jueves, 2 de marzo de 2017

Ad Maiorem Dei Gloriam


Se estrenó en la cartelera peruana la película "Silencio" de Martin Scorsese y hay quienes irán con expectativa a verla, sabiendo de la innegable habilidad de este cineasta italo estadounidense para retratar historias de violencia ("Taxi driver"), excesos ("El lobo de Wall Street"), ascensos y caídas ("Toro salvaje"), crimen organizado ("Buenos muchachos"), entre otras. Hay quienes incluso en medios católicos ha elogiado la película por su retrato de la situación que se vivió en el Japón feudal de mediados del siglo XVII por la persecución a la que fueron sometidos los cristianos por parte del Shogunato Tokugawa durante 250 años y por los esfuerzos de los misioneros jesuitas por difundir el evangelio en el Imperio del Sol Naciente, además de la crudeza y realismo de las escenas de martirio. Incluso el Papa Francisco recibió al propio Scorsese en audiencia privada después de la proyección de la película en el Vaticano. Después de todo, fue un proyecto que se gestó hace 27 años y por el cual Scorsese demoró en conseguir financiamiento. Seguramente pensarán que con ese gesto del Papa la Iglesia aprueba esta película y que los católicos deberían verla.

 

Pero no. Es mejor no dejarse guiar por las apariencias sino informarse previamente del mensaje del filme para desarrollar una opinión más sólida y en el presente artículo vamos a demostrarlo punto por punto. Para ello compararemos "Silencio" con otra película de temática jesuítica llamada "La misión". Ambas muestran la labor evangelizadora de la orden fundada por San Ignacio de Loyola en países distintos en épocas distintas, pero la diferencia en el mensaje de ambas es rotunda: mientras que en "Silencio" el tema es la apostasía para evitar el dolor, en "La misión", lo es el sacrificio por amor a quienes han recibido el mensaje del Evangelio. Esos mensajes finales son la muestra de la visión de los realizadores de ambas películas y sus posturas ante el miedo, el dolor y la muerte. Empecemos.


"Silencio" adapta la novela de Shusaku Endo. Dos jesuitas portugueses, los padres Rodrigues (Andrew Garfield) y Garupe (Adam Driver, el Kylo Ren de "Star Wars"), viajan a Japón para buscar a su mentor, el padre Cristobao Ferreira (Liam Neeson), del cual se rumorea que apostató públicamente. Los jóvenes sacerdotes no pueden creer que su guía espiritual haría tal cosa, por ello están motivados a encontrar la verdad; y si Ferreira negó a Cristo, se sentirían obligados a salvar su alma. Ellos son guiados en el país por Kichijiro (Yosuke Kubozuka), que le confiesa a Rodrigues que es un apóstata. Cuando alguien es sospechoso de ser cristiano, se ve obligado a pisar imágenes de Jesús o María talladas en bronce o en madera. Por esta negación de la fe generalmente se ahorra la tortura y la ejecución. Kichijiro escapó del sufrimiento al pisar una imagen, mientras que los miembros de su familia rechazaron negar a Cristo y fueron quemados vivos.


En 1614 empezaron las persecuciones del Estado contra los cristianos. Unos mil católicos murieron mártires de forma directa, en ejecuciones. Varios miles más murieron de enfermedades y pobreza al serles confiscados sus medios de vida. Cronistas holandeses (hostiles al catolicismo) que estaban en Japón en esos años explican que las autoridades japonesas inventaron una tortura novedosa que antes no se aplicaba en el país: la fosa. Estaba diseñada para lograr mucho sufrimiento con poco daño físico inmediato, alargar la vida de la víctima y lograr que renunciase al cristianismo. Las autoridades buscaban desesperadamente apóstatas: cristianos que renunciasen públicamente a la fe y anunciasen que era absurda y dañina. Y lo que más deseaban era que algún sacerdote europeo cediese. La fosa consistía en colgar boca abajo, por los pies, al preso, pero ceñido muy fuertemente por cuerdas, lo que impedía que la sangre bajase de golpe hacia la cabeza. Se tardaba unos 10 o 12 días en morir, pero un par de días podían bastar para que el preso, ya con las facultades mentales claramente mermadas, renunciase a la fe cristiana. La persecución de cristianos de esta época era absolutamente profesional y sistemática y empleaba infiltrados, agentes secretos, policía especializada, pasquines, recompensas, delatores, sobornos; es decir, todas las herramientas de un Estado moderno y casi policial.


En 1633 pasó algo que conmocionó a los misioneros cristianos de todo el mundo. Cristobao Ferreira, misionero portugués, que había quedado como superior de los jesuitas en Japón tras el martirio de sus predecesores, apostató tras 5 horas de tortura en la fosa de Nagasaki. Ferreira abandonaba a compañeros en la misma fosa como el Beato Julián Nakaúra, que de adolescente había visitado Roma y ahora tenía más de 60 años. "Hasta vuestro superior os abandona, ¡apostatad!", señalaban los verdugos. Pero casi todos los demás clérigos de ese grupo perseveraron. Ferreira tenía 53 años, era jesuita desde hacía 37 y había sido un misionero clandestino durante 19 años. Había vivido dos décadas de persecución y peligros. Él era quien enviaba a Europa crónicas de los martirios de sus feligreses y compañeros. Y ahora cedía en 5 horas. Por eso los historiadores hablan de "el enigma Ferreira". Lo casaron con la viuda de un criminal extranjero ajusticiado y durante unos años vivió en gran pobreza. Usaba nombre japonés y ropas japonesas y se le asignó un templo budista. Después, las autoridades empezaron a contratarlo como traductor de español, portugués, latín... y para juicios e interrogatorios de misioneros capturados. Más tarde tradujo obras de matemáticas y astronomía.


Conociendo al apóstata

A Ferreira incluso se le atribuye un libro escrito en 1636 titulado "La superchería desvelada", de propaganda budista-confuciana, que busca refutar las enseñanzas cristianas. Lo encontró un historiador en la década de 1920. Pero sólo hay una copia, manuscrita, y es extraño que las autoridades no lo imprimiesen y divulgasen. Muchos historiadores dudan de la autoría de Ferreira, aunque quizá él participó parcialmente. Al principio, algunos comerciantes portugueses lograron llegar a casa de Ferreira y hablar con él. Ellos explicaban después a los jesuitas que él vivía muy avergonzado, que no tenía relación con su esposa más que dejar que le hiciera la comida. Los comerciantes le animaban a volver a la Iglesia clandestina, lo que implicaría pronto morir mártir. Él escuchaba y no respondía. Luego los contactos fueron escasos. Por todo el mundo, novicios jesuitas se ofrecían para morir mártires donde la Compañía decidiese y expiar la apostasía de Ferreira. Además, al menos tres expediciones de jesuitas llegaron a Japón con el objetivo de devolverlo a la Iglesia. El primero, Marcello Mastrilli, llegó en 1637, lo detectaron, le torturaron 3 días en la fosa y luego lo decapitaron. El segundo grupo, con Pedro Kibe a la cabeza, llegó en 1639: atrapado el líder, murió mártir en la fosa. El tercer grupo, el de Antonio Rubino, fue atrapado en 1642. A su juicio acudió el mismo Ferreira como traductor y al parecer, tras 9 años como apóstata, animó a los jesuitas a ceder también ellos y salvar su vida, cosa que hicieron.

Aquí es donde parte de la trama y del desenlace será revelado, por lo que te advierto que si vas a ver la película y no te gusta que te cuenten el final, dejes de leer este artículo. Martin Scorsese, antiguo novicio jesuita antes de convertirse en cineasta, introduce una idea ambigua sobre hasta dónde debe llegar la fe y el sufrimiento. Ferreira le dice a Rodrigues que no hay verdaderos conversos japoneses, sino que nunca tuvieron realmente fe; no creían en Jesús como Hijo de Dios. Sin embargo creían que el verdadero "Hijo" era el orbe rojo que se levanta por la mañana. Decía que solo eran un puñado de paganos, que cuando eran martirizados no morían por la fe en absoluto. No queda claro si este discurso es entendido por Scorsese como una evaluación real del catolicismo japonés o si Ferreira simplemente está tratando de desmoralizar a su ex discípulo. Si es lo primero, entonces ciertamente no hay cristianismo auténtico en Japón, los mártires son fanáticos cabezas huecas y el espectador se ve obligado a lidiar con esta posibilidad.


