miércoles, 8 de abril de 2015

De la Pasión en el cine a la Pascua en el alma

Pasión (del griego Pathos, sufrimiento)
Se han escrito ríos de tinta (y siguen fluyendo) desde que la película La pasión de Cristo de Mel Gibson se estrenó hace 11 años en todo el mundo desatando una explosión de controversia entre judíos y cristianos, creyentes y no creyentes, historiadores, críticos de cine y todos los que hay de por medio. Algunos dirán que la película fomenta el morbo por el sadismo o que promueve una visión negativa de los judíos al mostrar a los miembros del Sanedrín como oscuros, poderosos, intrigantes y altaneros. Otros dirán que no se hablaba latín vulgar sino griego. Otros, no entenderán por qué casi toda la gente se ensaña con un hombre que promueve el amor entre todos los seres humanos de manera tan irracional, etc. Sea lo que fuere, esta película ya dejó huella en el cine moderno, gústele o no a sus detractores, y su influencia se deja sentir en las posteriores versiones cinematográficas o televisivas, pues siempre son comparadas con ella en lo referido a su crudeza visual. La figura de Jesús se representó en el cine prácticamente desde sus inicios y es uno de los personajes más influyentes en su historia. Para ver los más destacados ejemplos es bueno ver este video en youtube titulado El cine sobre Jesucristo. De Mille, Ray, Stevens, Pasolini, Zeffirelli, Scorsese, y otros cineastas han retratado desde perspectivas creyentes y laicas la vida, pasión y muerte de Jesús, extrayendo una serie de interpretaciones propias de la épocas en que se rodaron. La pasión de Cristo no escapa a ello y en la práctica es una de las películas más polémicas que se han hecho sobre él. ¿Por qué? Hay dos razones que ayudan a explicar este fenómeno:
Por un lado están los partidarios del pensamiento relativista liberal, quienes normalmente celebran cualquier nueva interpretación de las sagradas escrituras, pero que, en la actitud más reaccionaria y fundamentalista, niegan cualquier fidelidad hacia las enseñanzas de la Iglesia. Por otro lado están los grupos de poder que dominan Hollywood, quienes se sienten vulnerados, en cierta medida, por las ideas del filme. Una prueba de ello es la decisión de los productores judíos Steven Spielberg, Jeffrey Katzenberg y David Geff, fundadores de Dreamworks SKG (por las iniciales de sus apellidos) de no volver a trabajar con Mel Gibson.
En medio de esto, el debate estrictamente cinematográfico también se dividió. Incluso algunos críticos, inspirados por feroces sentimientos contra Gibson, niegan valor alguno a la película. El mejor ejemplo en nuestro medio es de Ricardo Bedoya, quien dijo que Gibson debería consultar a un psiquiatra y que la película es pornográfica. Francamente, no me extrañó escuchar tamaño disparate, pues proviene de una persona que en su clase de Historia y estética del cine sostiene que la película del japonés Nagisa Oshima "El imperio de los sentidos" no es pornográfica (cuando sí lo es y con mayúsculas), y que el personaje femenino tiene un aire de "santa". Los mejores ejemplos de cineastas que realizan historias sangrientas son "Kill Bill" de Quentin Tarantino, "Batalla real" de Kinyi Fukasaku, "Hostal" de Eli Roth y "Asesinos por naturaleza" de Oliver Stone.
¡Es decir! La sangre producto de la violencia gratuita, desproporcionada, exagerada, grotesca o delirante de los medios artísticos audiovisuales es "extraordinaria" si la manejan los tipos antes mencionados. Pero si es una representación de nuestros pecados, lo más cercano a lo que fue en la realidad y lo horroroso que es para Dios semejante ultraje, entonces la película es "antisemita, violenta, sádica, etc." La hipocresía es atrevida cuando se toca un tema que interpela al estado del alma de cada espectador sabiendo la trascendencia del sacrificio de Cristo y no cuando son meros ejercicios de terror o gore que únicamente buscan extraer dinero de los bolsillos de gente con gustos moldeados por la industria, sin importar si los borbotones de aseptil rojo, tamarindo, mexi-salsa, tuco, ketchup o como sea que se le califique en tono burlón a la sangre de utilería, afecten la susceptibilidad de quienes ven semejantes producciones.
La película, rodada en Italia y con una notable caracterización del estadounidense Jim Caviezel como Jesús y la judía rumana Maia Morgenstern como su madre María (la mejor hasta ahora, en mi opinión, pues representa a la Virgen de manera estoica ante tan indescriptible dolor moral), posee clara influencia de las pinturas de Caravaggio y una recreación de la época hecha de manera minuciosa, sin dejar de mencionar el uso de lenguas muertas en sus diálogos como el arameo y el latín. Por ese detalle también tildaron de loco a Gibson, porque el público estadounidense no aguanta leer subtítulos. El éxito de taquilla generado por la película hace preguntarse si Gibson es un loco o es un genio. Independientemente de sus escándalos personales posteriores, el actor-director hizo una película que remueve almas y abre las puertas a la reflexión personal sobre cómo uno está llevando su vida. Eso se puede notar en los llantos, abrazos, conversiones y conversatorios sobre la película. Si la persona se es susceptible a la sangre o a la violencia, simplemente no la ve. Eso es parte del derecho a la libertad de expresión, tan invocado en nuestros tiempos.
Las tres nominaciones al Oscar que el filme recibió en las categorías de maquillaje, fotografía y banda sonora, manifiestan su calidad técnica y artística. El antisemitismo está descartado por la cita del profeta Isaías sobre el sufrimiento del mesías, colocada como prólogo, y la escena en la que Jesús anuncia que entrega su vida por voluntad propia en sintonía con la del Padre Creador y que tiene el poder para recuperarla de nuevo. Lo único comprensible de la división de opiniones es lo impactante de las escenas, tomadas algunas del libro de la monja vidente alemana y estigmatizada del siglo XIX, la Beata Ana Catalina Emmerich, "La amarga pasión de Cristo", que, por cierto, es mucho más fuerte que la película. En otras palabras, para entender lo que transmite la película, hay que mostrarse abierto de mente y de corazón. Sólo así se comprenderá lo absurdo de toda la alharaca pre y post estreno.
En fin, es tan grande el debate, que la película no deja indiferente a nadie y se convierte en la quintaesencia cinematográfica para cada Viernes Santo. El propio productor del filme, Steve McEveety dijo que el objetivo es que esta película se siga viendo 100 años después de realizada. No viviremos para ver eso, pero sí nos atrevemos desde ya a confirmarlo, pues el tema es de una apasionante modernidad y más aun cuando está filmada con todo lujo de detalles. Este enlace puede ayudar a quienes gusten de los detalles fisiológicos de la pasión de Jesús: http://www.primeroscristianos.com/index.php/temas/item/1085-la-pasion-de-cristo-explicada-por-un-medico-fisiologo/1085-la-pasion-de-cristo-explicada-por-un-medico-fisiologo. Eso sí, los infinitos sufrimientos del alma de Cristo, jamás podrán ser llevados a la pantalla grande, pero las meditaciones escritas por San Alfonso María Ligorio o por el Beato John Henry Newman pueden ayudar a comprender tan grande misterio (ver el siguiente enlace: http://movil.religionenlibertad.com/articulo_rel.asp?idarticulo=41536&accion=). Si es así, entonces el gozo por la Resurrección será mayor. ¡Feliz Pascua!

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