lunes, 9 de julio de 2018

Yippee-ki-yay


Este mes de julio se cumplen 30 años del estreno de "Duro de matar", libre adaptación cinematográfica de la novela "Nothing Lasts Forever", la secuela de la novela de 1966 "El detective" de Roderick Thorp, que en sí misma había sido adaptada en una película del mismo nombre de 1968 protagonizada por Frank Sinatra. Los cambios hechos al guión son notorios, como la edad del personaje, su nombre, su interés de rescate (la hija y no la esposa) e incluso su relación pasada con el líder de la pandilla de delincuentes. Quizá por eso se había pensado en Frank Sinatra para el papel, pues la productora Fox estaba contractualmente obligada a ofrecérselo. Así es. ¿Se imaginan al legendario intérprete de My way y Strangers in the night interpretando a John McClane?

   

Bueno, resulta que Frank rechazó el proyecto. El tiempo pasó y los gustos de las nuevas generaciones de cinéfilos fanáticos de la acción estaba cambiando. Así que el guión fue propuesto al popular "Terminator" Arnold Schwarzenegger como secuela de la película "Comando" de 1985, pero también él rechazó el guion. Al igual que él, varias estrellas del cine de acción de la época no tuvieron interés por el proyecto hasta que lo aceptó un treintañero Bruce Willis. Sin embargo, el estudio no tenía mucha fe en la capacidad como estrella de acción de Willis, ya que en aquel momento era conocido por sus papeles en la comedia televisiva "Luz de luna" (1985) y en la hilarante película "Cita a ciegas" (1987).

 

¿Por qué las grandes estrellas de acción de los ochenta rechazarían un papel como éste? Muy simple. Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Jean-Claude Van-Damme, Chuck Norris no lo consideraron aptos para ellos, tan habituados a interpretar papeles rudos, de físico musculoso, de personalidad parca pero de buen corazón, pese a ser interiormente personajes que no podían ocultar una enorme soledad pese a actuar en parejas, grupos o en solitario mientras disparaban y lanzaban patadas y puñetazos a diestra y siniestra venciendo mafias, ejércitos, psicópatas o terroristas. Esa imagen fue la que se impuso en la llamada "Era Reagan". Recordemos que eran los últimos años de la Guerra Fría y Estados Unidos necesitaba nuevas figuras de ficción para defender "el sueño americano", y no con cómics de superhéroes como en los sesenta.

   

Pero, como una vez opinó el crítico de cine Isaac León Frías en la desaparecida revista TV+ de El Comercio, el personaje de John McClane "traía consigo una interesante variante sobre la figura monolítica del héroe indestructible: de físico menos corpulento y sin la dimensión heroica de sus antecesores, McClane era capaz de ironizar sobre las aplicaciones de la violencia". De esta manera, podría decirse que este personaje se convertiría en la versión más humana y realista de cualquier hombre dispuesto a hacer cumplir la ley en la vida cotidiana.

   

Claro, el personaje, en la víspera de Nochebuena, lucha por sobrevivir y salvar a su esposa y a los más de 30 rehenes del edificio Nakatomi de Los Ángeles, mientras la policía y el FBI aplican a rajatabla sus códigos de acción sin importarle el heroico, aunque involuntario trabajo de un policía de Nueva York que estaba "en el lugar equivocado y en el momento equivocado". Además de la incomprensión de sus aliados, McClane también arrastra problemas familiares: su esposa se distanció de él gracias a una suculenta oferta de trabajo en una multinacional japonesa (ficticia, por si acaso) mientras él debe encerrar criminales y obedecer a sus superiores sin jugar a ser John Wayne o "Harry el sucio".

   

Al final Bruce Willis dio la talla de manera impecable y la película cosechó un gran éxito de taquilla y de crítica; además de que originó 4 secuelas y una serie de películas que plagiaron la misma fórmula, solo que en otros escenarios: "Alerta máxima" (en el buque Missouri) y su secuela (en un tren), "Pasajero 57" (en un avión), "Muerte súbita" (en un estadio de hockey) y últimamente en la mismísima Casa Blanca ("Olympus has fallen" y "La caída de la Casa Blanca"). Claro, las 3 secuelas de Duro de matar mantienen aún la emoción y la aventura de un policía que podría ser fácil tu vecino o el wachimán de tu cuadra que debe salir de cada situación límite en la que se involucra. La cuarta secuela (ambientada en Moscú y en Chernobyl) resultó ser un fracaso de crítica y perdió buena parte de la complejidad e ironía del personaje (no la jocosidad, felizmente) y la oportunidad de explotar más la relación distante con su hijo Jack, convertido en agente de la CIA.


Afortunadamente, Willis aceptó volver a trabajar con Len Wiseman, quien ya lo había dirigido en "Duro de matar 4.0". Esta vez la sexta y última película del personaje que lo catapultó al estrellato, se centrará en los inicios de McClane como policía, mientras que paralelamente, Willis se despide de su icónico personaje ante las cámaras. Me imagino que en su lápida tendrá como epitafio la enigmática frase "Yippee-ki-yay", que constituye una expresión de jolgorio y algarabía usada por los cowboys de mitad de siglo XIX para saludarse. Sólo que él la utiliza para sacarles la chochoca a los jefes de los delincuentes. ¿Quién se encargará de la difícil tarea de interpretar al personaje siendo muchacho?


Aunque se trata de una película vista una y cien veces, "Duro de matar" o "La jungla de cristal" como la llaman en España, nunca deja de sorprender por el nervio con el que John McTiernan la dirige y con buen pulso narrativo cuidando el suspenso y sin caer en la caricatura fácil hacia con los delincuentes europeos encabezados por Hans Gruber. El británico Alan Rickman debutó en Hollywood interpretando de manera notable a este frío terrorista pero de buenos modales, hasta ahora no igualado por ningún otro actor del género. Claro, las nuevas generaciones lo recuerdan más por interpretar a Severus Snape de la saga Harry Potter. Pero nada mejor que terminar que recordando el clímax final en el que los antagonistas aluden a la película "A la hora señalada", un clásico del cine western, al cual "Duro de matar", también clásico, pero del cine de acción, rinde homenaje. La muerte del villano es uno de los más celebres de la historia del cine (después de la de Marion Crane, interpretada por Janet Leigh en "Psicosis" de Alfred Hitchcock, por supuesto).


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