En el clímax de la película le muestran a Rodrigues varios campesinos en la terrible tortura de la fosa y dicen: "ellos ya han apostatado muchas veces, eres tú el que has de apostatar si quieres que dejemos de torturarlos". No está claro si históricamente se usaron rehenes así para presionar a los jesuitas, pero esa es la "opción del diablo" de la película y la novela. Si solo pisara el fumie colocado en el suelo, la tortura terminaría. Ferreira lo está instando, como Rodrigues mismo había instado a otros, a pisar el rostro de Jesús. ¿Por qué Scorsese nos da un Cristo que da permiso para fallar? Puesto que Rodrigues recomienda la apostasía solo para evitar el sufrimiento, se podría concluir que el sufrimiento triunfa sobre la fe, que para el bien de evitar el dolor horrible, la negación de Cristo está justificada, ya que es Jesús quien lleva esta cruz por tu dolor. Al final, todo lo que importaría es la presencia silenciosa de Dios para aquellos que sufren. Es una debilidad notoria de la película que exista poco desarrollo del carácter con respecto a esta crisis de fe.


Sin embargo, este es un mensaje distorsionado, especialmente cuando se considera que a los ojos de Dios el sufrimiento humano tiene valor salvífico, como decía el propio San Pablo: "Aun ahora encuentro mi gozo en el sufrimiento que soporto por vosotros. En mi propia carne lleno los sufrimientos de Cristo por causa de su cuerpo, la Iglesia". Además, muchos críticos olvidan que si en la novela original de Shusaku Endo la voz de Cristo que Rodrigues oye puede entenderse como una alucinación, en la película, en cambio, es un hecho. Cristo habla, con voz propia, no con la voz de la mente de Rodrigues y le dice que "lo pise". La escena de la confesión (cerca del desenlace) sería el clímax de la película, y por lo tanto "Silencio" trataría sobre la presencia silenciosa de Dios para todos, incluso para aquellos que fracasan. Pero este posible clímax se ve abrumado por el inquietante permiso de Cristo a fracasar (y pecar, dicho sea de paso). No queda nada del Cristo de los Evangelios que, en lugar de ordenar a sus fieles seguidores que lo pisoteen, los llama a seguirlo hasta la Cruz. Munilla, el Obispo de San Sebastián, España y crítico con la película, considera que lo que se está planteando es que los que iban al martirio eran los fieles más sencillos que no tenían formación teológica y cultural. Pero los jesuitas, que estaban más formados, terminaban apostatando. Como si con la fe adulta de los jesuitas se les puede permitir hacer esta distinción: "apostato por fuera aunque por dentro siga siendo cristiano; pero el pueblo menos formado debe ir al martirio de cabeza". Eso, históricamente, es falso. En aquel momento los evangelizadores que predicaron al pueblo fueron los que abrieron el martirio, quienes iban por delante”, detalló. Además, "el martirio es una gracia. Llegado el momento Jesús da esa gracia para que no caigamos en el pecado de la apostasía. Ese don gratuito que supera nuestras fuerzas, Dios lo dará en la medida que seamos fieles y humildes”, aclaró.


Y aún así, después de 250 años sin sacerdotes, cuando llegó la libertad religiosa a finales del siglo XIX se descubrió que aún quedaban unos 30.000 cristianos en Japón (sobre los 300.000 que había habido hacia el año 1620). Hay quien plantea que es sospechoso que la novela de Shusaku Endo se difundiera mucho en los años 60, mientras que las historias de autores cristianos japoneses que muestran ejemplos de mártires constantes no se hayan difundido. Sin embargo, en "Silencio", de Scorsese, vemos también muchos mártires sinceros, sobre todo en la escena de la crucifixión en la playa. Por otro lado, tiene sentido mencionar, como hace Roy Peachey en la revista First Things a esos autores japoneses católicos que nadie traduce: Sono Ayako, Miura Shumon, Shimao Toshio, Tanaka Chikao, Tanaka Sumie, Takahashi Takako y Kaga Otohiko. Peachey escribe: "Kaga Otohiko es un ejemplo particularmente interesante. Se convirtió al catolicismo por influencia de Shusaku Endo, y escribió sobre Ukon Takayama, el samurai que se convirtió al cristianismo" [y murió en las Filipinas españolas, exiliado]. "Las novelas sobre la fe no siempre son populares entre los editores occidentales, así que la novela sobre Ukon Takayama no se ha traducido".


Hoy las tierras de Siria, India, Pakistán, China, Irak, Egipto, Nigeria, Chad, Sudán, Libia, Yemen… están siendo regadas por las lágrimas y la sangre de quienes han mantenido viva su fe, y han sufrido y siguen sufriendo a causa de la misma. ¿Recomendarías, lector, a estos cristianos perseguidos y amenazados que vean “Silencio” diciéndoles que es una película muy buena (aunque la película esté dedicada a ellos y aparezca la frase en latín "A la mayor gloria de Dios")? ¿Tú crees que a los sacerdotes, les será muy edificante el contraejemplo de los jesuitas apóstatas de “Silencio”? Porque en contraposición con esta película, "La misión" ofrece la visión noble, recta y perseverante de la fe vivida de acuerdo al Evangelio y al carisma ignaciano, a pesar de su trágico desenlace. Ahora lo demostraremos.



"La misión" es una película británica de 1986 interpretada por Robert De Niro, Jeremy Irons, Ray McAnally, Liam Neeson y Aidan Quinn en los papeles principales (todos 30 años más jóvenes), ganadora de varios premios cinematográficos internacionales, entre ellos la Palma de Oro en el Festival de Cannes y el Oscar a la mejor fotografía. Su director, Roland Joffé, británico de ascendencia francesa, había realizado antes una impresionante película de denuncia sobre el genocidio de Camboya, The Killing Fields (Los gritos del silencio, 1984). El guionista de "La Misión" Robert Bolt tenía en su haber, entre otros trabajos excelentes, el de "Un hombre para la eternidad" (1966). David Puttnam, el productor, está ligado a "Carros de fuego" (1982), otra oscarizada película, por su belleza y valores humanos.


La película comienza junto a las cataratas del Iguazú, donde los misioneros jesuitas intentan atraer a la fe y la civilización a los nativos guaraníes que vivían en la selva. Tras el martirio de uno de los misioneros de la Compañía al ser crucificado y arrojado a las cataratas (una escena que me marcó mucho cuando la vi por primera vez), el padre Gabriel (Jeremy Irons) encabezará la labor pastoral en solitario acompañado de una Biblia y un oboe. Poco a poco su labor va cuajando hasta que pasado el tiempo (apoyado por otros sacerdotes y misioneros jesuitas) logra crear las reducciones en la zona. Estas fueron una especie de comunidades autosuficientes donde los guaraníes eran evangelizados (apartándolos de sus temores e instruidos en las destrezas técnicas y culturales europeas en el uso de herramientas para la agricultura, la música, etc.) además de protegerlos de los tratantes de esclavos. Esta última práctica estaba prohibida por las Leyes de Indias dictadas por los reyes de España, pero, en aquel lugar tan apartado del mundo y con la jugosa compra-venta que hacían los portugueses de los indios capturados (en territorio luso sí estaba permitido), las autoridades locales españolas no sólo hacían caso omiso de la ilegalidad de estas prácticas, sino que se lucraban con ello.


