


En fin, tenemos tiempo y material para discutir sobre la importancia de este derecho, pero no quiero terminar sin hacer mención aparte a la fidelidad a la conciencia que dejó Santo Tomás Moro al rehusarse a prestar juramento sobre el matrimonio del rey Enrique VIII con Ana Bolena, tras romper con la Iglesia Católica en 1535. Moro, autor del libro "Utopía", como buen hombre de leyes y político humanista, sabía de las implicancias que tendrían sus palabras en Inglaterra y en toda Europa, así que se refugió en el silencio, pese a las presiones y amenazas reales contra su persona y su familia. Como bien lo muestra la oscarizada película "Un hombre para la eternidad" (1966), fue condenado a muerte, gracias un testimonio (bajo perjurio) de su ex criado y futuro Canciller inglés Richard Rich. Ahí no le quedó más remedio que romper su silencio y revelar su fidelidad su conciencia católica, a la Iglesia y al Santo Padre Clemente VI, lo que le costó la cabeza en el patíbulo, pero la gloria de la santidad y el título de "patrono de los políticos y los gobernantes". Que el debate y los ejemplos comiencen...