En el medio de esta labor misionera, el capitán Rodrigo Mendoza (Robert De Niro), un traficante de esclavos, mata en un duelo a su hermano menor (Aidan Quinn) tras sufrir el rechazo de la mujer que amaba. A raíz de esto, Mendoza sufre la culpa por la muerte de su hermano y por los nativos cazados, pero es acogido por la orden jesuita en la ciudad. Pese a ello no logra perdonarse a sí mismo, por lo que el padre Gabriel le invita a la reconciliación con Dios, con los guaraníes y consigo mismo al proponerle ir con él a la selva y ayudar a la labor que llevaban a cabo en una de sus reducciones. Mendoza acepta, cargando voluntariamente con sus armas y bagajes, por un territorio accidentado, hasta donde viven libremente los guaraníes. Allí es perdonado por estos (que lo reconocen) y liberado espiritualmente de toda la carga pasada. Sin duda, es la escena más conmovedora de todo el filme. La labor misional va viento en popa, hasta que la situación geoestratégica internacional complica la permanencia de las misiones. El nuncio de Su Santidad, cardenal Altamirano (Ray McAnally), es enviado a aquellas tierras para hacer desaparecer las reducciones jesuitas a través de la vía diplomática y no soliviantar a las potencias española y portuguesa.


El corazón y la inteligencia, la labor pastoral y las exigencias políticas de la época harán dudar al nuncio, que, sin embargo, cederá ante las presiones recibidas creyendo erradamente, de este modo, salvar a la Orden y cumplir con su servicio a la Iglesia. Porque años más tarde estalló la Guerra de los Siete Años (1756–1762), que se desarrolló tanto en Europa como en América y Asia. Poco más tarde (1767), la Compañía de Jesús fue expulsada de todas las posesiones de la Monarquía Hispánica —hecho que ya se había dado con anterioridad en otros reinos cristianos como los de Portugal o Francia— y que, en conjunto, fue un desastre para los virreinatos americanos. Al final del largometraje se dará la cruenta lucha que afrontarán ahora los jesuitas de las misiones guaraníes y que será de dos tipos; tanto pacífica y espiritual (padre Gabriel), como violenta y mundana (hermano Mendoza), ante la política de incorporación de aquel territorio a la Corona de Portugal, por medio de las armas.


Un poco de historia

El deseo de españoles y portugueses de resolver de mutuo acuerdo sus diferencias fronterizas en Sudamérica llevó en 1750 a la firma en Madrid del discutido tratado de Límites o de Permuta, entre los gobiernos de España y Portugal, para reemplazar la obsoleta demarcación establecida por el acuerdo de Tordesillas de 1494. Carlos III, considerando excesivamente favorable a los portugueses el tratado de Límites, lo revocaría nada más iniciar su reinado, aunque demasiado tarde para las misiones guaraníticas en cuestión. Según las estipulaciones de este tratado, España, a cambio de recibir la Colonia del Sacramento (un asentamiento portugués asomado al Río de la Plata, frente a Buenos Aires) reconocería un desplazamiento de la frontera de Paraguay hacia el oeste y, concretamente, se comprometía a entregar a los portugueses los territorios entre los ríos Uruguay e Ibicuy. Allí se encontraban siete misiones jesuíticas. Entre ellas la de San Miguel que aparece en la película.


La aplicación del tratado de Límites fue muy conflictiva y se produjo la resistencia indígena a abandonar las reducciones. En términos generales, los jesuitas, aunque trataron de proteger a los indios y fueron solidarios psicológicamente con ellos, no parece que hicieran resistencia física, ni que hubieran alentado a los indios a la lucha armada. De modo que la actitud de alentamiento al combate militar e incluso la participación en él, que vemos en la película encarnada en Mendoza y algún otro compañero, si se dio, no fue la actitud general. Los jesuitas, después del Padre Mariana y del regicidio de Enrique IV de Francia a comienzos del XVII, habían moderado su actitud sobre la legitimidad de la violencia en casos extremos. De hecho en la pesquisa o investigación llevada a cabo por el obispo La Torre, de Paraguay, en 1758, se exoneraba de responsabilidad a los jesuitas en ese sentido. Es quizás en esta investigación y visita en la que se inspira el personaje del alto dignatario eclesiástico que aparece en el film, mezclando datos del Comisario general Lope Altamirano.


En la película, entre lo que vemos y lo que se nos dice, nos hacemos una idea de esa peculiar experiencia humana de las reducciones. Así, de la organización comunal del trabajo, y en buena medida de la propiedad; del modo de evangelización de los jesuitas, basado en el aprecio de muchos los rasgos de la cultura guaraní, como su lengua o su afición y aptitud para la música. De hecho la música, y la flauta más en concreto, es una de las claves simbólicas de la película. El componente de radicalismo social, su envidiada prosperidad (basada en buena parte en el cultivo de la hierba mate) y la concentración de los guaraníes que escapaban a la esclavitud, unida a las tensiones derivadas del regalismo borbónico, hicieron que estas reducciones estuvieran bajo sospecha doble o triple: de los colonos o pobladores de los territorios españoles y portugueses limítrofes, de las autoridades políticas virreinales y de algunas autoridades eclesiásticas: todo ello queda reflejado en el film.

El éxito de "La Misión" se explica por varias razones. Sin duda, la grandiosidad y belleza de su escenario: especialmente las cataratas del Iguazú y las selvas tropicales circundantes, en la zona limítrofe entre Paraguay, Brasil (estado de Paraná) y Argentina (estado de Misiones). También por la intensidad dramática y expresiva de sus imágenes, que tienen el ritmo, la espectacularidad y el poder de captación de una película de aventuras. Y por último, pero no menos importante, la importancia y la calidad de la problemática que plantea: el encuentro entre dos culturas y las implicaciones de la fe cristiana en el compromiso temporal. Dos grandes cuestiones que trascienden el marco histórico concreto al que se refiere la acción principal de la película: las misiones o reducciones jesuíticas del Paraguay en el año 1750, durante el reinado de Fernando VI de España. El hecho de que la esposa de éste, Bárbara de Braganza, fuera portuguesa tendría, su repercusión en la problemática presentada en el film.


Ante todo, la película nos introduce en el conocimiento visual de lo que fue esa peculiar experiencia misional y sociológica de las reducciones del Paraguay. Estas reducciones o misiones del Paraguay, centros de población guaraní dirigidos por la Compañía de Jesús, habían sido fundadas, por concesión de Felipe III, a principios del siglo XVII y, en su momento de máximo esplendor y desarrollo, en la primera mitad del XVIII, llegaron a abarcar unos 300.000 indígenas en 30 poblados (centrados en torno a las cuencas de los ríos Paraná y Uruguay). Debido a su importancia, y a su escasa o nula dependencia de las autoridades políticas virreinales, algunos coetáneos hablaron del "imperio jesuítico del Paraguay". Si las reducciones del Paraguay han sido las más célebres ello se debió, en parte, a su prosperidad cultural y económica; y también a que su triste final conmovió a Europa y su destino quedó ligado a la polémica histórica (y después historiográfica) sobre la expulsión de los jesuitas de un gran número de países europeos.



La película hace un magistral uso de la música de Ennio Morricone (uno de sus trabajos más destacados como compositor), desde el momento en que la interpretación de un oboe en mitad de la selva se transforma en el elemento que lleve a los guaraníes a aceptar la prédica del jesuita. Los nativos luego se transformarán en diestros artesanos de instrumentos musicales y como forma de probar su avance en su grado de civilización, mostrarán sus cantos corales a la comisión internacional. Tras el dramático final el epílogo muestra una escena donde un grupo de niños indígenas cargan un instrumento musical en su canoa, como muestra que algo quedó del aporte de los jesuitas. Hay unas magníficas frases finales del eclesiástico que escribe el relato, ante la pretensión justificadora de la masacre que le ofrecen los gobernantes: "El mundo no es así; nosotros lo hemos hecho así, yo lo he hecho así". No todo es necesidad, existe la libertad moral. A partir de ahí se abre una esperanza, de que el compromiso cristiano tenga una mayor eficacia transformadora de las relaciones entre los hombres y de que éstas puedan seguir otras pautas que las del dominio y la ley del más fuerte.


En conclusión, "Silencio" y "La misión" abordan la labor jesuita desde ópticas antagónicas. Scorsese tiene prestigio como cineasta, pero la ambiguedad de sus personajes y los conflictos de fe que plantea son el reflejo de una fe que no ha logrado consolidarse de manera exitosa a lo largo de su vida, sino que la duda y el dolor parecen tener la última palabra al momento de decidir resignado con un corazón dividido. Podría llamarse a eso la fatalidad de la incoherencia y el posterior tormento de la conciencia. Joffé, en cambio, muestra una fe entregada por amor a Cristo, reflejado en esos guaraníes que huyen de la esclavitud y buscan un lugar más humano en el mundo, donde su dignidad sea respetada y se les estimule a ser mejores como miembros de una comunidad. Eso, a costa del sacrificio personal, mostrado de forma elocuente en la procesión eucarística, mientras los soldados portugueses incendian la misión y disparan despiadadamente contra los nativos, muchos de ellos, mujeres y niños. ¿Cuál de los dos mensajes es estimulante para el alma que busca a Dios a través del sétimo arte? No me respondas a mi. Pon esta pregunta a los pies de la cruz y deja que Cristo, a través de la oración, te conteste con sabiduría y misericordia.

lunes, 20 de febrero de 2017

Un mensaje a la conciencia


Conociendo los predecibles gustos de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (Hollywood, en otras palabras), sus miembros se inclinarán por "La La Land: Ciudad de sueños", la simpática, nostálgica, pero sobrevalorada película del joven Damien Chazelle, quien dirigió la aun más lograda "Whiplash: Música y obsesión" (2014). La favorita para el premio de la Academia tiene 14 nominaciones y ha igualado el récord de "La malvada" (1950) y "Titanic" (1997). Es encantadora y hasta notable por momentos, especialmente las secuencias del baile en la autopista, el clímax final del amor frustrado y, sobre todo, la escena del observatorio, sin duda, el mejor homenaje al cine musical clásico de los años 50. Verdadera muestra de proeza, color, romance y emoción que resumiría las apuestas por el triunfo de este filme, el domingo 26 de febrero.

 

 Pero esta columna no tiene por objetivo seguir alabando esta película, sino "Hasta el último hombre", el último trabajo del actor-director Mel Gibson y debo decir, que gracias a las excelentes críticas recibidas, la considero la más emocionante y merecedora del Oscar a mejor película. Tiene una factura técnica de gran calidad, excelentes actuaciones, especialmente del "sorprendente Hombre Araña" Andrew Garfield, escenas bélicas impactantes (sólo comparables a las de "Rescatando al soldado Ryan"), humor, romance y una buena dosis de humanidad aun en medio de las incomprensiones por preservar la paz de la conciencia mientras el mundo se destruye con la conflagración bélica. Las escenas finales de archivo del verdadero soldado y héroe médico-militar Desmond Doss emocionan y ayudan a entender sus motivos para no tocar un arma y apostar firmemente por ayudar a sus compañeros heridos durante la batalla de Okinawa. Cualquiera con esa fortaleza de corazón no salva a 75 soldados gravemente heridos. Por eso su testimonio inspira y nadie mejor que Mel Gibson para mostrar con sencillez su firmeza y su coraje en las dos mitades del filme que se complementan y ayudan a entender que la guerra comienza y se libra en el interior del ser humano, sin poder verse, en contraposición a las secuencias de la sangrienta batalla.


El tema de la objeción de conciencia sobre el que gravita la película, es base del presente artículo (el título no tiene nada que ver con los mensajes del recordado Hermano Pablo). Para ello nos centraremos en su definición, características y regulación en nuestra jurisprudencia y en la doctrina, especialmente la española y estadounidense. La película estimulará el estudio de este apasionante tema y, sobre todo, ayudará a su reconocimiento ante las amenazas que se ciernen sobre este derecho, especialmente en el plano sanitario y educativo en los últimos años. Para ello tomamos como base el libro "El derecho de libertad de conciencia y de religión en el ordenamiento jurídico peruano" (2005) de Susana Mosquera Monelos. Empezaremos definiendo el concepto de libertad de pensamiento, luego el de religión y finalmente, el de conciencia.

La libertad de pensamiento sería que todo individuo tiene de ejercitar libremente su pensamiento y dirigirlo hacia la búsqueda de la verdad esencial, de un conocimiento esencial sobre ciertas materias, sobre todo aquello que sea objeto de su interés. Libertad que tiene una manifestación interna y otra externa, en el primer caso se trata de un derecho absoluto, ámbito en el que nadie puede entrar, ahí la libertad de pensamiento alcanza su grado de expresión máximo; y otro ámbito, el externo, en el cual ese derecho a la libertad de pensamiento manifiesta la necesidad de exteriorizarse, de ser expuesto, ejercido materializado frente a terceros. Mi derecho a manifestar externamente mi libertad de pensamiento tiene como límite el ejercicio de derechos de terceras personas y el ordenamiento jurídico concreta esos límites en esos dos términos, salud y orden público.

 

En el ámbito internacional y, según se deriva de lo dispuesto en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la libertad de conciencia puede entenderse como la libertad de opinión que el juicio crítico realiza al respecto de un cierto pensamiento. Si la libertad de pensamiento es genérica, la liberta de conciencia es particular, se refiere a la opinión concreta que se tiene al respecto de un determinado postulado de la razón práctica, de manera que, se establece ahí la libertad de pensamiento. De ese modo la conciencia llega a formarse una opinión precisa sobre un determinado tema; esta manifestación de la libertad de pensamiento es la que lleva a algunos autores a derivar la existencia de un derecho a la objeción de conciencia.


De acuerdo con la jurisprudencia del Tribunal Constitucional peruano (en adelante TC), el reconocimiento de este derecho ha sido, efectivamente jurisprudencial, mas no legislativo, Así, la doctrina habla de supuestos de objeción de conciencia al aborto, esto es, el conflicto de intereses que se da cuando, despenalizado el aborto en ciertos supuestos, el médico encargado de llevar a cabo esa acción objeta en conciencia porque la práctica del aborto es contraria a sus creencias religiosas. Otro supuesto es el de la objeción de conciencia farmacéutica, que nace para ciertos profesionales de este sector que se niegan a dispensar métodos anticonceptivos; la objeción de conciencia electoral, que supone para los miembros de algunos grupos religiosos la imposibilidad de formar parte de los procesos electorales ya sea participando activamente con su voto o bien cumpliendo con la obligación de formar parte de las mesas electorales que se constituyen en cada distrito. Muchos otros supuestos hay, pero como ejemplos de objeciones de conciencia estos son suficientemente significativos. La objeción de conciencia implica una resistencia del individuo ante el cumplimiento de una norma cuando entre en conflicto con sus propias convicciones. No debe confundirse con la desobediencia civil, ni mucho menos con la revolucionaria. Es siempre una conducta pacífica y no violenta; es más, se la puede caracterizar como una conducta pasiva, pues consiste en abstenerse de cumplir un determinado deber impuesto por el ordenamiento.


El TC en el Expediente N° 0895-2001-AA/TC ha resuelto sobre derecho de modo inexacto, en opinión de la doctora Susana Mosquera, pues no lo solucionó de manera separada de la libertad religiosa, que sí está reconocida como derecho en el artículo 2,3 de la Constitución. Lo que pasa es que el TC sostiene que el derecho a la objeción de conciencia se deriva del de la libertad religiosa. Y en este caso era simplemente la objeción al trabajo el día sábado por parte de un Testigo de Jehová en ESSALUD. En el ordenamiento español, por vía jurisprudencial se resolvió se manera autónoma: el TC español en sentencias de los años 1982 y 1985. Esto duró hasta que se legisló este derecho en 1987 en lo referido al servicio militar. Por eso, es válida la técnica de los derechos implícitos que utilizó el TC peruano, pero no parece adecuado que uso que le ha dado para el caso concreto.


Es en Estados Unidos donde se dictan las primeras sentencias que analizan supuestas objeciones de conciencia; como referente histórico está el caso State vs. Wilson, de 1823 en el que se analiza un caso de objeción a formar parte de un jurado, petición que denegada por la corte que no reconoció tal derecho a objetar frente a una obligación legal cual es la de formar parte de un jurado popular. Lo curioso, es que nunca se ha reconocido un derecho genérico a la objeción de conciencia en Estados Unidos, pues su sistema está basado en el sistema del precedente, o del "case law", y además se basan en la Primera Enmienda a la Constitución, esto es, la Free Exercise Clause, que es el modo cómo el derecho estadounidense reconoce el derecho fundamental a la libertad religiosa. Así, los tribunales de ese país tienen mayor facilidad para analizar cada supuesto de objeción de conciencia, pero con libertad para dictar sentencia en sentido distinto. Así por ejemplo, en los casos relativos a objeciones de conciencia en el campo laboral, especialmente en cuanto a la jornada de descanso, la Corte Suprema ha reconocido la preferencia en el ejercicio del derecho de libertad religiosa cuando no existe un interés superior del Estado (compelling state interest) que justifique un atentado a dicho derecho fundamental (caso Sherbert vs. Verter, 1963). Pero cuando una empresa ha mostrado una actitud positiva intentando acomodar al trabajador que no puede por razones religiosas asistir a su puesto de trabajo en el día de descanso que señala su fe, pero no se ha logrado llegar a un acuerdo, la Corte Suprema ha dictado sentencia en sentido contrario y no ha reconocido ese derecho puesto que la acomodación de un trabajador no puede superar un coste mínimo ni discriminar a los demás trabajadores (caso T.W.A. vs. Hardison, 1974).


Se ha planteado, inclusive, que la objeción se trataba de un “derecho constitucional autónomo”, pero no de un “derecho fundamental”, pues se le consideraba un derecho a la exención de un deber constitucional (en referencia al servicio militar obligatorio), si bien se admitía que se encontraba protegido por el recurso de amparo. Finalmente, parte de la doctrina estima que la posibilidad de ejercer el derecho de objeción dependerá de la concepción que se considere prevaleciente en la Constitución española. En tal sentido, si se parte de una concepción positivista, sólo sería admisible el derecho en los supuestos en que esté expresamente reconocido y por tanto, en España, en el ámbito sanitario, sólo en los abortos en que se presenten las circunstancias establecidas en el artículo 19 de la Ley Orgánica 2/2010, del 3 de marzo de 1982, que regula el régimen del aborto o "interrupción voluntaria del embarazo". Se establece expresamente, en su ordinal 2, inciso 2º, que los profesionales de la salud tendrán el derecho de ejercer la objeción de conciencia. Algo que no respeta la Resolución Ministerial N° 486-2014/MINSA que aprueba la Guía para la aplicación del Protocolo de Aborto Terapéutico, cuyo pomposo nombre no repetiremos aquí, pues en su undécimo numeral abre las puertas a cualquier causal de patología que "ponga en riesgo la vida de la madre". El médico que se rehusara a practicar o colaborar con un aborto, lo hará bajo responsabilidad administrativa; algo inconstitucional e ilegal por donde se le mire.


Sin embargo, al tratar de precisarse los límites a la objeción de conciencia debe tenerse en cuenta que la jurisprudencia del Tribunal de Estrasburgo ha señalado, de forma constante, que la libertad religiosa sobre la que se basa, no habilita a que el individuo pueda comportarse en todo momento conforme con sus propias convicciones. Consecuentemente, las posibilidades de realización de la objeción de conciencia serán también limitadas, debiendo enmarcarse dentro de los límites al libre ejercicio de la religión que se contemplan en el Convenio. Dicho de otro modo, las objeciones de conciencia podrán ser válidamente desestimadas cuando ello resulte necesario en una sociedad democrática para salvaguardar algunos de los legítimos intereses enumerados en su artículo 9, debiéndose aplicar, en todo caso, un criterio de proporcionalidad que asegure que la libertad del individuo sólo padezca en la medida imprescindible para la salvaguarda del interés que se considera preponderante. A la hora de ponderar cuándo y en qué medida una objeción de conciencia puede colisionar con algunos de los intereses legítimos mencionados, el Tribunal de Estrasburgo ha venido reconociendo a los Estados miembros un amplio “margen de apreciación”.


Volviendo al EXP. N° 0895-2001-AA/TC, en su voto particular, la doctora Delia Revoredo Marsano considera que no ha prohibido al demandante ejercer su derecho a la libertad de religión ya que no se le impidió optar por su nueva confesión 5 años después de ingresar a trabajar a ESSALUD, pero otorga más relevancia a un hecho que nos parece fundamental, cual es "el demandante no condicionó su contratación laboral en dicho centro médico a no trabajar los días sábados". Además señala el peligro potencial que supone el reconocimiento de ese derecho genérico a la objeción de conciencia puesto que de él se podría derivar un "desorden público". La magistrada circunscribe ese desorden al posible conflicto que surgiría para conceder descansos a adventistas en los días sábados, en el ámbito laboral público o privado, a católicos en domingo, etc.


En el ordenamiento peruano la legislación se ha adaptado a la necesidad de ofrecer opción en la prestación de juramentos, Así, normas como el Decreto Legislativo N° 767 que aprobó la Ley Orgánica del Poder Judicial incluyó un artículo 230 en el que dispone que: "Es indispensable tomar posesión de un cargo judicial, prestar juramento de acuerdo a la siguiente fórmula: "Juro por Dios" o "Prometo por mi Honor", "Desempeñar fielmente los deberes del cargo que se me ha conferido...". No se plantea la opción de no juramentar, pero sí se da la variante dentro de la formulación de dicho juramento. En similares términos se expresa el Reglamento orgánico de la Academia Diplomática del Perú que para la ceremonia de clausura del curso al hacerse entrega de sus diplomas a los nuevos licenciados, se establece en el artículo 75 del D.S. N° 013-84-RE lo siguiente: "¿Juráis por Dios, por la patria y por vuestro honor desempeñar con lealtad y dedicación las funciones que os confiere el Estado y mantener secreto de todas las cuestiones que con éste carácter lleguéis a conocer por razón de vuestros cargos? - Sí, juro. - Si así lo hiciéreis que Dios y la patria os lo premien y si no, que os lo demanden". Quien no profesare religión, prestará promesa de honor". El 29 de julio de 2004 se publicó el Decreto Legislativo N° 957 que aprueba el nuevo Código Procesal Penal. Su artículo 118 se refiere al juramento, y dispone que: "1. Cuando se requiera juramento, se recibirá según las creencias de quien lo hace, después de instruirlo sobre la sanción que se haría acreedor por la comisión del delito contra la Administración de Justicia. El declarante prometerá decir la verdad en todo cuanto sepa y se le pregunte. 2. Si el declarante se niega a prestar juramento en virtud de creencias religiosas o ideológicas, se le exigirá promesa de decir la verdad, con las mismas advertencias del párrafo anterior".


En fin, tenemos tiempo y material para discutir sobre la importancia de este derecho, pero no quiero terminar sin hacer mención aparte a la fidelidad a la conciencia que dejó Santo Tomás Moro al rehusarse a prestar juramento sobre el matrimonio del rey Enrique VIII con Ana Bolena, tras romper con la Iglesia Católica en 1535. Moro, autor del libro "Utopía", como buen hombre de leyes y político humanista, sabía de las implicancias que tendrían sus palabras en Inglaterra y en toda Europa, así que se refugió en el silencio, pese a las presiones y amenazas reales contra su persona y su familia. Como bien lo muestra la oscarizada película "Un hombre para la eternidad" (1966), fue condenado a muerte, gracias un testimonio (bajo perjurio) de su ex criado y futuro Canciller inglés Richard Rich. Ahí no le quedó más remedio que romper su silencio y revelar su fidelidad su conciencia católica, a la Iglesia y al Santo Padre Clemente VI, lo que le costó la cabeza en el patíbulo, pero la gloria de la santidad y el título de "patrono de los políticos y los gobernantes". Que el debate y los ejemplos comiencen...

martes, 17 de enero de 2017

¿Construcción social o construcción mental? (segunda parte)


Ya hemos visto la mayor parte de nombres y posturas de quienes promueven la ideología de género en el artículo anterior. Espero no haberlos cansado con la frasecita "¡Otra vez la construcción social!", pero qué se va a hacer. Ésta se utiliza tanto, como las dictaduras dicen "revolución", "raza", "dignidad", "pueblo", "igualdad", etc. Así que, continuando con las minucias que trae consigo la heredera del comunismo, vamos a adentrarnos en un interesante análisis aportado por Rafael Mora, profesor titular de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona y Profesor asociado de la Universidad de Alicante, España. El artículo lleva por título "La ideología de género: exposición y crítica" y cita interesantes fuentes bibliográficas que no encontraríamos con facilidad en este rincón del mundo, donde de manera extemporánea se quiere implantar subrepticiamente, sin consultar a la ciudadanía, este conjunto cerrado de ideas carente del más elemental sustento científico. Desde aquí mi agradecimiento al portal http://www.almudi.org


La Congregación para la Doctrina de la Fe de la Santa Sede emitió una carta titulada "Sobre la colaboración del hombre y de la mujer en la Iglesia y en el mundo" el 31 de mayo de 2004 en la que se habla de "algunas corrientes de pensamiento cuyas tesis frecuentemente no coinciden con la finalidad genuina de la promoción de la mujer". Una de esas corrientes de pensamiento es la que se ha denominado "ideología de género", que pretende imponer en todas las esferas sociales un modo de enfocar los asuntos referidos a la familia y a la sexualidad que llaman "perspectiva de género". Ese modo de pensar se originó en algunos círculos feministas norteamericanos de los últimos 60 y primeros 70, y se ha difundido extraordinariamente por todo el orbe a partir de la IV Conferencia Internacional sobre la Mujer que tuvo lugar en Pekín en 1995.


Ese mismo año, el Consejo de Europa aconsejó a los países miembros que integraran en los programas educativos "la perspectiva de género" [Equality and Democracy: Utopia or Challenge?, Palais del’Europe, Estrasburgo, 9-11 febrero 1995, p. 38.]. Esta recomendación que ha ido calando lenta pero inexorablemente en la esfera política y cultural europea, especialmente en España. Algunas de sus manifestaciones en el terreno legislativo la constituyen la ley contra la violencia de género o la que regula las uniones homosexuales, o más recientemente la ley LGTB promovida e impuesta por Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid. Un ejemplo de intento de difusión masivo de este tipo de perspectiva en el campo de la educación primaria es la "Guía para las niñas" difundida en octubre de 2005 por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y retirada poco después ante las protestas de los padres y de buena parte del profesorado; en ella, se recomendaba a las niñas experimentar nuevas formas de sexualidad, como la homosexualidad. No es tampoco ajeno a la "perspectiva de género" el enfoque de Dan Brown, el autor del "El Código da Vinci" al contraponer un supuesto cristianismo femenino propugnado por María Magdalena, que sería el querido por Jesucristo, a otro cristianismo masculino propugnado por Simón Pedro, que es el que habría triunfado históricamente dando origen a la Iglesia. Este absurdo sirvió, curiosamente, para conocer la verdadera historia de la Iglesia Católica y el acercamiento a la fe por parte de algunos, incluyendo quien escribe. Como bien dice el refrán "no hay mal que por bien no venga".


El término género procede del campo de la lingüística y designa una propiedad de algunos términos gramaticales. Así en castellano, como en otros idiomas, los sustantivos, pronombres, adjetivos y algunas formas verbales pueden tener tres géneros: masculino, femenino y neutro. Pero, a partir de la segunda mitad del pasado siglo, en las áreas culturales anglosajonas comenzó a utilizarse el término ‘gender’, traducido al castellano como ‘género’, con otra significación; en concreto, se utilizó para designar las diferencias socioculturales entre el varón y de la mujer. Con ello se pretendía afirmar que es preciso distinguir entre lo que es dado por la naturaleza biológica, a lo que se le denomina "sexo", de las construcciones culturales hechas según los roles o estereotipos que cada sociedad asigna a los sexos, a las que se denomina "género". En efecto, al analizar el sexo en sus múltiples vertientes se constata que está enraizado en lo biológico, pero tanto la conciencia que se tiene de la implicaciones de la propia sexualidad como el modo de manifestarla socialmente están profundamente influidas por el marco sociocultural.


Género versus sexo

Las palabras de la ex-congresista Bella Abzug (citada en la primera parte de este artículo) en la Conferencia de las Naciones Unidas de Pekín de 1995, esconden una cierta ambigüedad que necesita una mayor precisión. En concreto, los roles asignados socialmente a uno y otro sexo en una sociedad, ¿son absolutamente convencionales o hay algunas funciones socialmente asignadas al varón y a la mujer que no es posible variar sin violentar la naturaleza? Aunque la respuesta parece obvia, se ha respondido de modos diversos, que podemos resumir en tres bloques [ELOSEGUI, M. y MARCUELLO, A:M. "Sexo, género, identidad sexual y sus patologías" en Cuadernos de bioética n. 39, pp. 459-477]:


a) Identidad entre sexo y género.- Según este modo de entender las relaciones entre sexo y género, habría una correspondencia biunívoca entre los dos. A cada sexo, determinado biológicamente, le corresponderían unas funciones sociales que serían invariables a lo largo de la historia. Al hombre le corresponderían las funciones públicas (política, economía, trabajo remunerado), mientras que a la mujer le correspondería moverse en el ámbito de lo privado (reproducción, cría y educación de los hijos, economía doméstica). Como consecuencia de ello se justifica la subordinación de la mujer respecto al hombre, lo que tendría consecuencias en la estructura social y en el ordenamiento jurídico. Al menos en el mundo occidental, este planteamiento se considera hoy superado teórica y jurídicamente. Teóricamente, porque es evidente que hay construcciones culturales diversas que respetan las diferencias naturales de la mujer y el varón. Jurídicamente, porque la igualdad del hombre y la mujer ante la ley se ha ido imponiendo paulatinamente en todos los ordenamientos jurídicos. No obstante, persiste en algunas manifestaciones prácticas de la sociedad.


b) Independencia entre sexo y género.- Frente a este modo de entender las cosas, el feminismo radical reaccionó afirmando la absoluta independencia entre sexo y género. Este modo de entender este problema es el que se denomina ideología de género; según sus defensores, el género no tendría ninguna base biológica, sino que se trataría de una mera construcción cultural. Según las defensoras de este planteamiento, tanto el sexo psicológico o identidad sexual, como los roles que juegan en la sociedad las personas de uno o de otro sexo son construcciones meramente culturales sin enraizamiento en una naturaleza dada. Es significativa en este sentido la afirmación que escribió en 1949, Simone de Beauvoir: "No naces mujer, te hacen mujer" [Le deuxième sexe, Paris 1949, p. 285]. Se proponen cinco o seis géneros posibles:
varón heterosexual,
varón homosexual,
mujer heterosexual,
mujer homosexual y
bisexual (que algunos dividen en bisexual masculino y femenino).
En sus expresiones más radicales, los defensores de este tipo de relaciones entre sexo y género opinan que cada uno puede optar en cada una de las situaciones de su vida por el género que desee, independientemente de su corporeidad. Pero como la sociedad actual se fundamenta –según ella- en un modelo que perpetúa la diferencia irreductible entre sexos, hay que modificarla. Por eso, las feministas de género se plantean como finalidad deconstruir la sociedad, para establecer –dicen- otra sociedad idílica en la que cada uno pueda optar por el género que desee. Ese objetivo piensan que hay que lograrlo en tres pasos:


1) El primer paso es separar el género de la reproducción. En una sociedad más creativa, dicen, la reproducción biológica puede asegurarse con técnicas diversas a los contactos personales heterosexuales [HARTMANN, H., The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism, Boston 1981, p. 16].
2) El segundo es redefinir la familia. Este será el siguiente paso del programa feminista de género: sustituir la familia por otro tipo de uniones con el mismo rango de cobertura legal.
3) El tercer escalón es eliminar las religiones positivas. El motivo fundamental es que piensan que las religiones tradicionales con un Dios masculino favorecen la sumisión de la mujer al hombre y proporcionan el fundamento ideológico a la organización social que se pretende deconstruir.

 

c) Relación, pero no identidad entre sexo y género.- Se puede reaccionar frente al primer modelo de un modo diverso al que se acaba de exponer. Los defensores de este tercer modelo sostienen que la condición sexuada de la persona humana es una realidad natural que se basa en la biología pero que la trasciende. A la vez sostienen que no todos los roles sociales tradicionalmente asignados al varón y a la mujer en nuestra civilización son consecuencia necesaria de la determinación sexual de uno y otro. Este tercer modo de entender las relaciones entre sexo y género sostiene:
1º) Que la mujer y el hombre tienen las mismas capacidades básicas que el hombre, y que desarrollarlas más o menos es una cuestión que depende de la educación.
2º) Que aunque el sexo no determine la conducta, sí condiciona las funciones que cada uno de los sexos puede jugar en la sociedad.

Breve historia de la ideología de género



Precedentes y apoyos ideológicos.- Los desarrollos teóricos de los partidarios de la ideología de género se apoyan en el pensamiento de los teóricos de la revolución sexual como Wilhelm Reich o Herbert Marcuse, en algunos estructuralistas sociales, y en las propuestas de existencialistas ateos como la citada Simone de Beauvoir.


Reich y Marcuse, entre otros autores, pretendieron sintetizar las enseñanzas de Marx y de Engels [Entre las obras marxistas sobre la sexualidad y la familia es fundamental la obra clásica de ENGELS, F., El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado, 1884] por una parte y de Sigmund Freud por otra, teorizaron sobre la lucha de sexos entendida como lucha de la clase oprimida (la mujer) frente a la opresora (el varón); un instrumento para liberarse consistía en experimentar todo tipo de situaciones sexuales [Así lo expone Marcuse en su obra de 1955 Eros y civilización. Por su parte Reich lo expuso en diversas obras, entre las que podemos citar La revolución sexual (1945)]. Las influencias estructuralistas se fundamentan principalmente en las teorías deconstruccionistas de Jacques Derrida [extraído de su libro Desconstrucción y pragmatismo]; teoría que el mismo aplicó a la sexualidad en algunas de sus obras [Por ejemplo en su artículo "Ser justo con Freud. La historia de la locura en la edad del psicoanálisis", en VV. AA., Pensar la locura. Ensayos sobre Michel Foucault, Trad. J. Piatigorsky. Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México, 1996]. Más directamente aún influyó en el feminismo de género Simone de Beauvoir, tanto por su producción literaria que nos permite calificarla de existencialista atea, como por su implicación directa en el movimiento feminista.


Feminismo de género.- En el campo abonado ideológicamente con los precedentes anteriores germina en los años posteriores a las convulsiones revolucionarias ligadas de algún modo con el mayo del 68 francés el movimiento feminista de género. Friedrich Engels había escrito: "El primer antagonismo de clase de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en el ámbito del matrimonio monogámico y la primera opresión de clase con la del sexo femenino por parte del masculino" [The Origins of the Family, Property and the State, International Publishers, New York 1972, pp 65-66] Se trata de afirmaciones que coinciden en gran parte con el primer movimiento feminista que pretendía la eliminación de los privilegios masculinos.


En torno al 1970 surgen planteamientos que pretenden superar esa postura. Tanto Shulamith Firestone como otras activistas de esa época (como Nancy Chorodow, Alison Jagger o Christine Riddiough, todas citadas por Dale  O'Leary y reproducidas en la primera parte de este artículo) pensaron que el núcleo de la opresión de la mujer se encuentra en su papel de madre y de educadora de los hijos. Por tanto habría que liberarla de una y otra tarea. Por eso afirman que convendría promocionar la contracepción, el aborto y otros modos de dominar el propio cuerpo en lo que respecta a la reproducción. De esa manera la humanidad se reapropiaría de "su sexualidad natural caracterizada por un pluralismo polimorfo" [JAGGER, A., "Political Philosophies of Women’s Liberation" en Feminism and Philosophy, Littlefield, Adams & Co., Totowa New Jersey 1977, p. 13]. Además, el Estado debería cargar con el peso de la reproducción y la educación de los niños. Como el objetivo previsto tenía muchos puntos de contacto con las pretensiones de los movimientos homosexuales, se pensó unir los esfuerzos feministas de género con los movimientos homosexuales. Y, para evitar el rechazo que pudieran suscitar estas ideas si se vieran como un ataque frontal a la familia, surge la idea de no rechazar el concepto mismo de familia, sino de modificar su significado de manera que puedan caber otros modos alternativos de familia distinta a la formada por un hombre y una mujer con sus hijos. Esos modelos se pretenden presentar como alternativas igualmente válidas. Por ello, se reivindica su legalización social y jurídica como una exigencia de la tolerancia y de la igualdad de derechos.


En el desarrollo y aceptación del feminismo de género jugó un papel importante un médico, el doctor John Money de la Johns Hopking University de Baltimore (USA). Fue él quien comenzó a usar la palabra ‘género’ con un sentido distinto al exclusivamente gramatical. Sostenía que lo que llamó identidad de género de una persona dependía exclusivamente de la educación recibida y podía ser distinta al sexo biológico de esa persona. En una obra suya relató presentó como prueba irrefutable de su teoría un caso del que había sido testigo. Se trataba de dos gemelos univitelinos de sexo masculino. Uno de ellos había sufrido una amputación del pene en una operación de circuncisión; los padres acudieron al dr. Money que les aconsejó que lo castraran y lo educaran como una mujer. Según el citado médico, el experimento había dado como resultado que uno de los dos gemelos desarrolló una identidad masculina y el otro una identidad femenina. Parecía, pues, incontestable que era la educación y no la naturaleza quien tiene la última palabra en la determinación de la identidad de género.

Análisis crítico de la ideología de género

La génesis de la ideología de género puede ayudarnos a entender mejor sus motivos. Este análisis lo efectuaremos en primer lugar desde una perspectiva biológico-sociológica y después desde una perspectiva filosófico-teológica.

Perspectiva biológico-sociológica.- En 1997 apareció un artículo [DIAMOND, M.; SIGMUNDSON, H.K., "Sex Reassignment at Birth: A Long Term Rewiew and Clinical Implications", Archives of Pediatrics and Adolescent medicine, March 1997, pp. 298-304] el que se decía que el dr. Money no había contado toda la verdad sobre el caso de los dos gemelos univitelinos de sexo masculino que parecía ser un apoyo firme de la ideología de género. El gemelo educado como mujer no se había adaptado nunca a su educación femenina; a los 14 años intentó suicidarse y fue sometido a una terapia psicológica. Los padres le revelaron la verdad, decidió vivir como varón, se sometió a una complicada operación de recomposición de los órganos masculinos y se casó. Más detalles en el siguiente enlace:


Es un hecho comprobado por todos los educadores que los niños y las niñas tienen preferencias por juguetes distintos. Gerianne Alexander ["An Evolutionary Perspective of Sex-Typed Toy Preference: Pink, Blue, and the Brain", en Archives of Sexual Behavior, vol. 32, 1, febrero de 2003, pp. 7-14] quiso investigar si hay una base biológica para ello o se trata de un mero proceso de imitación a los adultos por parte de los pequeños. Los estudios neurológicos de los hemisferios cerebrales de niños y niñas han puesto de manifiesto las diferencias existentes entre los cerebros de los varones y los de las mujeres. Esas diferencias les hacen percibir de manera distinta los colores, el movimiento y otras percepciones.


Por otra parte, hay una estrecha ligazón entre el desarrollo emotivo e intelectual de los neonatos y sus relaciones con su madre [SHORE, Affect Regulation and the Origin of Self: The Neurobiology of Emotional Development, p. 540]. Los recién nacidos, que durante el período de gestación en el seno de su madre han oído su voz, vienen al mundo buscando la luz a través de los ojos de su progenitora. Por otra parte, otros estudios avalan la importancia del amor paterno en el correcto desarrollo del niño [ROHNER, R.; VENEZINO, R., "The Importance of Father Love: History and Contemporary Evidence", en Review of General Psychology, vol. 5, 4, diciembre de 2001, pp. 382-405].
En lo referente a los estudios aportados para justificar una redefinición del matrimonio que permita incluir en esa institución a las uniones homosexuales y que les permita adoptar niños, "la mayor parte de los estudios sobre padres homosexuales está basada en investigaciones cuantitativamente insignificantes, viciadas desde el punto de vista metodológico y analítico (algunas de calidad poco más que anecdótica), y proporcionan una base empírica muy débil para determinar las políticas públicas" [WARDEL, L. "The Potential Impact of Homosexual Parenting on Children", en University of Illinois Law Review, 1997, p. 833].


En conclusión, vista la importancia de la maternidad por una parte y de la paternidad por otra en el desarrollo del recién nacido, y a la vista del irreductible fundamento biológico entre los varones y las mujeres, debe afirmarse que maternidad y paternidad no son meros roles asignados convencionalmente por la sociedad a mujeres y hombres respectivamente; más bien, tienen un fundamento en la realidad de las cosas. Por eso, es muy conveniente que la sociedad se organice de manera tal que se facilite a las mujeres una educación y unos medios tales que les permita ser buenas madres (y a los hombres ser buenos padres). Y no se debe interpretar ese modo de proceder como un deseo de mantener privilegios indebidos por parte del sexo masculino.


Perspectiva filosófico-teológica.- Resulta imprescindible el conjunto de reflexiones que realizó Juan Pablo II en las catequesis sobre la "teología del cuerpo" que comenzó en 1979 y concluyó en 1982. Se recogen allí, ampliados y sistematizados, algunos planteamientos que había expuesto en obras anteriores suyas, como Amor y Responsabilidad, otras ideas nuevas al hilo de los textos bíblicos que tratan sobre la sexualidad y el matrimonio. Para conocer el pensamiento del hoy santo pontífice Juan Pablo II sobre el particular, resultan también interesantes diversos documentos dirigidos a esclarecer la dignidad de la mujer, entre los que cabe destacar la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem de 1988. Acudimos a estos textos no sólo por el enorme valor magisterial que tienen para los católicos, circunstancia que bastaría de por sí para que nos sirvieran de guía, sino también porque se trata de una de las exposiciones más lúcidas realizadas por un pensador sobre este particular.


Entre los textos bíblicos que analiza Juan Pablo II destacan:
a) Génesis 1, 27: "Creó pues Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó."
b) Génesis 2, 24: "Por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne".
c) Génesis 3, 16: "Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará".
d) Mateo 19, 4-8: "El respondió: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra, y que dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? Así, pues, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre. Ellos le replicaron: ¿Por qué entonces Moisés mandó dar el libelo de repudio y despedirla? El les respondió: Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón; pero al principio no fue así". Este es el texto que se sitúa en el inicio de las catequesis. Y el que une, por así decirlo, todos los demás.
e) Un conjunto de textos sacados de las epístolas de San Pablo y uno de la Epístola de San Pedro.


Estos textos nos muestran que Dios interviene directamente para crear al hombre a imagen y semejanza suya como varón y hembra. Sólo cabe ser hombre con cuerpo masculino o con cuerpo femenino. De esa manera, la masculinidad y la feminidad son modalidades del ser hombre que están enraizadas en su corporeidad. La imagen y semejanza de Dios no se manifiesta sólo en la creación directa del alma por parte de Dios, sino también en la complementariedad de las personas humanas, y en particular en la complementariedad de los sexos, que permiten que el hombre sea imagen de un Dios que no es soledad sino Trinidad. Es decir, el hombre no es imagen de Dios tanto en la soledad primigenia de Adán, sino en la comunión que se da cuando el primer hombre descubre en Eva alguien que es de su misma naturaleza. Por eso, Juan Pablo II habla en la Carta a las mujeres de 1995 del hombre como "unidualidad personal complementaria".

El pecado original distorsiona la relación entre los sexos y la visión social de las tareas que le corresponde a cada uno. Aparece la concupiscencia (descubren la desnudez en un sentido peyorativo) y los intentos de sumisión de la mujer por parte del hombre. Es lo que aparece con crudeza en los textos de Génesis 3. El texto de San Mateo indica que Cristo ha venido a iluminar lo referente a la sexualidad y la familia para limpiarlas de las consecuencias del pecado y restaurarlas eran al principio. De ahí la referencia de Jesús "al principio". Es una de las misiones confiadas a los discípulos repristinar las relaciones entre el hombre y la mujer dentro del matrimonio y la familia de manera que refleje la novedad evangélica. Pero esa novedad no se asimiló inmediatamente en la sociedad, como no se asimiló la abolición de la esclavitud, por ejemplo. Por eso, algunos de los textos de San Pablo o San Pedro incluídos en el Nuevo Testamento, como los que se comentan en la cita 29 de la Mulieris Dignitatem no reflejan la novedad evangélica, sino la situación social de la época tal como se vivía entre los griegos, romanos y hebreos influenciada por el pecado original.


Conclusiones

La diferenciación de dos sexos es algo dado por Dios y esencial al hombre. Palabras como igualdad, modalidad, diferencia, reciprocidad o complementariedad son fundamentales para entender esa realidad. Todo ello bajo el prisma de la imagen de la Trinidad. Siempre que se mantenga la distinción entre sexo y género, la palabra ‘género’ puede ser útil para distinguir entre los roles y usos sociales que se asocian a lo masculino y lo femenino en una sociedad determinada de lo que le corresponde naturalmente, que se designaría con la palabra ‘sexo’. En opinión del profesor Rafael Mora, sería más propio hablar de ‘sexo sociológico’ o algo parecido, porque ‘género’, al ser un término utilizado para referirse a palabras y conceptos nos lleva hacia un inevitable relativismo, como si la diferencia sexual que existe en la humanidad fuera un constructo artificial de los hombres (¡otra vez la puñetera "construcción social"!), como lo son los diferentes idiomas.


En cuanto a la "perspectiva de género", es conveniente recordar que a cada sociedad le interesa que tanto el hombre como la mujer puedan intervenir tanto en el ámbito público como en el privado, y que lo hagan de hecho. De esa manera se aprovechará en ella lo propio de la masculinidad y de la feminidad. Por otra parte, es justo eliminar cualquier signo de discriminación respecto a la mujer. Por tanto, es positivo fomentar la participación activa de la mujer y la equiparación de derechos y oportunidades tanto en el plano jurídico, como en el social. Una "perspectiva de género" así entendida es algo positivo, siempre que se reconozca el derecho-deber a la diferencia entre sexos. Desde el punto de vista concreto, al establecer medidas jurídicas particulares en esa línea, el legislador o el gobernante deben valorar las consecuencias directas e indirectas de ellas en una situación dada.

Continuará...